Marianela Vega (Lima, 1978) tenía solo 12 años cuando dirigió su primera película. Su equipo de rodaje fueron su papá, su mamá y su hermano menor. Su reparto también lo conformaban ellos mismos: su papá, su mamá y su hermano menor. Se trata de un cortometraje grabado con una cámara casera, que dura 23 minutos y tiene entre sus personajes a un avezado criminal. Se titula “El maldito bastardo” y Vega lo encontró entre sus archivos familiares recién en el 2018.
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“Volver a ver ese corto casi 30 años después fue muy emocionante porque pude recordar cómo lo hicimos, el detrás de cámaras. Era como un juego, pero nos tomamos muy seriamente el escribir el guion, organizar las escenas, tener un vestuario, musicalizarlo”, explica. Y es así como ese cortometraje funciona como una especie de corazón para el más reciente largometraje documental de Vega Oroza, que incluso adapta su título: “El archivo bastardo”.
“Me gusta ese corto porque no éramos nosotros realmente”, confiesa la cineasta peruana en “El archivo bastardo”, mientras observa el ejercicio de ficción e impostura que grabó con su familia hace tantos años. De hecho, todo su nuevo documental es una indagación en los videos domésticos de su infancia, una mezcla de reconciliación y ajuste de cuentas con el pasado y sus recuerdos. Como cuando, por ejemplo, muestra imágenes de un paseo a Disney a inicios de los años 90: mientras el Perú estaba sumido en la crisis, ellos vivían una fantasía privada.
“Creo que esa situación del país simboliza lo que sucedía en mi familia –dice Vega en conversación con El Comercio–. Las cosas estaban muy deterioradas, pero estos videos que grababa mi papá parecían demostrar lo contrario. Nos veíamos como una familia casi de catálogo”.
ABRIR LAS PUERTAS DE CASA
En una línea similar a la de algunos de los primeros cortos de Vega –que también exploraban las tensiones familiares, la memoria, la autorreferencialidad–, “El archivo bastardo” dice mucho, paradójicamente, a través de lo que no dice. “Creo que en todas estas películas está el mismo silencio tenso, incómodo, diría que hasta opresor, que tiene que ver con el sistema patriarcal, que se va heredando de generación en generación y nos hace mucho daño. Es algo que yo he encontrado en mi familia, aunque creo que no solo ocurre en mi familia: la incapacidad para expresar emociones”, advierte la directora.
Por lo dicho, “El archivo bastardo” transita hábilmente del discurso autobiográfico a cuestiones más universales. “Si bien la película parte de mi entorno personal y familiar, el objetivo es, más que plantear temas, conectar con la experiencia emocional de muchas personas”, afirma Vega.
Cuestión de mirada
Para hacer más complejo el asunto, a la reflexión identitaria y familiar de “El archivo bastardo” se suma un componente particularmente inquietante: Vega Oroza cuenta en el documental que, durante el proceso de trabajo, perdió la visión de un ojo. “Fue una experiencia de ese momento, el síntoma de una condición autoinmune que se llama uveítis –explica–. Por suerte ahora está controlada, pero en momentos de estrés emocional puede devenir nuevamente en el hecho de perder la visión. Ya me ha pasado dos veces”.
Y aunque el tema del ojo inicialmente iba a tener una mayor presencia dentro del documental –con diagnóstico médico y todo–, Vega decidió abordarlo desde el terreno de lo simbólico. “Creo que me gusta más en el nivel de metáfora –destaca la directora–. Porque no importa tanto cuál es la enfermedad, sino más bien lo que me estaba pasando: quería mirar, quería enunciar, pero no podía. Y eso lo dice esta cineasta-hija-narradora que protagoniza la película: ‘Cada vez que intento mirar, mi cuerpo se enferma’”.
“El archivo bastardo” tendrá dos funciones: el sábado 10 de agosto a las 5:45 p.m. (CCPUCP) y el jueves 15 de agosto a las 9:30 p.m. (CCPUCP, con presencia de la directora). Entradas en Joinnus.com.
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