No hubo chullos, banderas ni camisetas peruanas. Tampoco referencias al pisco sour, el cebiche o Machu Picchu. Mucho menos un “Viva el Perú cagajo”. Apenas un par de escuetos “Gracias”. Esa fue toda la interacción de Robert Smith con las más de 40 mil personas que llegaron hasta el Estadio Nacional para ver por fin –tras larguísimos años de espera- a The Cure en Lima. Y fue más que suficiente para que todos fueran presas de una noche oscura pero feliz.
Más allá de la bandera peruana dibujada en una de sus guitarras –la cual estaba acompañada de las banderas de los otros países que componen su gira latinoamericana– el líder de la mítica banda británica dejó atrás las típicas referencias al Perú que suelen hacer los artistas que nos visitan. No las necesitó para meterse al público al bolsillo, su arma para ello era una voz intacta, que no se ha visto afectada por el paso de los años y que suena exactamente igual a la de los discos en estudio.
A Smith le bastó llevar a los asistentes a un imperdible viaje musical por la historia de The Cure para que estos cayeran rendidos a sus pies. Ese es su trabajo: cantar para conmover. Y vaya que cumplió con creces.