MARISSA CHIAPPE
Aunque en los pasillos de las redacciones ya se sabía que John Travolta iba a llegar a Lima, nadie tenía mayor detalle. La firma que lo trajo puso filtros de seguridad tan altos que nadie podía seguirle la pista ni arrancarle mayor declaración que un “Arriba Perú” en el camino. Pocos tuvimos la posibilidad de llegar hasta él para un breve encuentro. Por más que uno imagina que la seguridad de una estrella de Hollywood puede llegar a ser muy estricta, no dejaron de sorprender las limitaciones para saber algo más sobre su vida y su carrera profesional, a su llegada a nuestra capital.
Al llegar al hotel Westin y anunciar mi llegada, reparo en la particularidad de mi encuentro. “¿A quién viene a buscar?”, me pregunta la recepcionista amablemente. “Al señor John Travolta”, le contesto, ante la mirada de extrañeza de un par de turistas. Tres periodistas subimos al piso 30 del hotel, donde está la suite presidencial.
Luego de revisar hasta el último bolsillo, nos informan que no podremos hacer ninguna pregunta personal, por más ligera que esta sea, que no podremos llevar una grabadora, ni reloj ni lapicero (por si hay una cámara oculta, nos dice un guardaespaldas). Tremendo problema para un periodista de estos tiempos. Apenas un delgado block de hotel y un lápiz casi descartable nos acompañarán en la difícil misión de hablar con el ídolo.
“Adelante”, se escucha desde la habitación. Una voz amable, pausada y serena desde su 1,83 m de estatura nos da la bienvenida. La puerta del baño está entreabierta y dos personas ven atentamente sus laptops, sentados en el borde de la tina. “Toma asiento por favor. ¿Quieres algo de tomar?”, me pregunta Travolta haciéndome sentir cómoda por primera vez en la tarde. Varios ojos observan la entrevista y me dispongo a anotar a toda velocidad. En el reloj de la relacionista pública acaba de empezar la cuenta regresiva.
Vienes de una familia teatral. ¿Cómo influyó eso en tu vida? Completamente. Mi madre era cantante y actriz y desde que era un bebe iba a los ensayos. Aún recuerdo que la veía actuar desde los bastidores. Cuando mi hermana entró al ‘show business’, entonces me empecé a interesar por la aviación. Son dos cosas que siempre han ido juntas para mí.
¿Cómo así? Porque mi hermana viajaba todo el tiempo para los castings y los papeles que conseguía. Entonces iba mucho al aeropuerto y me hacía mucha ilusión ver despegar y aterrizar los aviones. Desde ahí lo tuve claro.
Eres una de las pocas personas que han cumplido sus sueños de la infancia. Si prácticamente has conseguido todo lo que te propusiste, ¿qué te gustaría lograr ahora? Continuar. Esa es la meta. Siempre hay cosas nuevas, nuevos retos; en el teatro, en la aviación. En la vida siempre hay nuevos capítulos. A mi edad, lo que más me ilusiona es ver crecer a mis hijos. Como padre, para mí es increíble ver cómo mis hijos evolucionan y se convierten en seres moralmente correctos, reflexivos y bien educados. Es maravilloso.
Ya has trabajado con tu esposa y tu hija. Y ahora vas a volver a hacerlo en “Gotti: la sombra de mi padre”. ¿Cómo es trabajar en familia? Hacer cosas juntos, como deportes, juegos, cocinar, es algo que expande la base de la familia. Y nosotros compartimos el gusto por la actuación. Si no fuera así, seríamos esas familias que solo comparten sus cosas en la cena. Es fantástico compartir más allá de eso.
¿Es cierto que vuelas todos los días? Sí. Vivo en un aeropuerto y vuelo todo el tiempo, por lo menos de lunes a viernes. Vuelo a todas partes, a mi iglesia. A veces con Kelly [su esposa], a veces con alguno de los niños o con ambos.
¿Y esta vez has venido solo? No. Nunca viajo solo. Acabo de estar en Europa y fui con toda mi familia, incluso con mi hermana. Pero esta vez solo traje a Ella Blue [su hija].
Ha sido sumamente difícil seguirles la pista. Bueno, casi no he salido. Ayer fui a recibir una condecoración que me dio Fuerza de Aviación Naval. En la noche me fui a jugar tenis. Pero Ella sí ha podido disfrutar de la ciudad. Por eso siempre me gusta llevarlos.
¿A dónde ha ido? Estuvo en el estadio, viendo el partido Perú-Ecuador. Y hoy fue a la casa de chocolate. [“¿Dónde queda?”, le pregunta a uno de los guardaespaldas? “En la calle Berlín, señor”.]
¿Prefieres volar- o actuar? Son dos cosas muy diferentes para mí. Volar también puede convertirse en un arte, es una profesión con retos que me dan satisfacciones personales. En cambio, actuar es compartir a otro nivel. Te entregas a toda la gente que te ve.
¿Cómo escoges tus guiones? Algunas veces la crítica ha puesto en duda decisiones tuyas, pero al final has ido por el camino correcto. Es sencillo. Leo el guión y si me gusta, pues entonces tomo el proyecto.
¡Puesto así, suena tan fácil! Bueno, debo poder visualizarme en el papel. Quiero estar seguro de que voy a darle al personaje algo diferente. Incluso puede pasar mucho tiempo y no encuentro algo que me llame la atención. Por ejemplo “Killing Season”, que está pronta a estrenarse por aquí, me pareció que era una oportunidad perfecta para actuar con Robert [De Niro], los dos solos y compartir nuestros personajes. Eso no significa que si digo no, es una mala película, simplemente no es para mí.
¿Que significa Quentin Tarantino para ti? Mucho [sonríe]. Hay gente en la vida de uno que va a creer en ti: tu padre, tu madre. Quentin creyó en mí como un padre, con cada fibra de su ser. Él me transmitió esa confianza en mí mismo que necesitaba de una manera casi mágica. Él es así, tiene esta certeza, como un presentimiento, como si siempre lo tuviera claro.
Es una pena que no hayas podido conocer más del Perú. Solo estuve aquí hace muchos años en el aeropuerto, por una conexión. Sin duda volveré en mi avión. Pero esta vez con toda la familia.