HORACIO ZIMMERMANN @horacon Redacción online
El suspenso hacía estragos. Cada minuto más. La audiencia llevaba dentro la desesperación de la espera. Su garganta permanecía encerrada entre los barrotes que cercaban el escenario. Esperaba por gritar, cantar. Hasta que el suspenso terminó. Apenas duró hasta las diez y veinticinco. La realidad tomó por asalto la expectativa. Foreigner aterrizó en un escenario aún oscuro. Y entonces fue imposible desprender la nostalgia. Treintaisiete años de vida sobre una tarima. Ochenta millones de discos cara a cara con el Perú. Acordes, melodía. Y de pronto el pasado cobró vida…
La memoria nunca muere. Es imposible desprenderse de ella. Y Foreigner fue la banda perfecta para atestiguar que los 80 no fueron una década perdida. Que la música de aquella época supervive. Se extrañan esos años. No lo dice uno, sino la gente. Esto es música, repetían algunos asistentes entre una y otra canción. Entre Cold As Ice y Juke Box Hero. Entre la melodía de la voz, la guitarra y el teclado.
De los ochenta a hoy han pasado unos de treinta años. Pero al público eso no le importa. Deja alborotar furiosamente su físico al compás de rock’n roll setentero y ochentero. Y la exageración queda corta. Sobre todo cuando uno certifica cómo un instrumento consume los sentidos del público. Fue más o menos así: de fondo, Urgent. Un clásico de la banda. En el centro, un saxo. Y no uno cualquiera. Este era un saxo vestido de bandera peruana que manifiesta en el público la fascinación de sus notas. El saxo se va con la promesa de volver. Y otra vez, sentirse como la primera vez.
Kelly Hansen, vocalista de la banda, habla en español. Agradece a cada instante. Se deja tocar por el público. Baja del escenario. Recorre de izquierda a derecha y de derecha izquierda la zona que separa el estrado de la audiencia. Y continúa reviviendo el pasado. Ahora suenan éxitos como “Waiting for a girl like you” y “Feels like the first time”. Ambos estremecen un espacio que quedó chico para tamaño concierto. Para la magnitud de Foreigner, una leyenda del rock.
Una leyenda que obtuvo el estruendoso coro de un público esclavo de su música cuando sonaron las primeras notas de I wanna know what love is. En el escenario, cinco tipos clamaban por conocer el amor (como lo dice el título de la canción). Instaban a todos a mostrar lo que era. A sentirlo. Y estaban seguros de que podían aprender. Entonces Hansen pidió una ovación. Exhortó a su público a cantar lo más fuerte que pueda. Y el lugar estalló. En coros, aplausos, lágrimas, deseos.
Nunca hubo silencio. Aunque la noche estaba por culminar. Foreigner abandonó el escenario. Pero la ovación de la gente los obligó a retornar. En español, Hansen dijo lo siguiente: Está bien, una más. La banda cerró con Hot Blooded. No había tiempo para más. Fue una hora y media diminuta. Pero memorable. Y la memoria nunca muere. Es divina. El Perú no olvidará una noche de leyenda. Y Foreigner, que el Perú le enseñó a ser amado.