MARÍA PÍA BARRIENTOS Redacción online

“Despiértame cuando pase el temblor”, reza una de las canciones más conocidas de la inmortal Soda Stereo. El temblor, o mejor dicho el cataclismo, ocurrió hace exactamente dos años. Muchas lunas han pasado. La tierra debajo de los pies de Gustavo Cerati parece haber dejado de moverse. Sin embargo, a pesar del llanto de los fanáticos, los clamores de su madre y las ansias de las mujeres que alguna vez amó, él sigue sin despertar. Sigue en coma.

A exactamente dos años del accidente cardiovascular que lo silenció, resumimos los hechos claves de su largo sueño.

UNA NOTICIA EN PARTES Domingo 16 de mayo de 2010. Un titular invadió toda Latinoamérica: “Gustavo Cerati sufrió una descompensación tras su concierto en Caracas”. “Se está recuperando favorablemente”, se anunció a través de su cuenta en Twitter. Los medios afirmaban que había sido llevado a la clínica. Su gente lo negaba. Desgraciadamente, el cuadro que estaba atravesando era bastante más severo de lo que en un principio se nos hizo creer.

Tres días después del hecho que partió la vida del talentoso argentino por fin se lanzó la bomba: Gustavo Cerati había sufrido un accidente cerebrovascular. Una isquemia cerebral, luego se confirmó. Nos dijeron que tenía problemas para hablar, que su estado era estacionario, que debía permanecer en observación entre 32 y 48 horas. En ese momento el vaticinar que dos años después el irreverente músico seguiría sin despertar sonaba como un pronóstico de lo más pesimista.

EL CAMBIANTE PRONÓSTICO DE GUSTAVO Nos dijeron que su estado parecía ser “transitorio”. Que debía despertar en menos de 24 horas. Los medios se preguntaban si el hombre que parecía habitar en la ciudad de la furia podría volver a cantar. No sospechamos que después de dos años seguiría sin siquiera abrir los ojos.

Poco después, el mismo 18 de mayo, el cantante fue operado en Caracas, donde aún se encontraba. La intervención había sido necesaria “para drenar la presión intracraneal” del artista, según informó luego el diario caraqueño “El Universal”. Mientras tanto sus familiares arribaron a Venezuela, los fanáticos rezaban por su salud y las redes sociales explotaban con comentarios de apoyo y buenas vibras.

Las pocas versiones oficiales que llegaban a la prensa eran relativamente alentadoras. Nos decían que estaba estable, que las próximas horas que viviría el cantante serían claves. Sin embargo, los diarios filtraban otra clase de noticia. Indicaban que realmente su cuadro era crítico y que tras la operación se mantenía en un coma inducido y que se encontraba conectado a un respirador artificial.

El 19 de mayo de 2010 el médico de confianza de su familia aclaró un poco más el panorama. El músico tuvo una obstrucción de la arteria carótida interna” que le causó “un infarto extendido en el hemisferio izquierdo del cerebro”. Las horas pasaban. El mundo esperaba por su recuperación. Su “Persiana Americana” seguía sin abrirse.

EL ORIGEN DEL PROBLEMA Esta parte del planeta se preguntaba qué es lo que causó el cuadro que atravesaba el cantante. Luego nos empezaron a dar más luces sobre el asunto.

Cuatro años del accidente cardiovascular que lo frenó, a Gustavo Cerati se le diagnosticó una trombosis venosa, afección que lo obligó a tomar conciencia sobre el cuidado de su salud y a dejar el cigarrillo. Sin embargo, según se reportó luego, durante su show en Caracas el músico “fumó en pleno escenario” y durante su estadía en Venezuela incluso tomó una serie de licores.

Según los especialistas, la adicción del músico por el cigarrillo habría sido una de las principales causas de su mal. Es más, según Cecilia Amenábar, su ex pareja y la madre de sus dos hijos, desde los 18 años este consumía más de 40 cigarros al día.

LA LEVE MEJORÍA Y EL ESTANCAMIENTO A partir del 21 de mayo de 2010 la esperanza empezó a inocularse en el caso del intérprete de “De Música Ligera”. Se suspendería el coma inducido en el que se le mantenía y su cuadro parecía evolucionar positivamente. “La evolución es favorable () no ha habido retroceso, y eso es una buena noticia. Quizá (se puede hablar de) una ligera mejora en la condición de Cerati”, afirmaba Santiago Otero, presidente de Evenpro, la empresa que organizó el que hoy parece ser el último concierto que el cantante ofrecería.

