A pesar de no haber completado la educación básica, Antonio Mendes Vieira posee un conocimiento profundo sobre su oficio. (Efe)
A pesar de no haber completado la educación básica, Antonio Mendes Vieira posee un conocimiento profundo sobre su oficio. (Efe)
Agencia EFE

| Seu Antonio sale de su casa a las 3.30 de la mañana todos los días para recorrer a pie nueve kilómetros de playas en el estado brasileño de Bahía en busca de nidos de para proteger. Esta labor, que realiza hace 33 años, lo convierte en el “tartarugueiro” vivo más antiguo de .

Antonio Mendes Vieira, nacido en un poblado de pescadores de este estado del nordeste de Brasil y quien no completó la educación básica, tiene un conocimiento tan profundo sobre su oficio y tanta experiencia en buscar rastros de tortugas en la playa que todo el mundo lo trata respetuosamente como “Seu Antonio” (Don Antonio).

Este expescador de 57 años es el principal instructor de “tartarugueiros” (cuidadores de tortugas) del Proyecto Tamar, una de las más exitosas iniciativas de preservación ambiental de Brasil y que por estos días celebró el hito de haber salvado de sus predadores y devuelto al mar cuarenta millones de crías de tortuga en 40 años de historia.

“Hace 33 años estoy en estas, por lo que muchas de esas tortugas pasaron por mi mano”, dijo a Efe el salvador de quelonios al referirse a los exitosos resultados del Proyecto Tamar, que han permitido retirar de la lista de gravemente amenazadas de extinción a las cinco especies de “tartarugas” (tortugas) marinas que visitan las playas de Brasil.

El Tamar cuenta actualmente con 26 bases en todo Brasil desde las que vigila 1.100 kilómetros de playas para identificar los lugares de desove de las tortugas y garantizarles protección a las crías desde que están en los huevos hasta que corren a salvo hasta el mar.

Toda esa extensión es vigilada gracias a pescadores de las comunidades locales a los que Tamar les ofreció contratos formales adecuadamente remunerados para que cuiden las tortugas en lugar de cazarlas, en una iniciativa de la que la petrolera estatal Petrobras es el principal patrocinador.

Seu Antonio es el jefe e instructor de “tartarugueiros” en Praia do Forte, una exvilla de pescadores a unos 100 kilómetros de Salvador, la capital de Bahía, que se ha convertido en importante polo turístico.

Praia do Forte, en donde Tamar tiene su mayor base, es el principal destino de las tortugas que, como si tuvieran poderosos GPS, vuelven cada año a las playas en que nacieron para colocar sus huevos.

Antonio tiene 57 años y ha trabajado como pescador por mucho tiempo. (Efe)
Antonio tiene 57 años y ha trabajado como pescador por mucho tiempo. (Efe)

DE EXÓTICO MANJAR A ESPECIE RESGUARDADA

Los “tartarugueiros”, algunos de los cuales se dedicaban en el pasado al saqueo de los nidos y a la caza de las tortugas para venderlas en restaurantes que los ofrecían como manjar exótico, fueron contratados precisamente porque eran los que más sabían cómo encontrar los huevos sin dañarlos y los que más tenían conocimiento sobre el comportamiento de las tortugas.

“Yo era pescador de jangada (un velero artesanal). Solo cazaba peces. En esa época no era prohibido (cazar tortugas) y si llegaba una (a la playa) no la dejaba ir. En esa época era para consumo. Pero hoy en día sin el proyecto Tamar no existiría nada”, afirma.

“En aquella época había pescadores que las comían. Comían las tortugas y los huevos, pero hoy en día todo el mundo las respeta. Todo el mundo está consciente y las respeta”, agrega.

Su actual trabajo consiste en identificar las huellas de las hembras que llegan a la playa para dejar sus huevos y localizar los nidos enterrados, así como identificar las huellas de las crías que abandonaron los nidos y corrieron al mar para poder desenterrar y contabilizar los huevos que quedaron quebrados.

"En mi día a día yo salgo de casa a las 3.30 de la mañana, paso por nueve kilómetros de playa y a las 11.00 estoy liberado y vuelvo a casa. Al otro día la misma cosa. Todos los días a las 3.30, de domingo a domingo", relata Seu Antonio.

“Miro si hay tortugas muertas, si no hay. Si hay algún animal amenazando, si hay alguien molestándolas, si hay alguna enredada en la red o en la playa. Y aviso a las personas (de Tamar) sobre todo los nidos que nacen (las tortugas salen al mar), y vamos a abrirlos (para contar los huevos quebrados)”, agrega.

Su gran experiencia lo convirtió en instructor de nuevos tartarugueiros, en guía de turistas y periodistas, y en una de las personas más conocidas en Praia do Forte, en donde es requerido para fotografías y selfies.

"Todo aprendiz que llega pasa por mí. Aprende conmigo. Cuando va para otra base, ya va aprendido. Yo le enseño. Y todos quieren trabajar en esta playa porque todos me quieren. Soy el jefe de los aprendices y fundador del proyecto Tamar. Siempre que vienen a hacer grabaciones, me llaman a mí porque soy el más viejo en el proyecto Tamar", asegura.

“Adoro mi servicio, adoro mis amigos. Soy una persona con amigos de todo el mundo”, concluye.

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