Pasaban los días. Cerati se mantenía sedado y sin más mejorías. Poco después, el 24 de mayo, el argentino fue sometido a una traqueotomía para “mejorar el manejo de sus secreciones y proteger sus cuerdas vocales”.

Las noticias alentadoras seguían llegando como para alimentar la esperanza. “Gustavo Cerati presenta una leve mejoría gracias a una disminución del edema cerebral y los médicos que lo atienden en Caracas por el accidente cerebrovascular que sufrió hace diez días se preparan para trasladarlo a Argentina, según el informe médico difundido hoy”, informaba DPA a 11 días del accidente. “Ya respira por sí mismo”, se informó el primero de junio.

Finalmente, un 7 de junio, el argentino retornó a su país. Fue llevado en una aeroambulancia e internado en la clínica Fleni, en Buenos Aires.

Los pronósticos comenzaron a ensombrecerse una vez más. El parte médico confirmó que el daño cerebral que habría sufrido el cantante era “extenso”. Él seguía inconsciente, a pesar de ya no estar sedado. “Mostró un infarto extenso en el hemisferio cerebral izquierdo y daño del tronco cerebral secundario”, precisó una tomografía y encima se encontró que padecía una infección respiratoria. Poco después volvió a requerir ayuda para respirar.

Luego todo pareció estancarse. “Gustavo Cerati no muestra evolución favorable y sigue inconsciente”, afirmaban los partes médicos. Mientras tanto una histeria generalizada parecía difundirse. “Cerati murió”, se anunciaba en Twitter para desmentirse luego. Un músico argentino poco conocido en estos lares suplicaba para que por fin la familia aceptara que el artista había pasado a mejor vida. Los allegados al hombre que revolucionó el rock en su país pedían que la gente no se dejara llevar por rumores.

Los meses pasaban. Gustavo Cerati padecía neumonía. Luego se anunciaba que había superado el cuadro. Gustavo Cerati era operado de un cuadro de hidrocefalia. Respondía a estímulos (térmicos), pero seguía sin despertar. Obtenía el Premio Gardel de Oro, el más grande galardón de la música argentina, pero era incapaz de ir a recibirlo.

Las noticias sobre su estado comenzaron a disminuir en los medios. Ahora solo salen muy de vez en cuando. Su cuadro sigue siendo el mismo. Él sigue sin despertar.

LA MADRE DE LA VOZ EN SILENCIO Muchos desfilaron por su cuarto de hospital. Muchos lo vieron tendido. Mudo. Pasaron los ex miembros de Soda Stereo, sus rockerísimos colegas argentinos y hasta Christian Castro. Al parecer una de las pocas personas que se mantuvo junto a su cama fue la mujer que un día lo parió; Lilian Clark.

“El eclipse no fue parcial y cegó nuestras miradas. Te vi que llorabas, te vi que llorabas por él”, tal vez cantaría él de saber por lo que hoy pasa su madre.

Gustavito, adelante querido, mamita te está esperando, clamaba ella a pocos días de que lo vimos caer. “Si Dios y la Virgen quieren, lo sacaremos de esta, decía Lilian Clark meses después. Que él le agarró la mano, contaba feliz a casi un año de su desconexión con este planeta. Hoy no sé si son 365 días o 365 años, dijo 12 meses después de que, al menos por el momento, se nos fue. Que pelea como un león, aseguró hace unos meses. Que se le nota mucho mejor, que reconoce su voz, que saldrá adelante, parece querer autoconvencerse actualmente la abnegada Lilian, la que a pesar de la tempestad afirma que jamás pensó en aplicar la eutanasia en su hijo.

“Me veras caer como una flecha salvaje. Me veras caer entre vuelos fugaces (…) Me dejarás dormir al amanecer”, parecía vaticinar en “La ciudad de la furia”. Hoy, dos años después de que lo vimos caer aún esperamos que se cumpla lo que proclama en la última estrofa de la canción.

“Me veras volver a la ciudad de la furia”.