Messi es la persona más amada del mundo, Mbappé el más temido del Mundial, Jude Bellingham el más buscado, Luis Enrique el individuo más aborrecido de España, el árbitro alemán Daniel Siebert el más odiado en Uruguay, el arquero Wojciech Szczęsny el más querido de Polonia, Cristiano Ronaldo el más cuestionado de Portugal…
Una encuesta de Euromericas Sport Marketing en alianza con Google en 65 países señala que al 86% de los encuestados les hace felices Messi y que un 72% lo tiene como ídolo, en tanto un 83% quisiera verlo en el partido que mirará por televisión. Estados Unidos, Inglaterra, Brasil, Asia y África en general y, por supuesto, Argentina, son los países donde adeptos tiene el 10. La mayoría de las personas responde que lo adora por su juego, naturalmente, pero sobre todo por su personalidad. “Me encanta su sencillez y humildad”... “Porque le pegan y no se queja, se levanta y sigue”… “Porque ama a los niños”… “por su perfil bajo”… “Porque atiende a todo el mundo”…
Kylian Mbappé es una máquina de Fórmula Uno metida en un campo de fútbol. Queremos recordar otros fenómenos de potencia en el pasado y nos cuesta. De fuerza ha habido muchos, de fuerza combinada con agilidad y velocidad tales, ninguno. Es Usain Bolt con técnica. Un caso excepcional. Puede batir el récord de Pelé de tres Mundiales ganados. Le sobran categoría, equipo y edad. Ya tiene un título, el 2018, puede conquistar este y, si jugara hasta los 35, tendría tres copas más para lograrlo. Además de sus condiciones individuales, un futbolista necesita un entorno favorable para intentar la hazaña y Francia se lo provee. Es una selección atiborrada de talentos. Porque algo debe quedar claro: nadie gana sólo, esto es de once. Si Mbappé jugara en Corea no sería campeón. Tití tiene un fuerte parecido a Pelé, aunque sin la destreza de Pelé. Sí más rapidez de maniobra. O Rei no era lento, aunque tampoco veloz. Pero la irrupción del francés y su carrera nos generan la evocación de Edson Arantes.
Luis Enrique Martínez, técnico español, produce urticaria en España. Que ya es pandemia en la patria de Cervantes. No se le critica tanto su capacidad técnica como el desenfado, su actitud desafiante, en la frontera con la soberbia. En cada pueblito de la península el Real Madrid tiene un 80% de forofos. Es el amo indiscutible. Luis Enrique llevó al Mundial ocho jugadores del Barcelona y dos del Madrid. Más, sabiendo que Cataluña, declaradamente, no se siente parte de España. “Él no es el dueño de la Selección Española”, dicen millones. “¿Quién cree que es…? ¿Cómo se atreve…?”. Pero Luis Enrique tiene una seguridad en sí mismo que escuece. Y se ríe de todo. E irrita más. Hay una explicación simple: pasa que los del Barça juegan mejor que los del Madrid. Y pasa que el Madrid no tiene españoles. Los dos que hay mínimamente seleccionables, estuvieron: Dani Carvajal y Marco Asensio. Pese a tan simple explicación, igual lo detestan “Esta no es España”, dicen millones. “El equipo de los mil pases creó dos situaciones de gol, somos el hazmerreír del Mundo”, señalan otros. Muchos querían ver a España eliminada. Marruecos les hizo la gauchada.
En un bar de Montevideo, unos muchachos juegan dardos apuntando a los ojos de Daniel Siebert, en una foto pegada a la pared. Es el juez alemán que dirigió a la Celeste frente a Ghana. Y acompañan sus lanzamientos con un improperio. Pasaron varios días ya, pero Uruguay sigue reclamando dos penales que Siebert no les concedió. Uno a Cavani, otro a Darwin Núñez. Por eso no clasificaron, protestan. Siebert es el enemigo público nacional. Para peor, avanzaron Argentina y Brasil, lo que da más cólera. Pasarán años, ese apellido no se olvidará.
Francia ganaba 3-0 a Polonia, en tiempo de descuento el réferi dio penal a los polacos, lo convirtió Lewandowski celebrando efusivamente el gol, como si ganaran el Mundial. Servía para maquillar el resultado. Y para mejorar los números personales del goleador. Eso no cayó nada bien en Polonia. “¿Qué festeja…?”, se preguntaron todos. En la patria de Lech Wałęsa y Karol Wojtyla prefieren entronizar a Szczęsny, el arquero héroe que atajó dos penales y paró el viento en varios partidos para que la discreta selección blanca y roja alcanzara octavos de final. Hijo de un también arquero y de una jugadora de handball, Szczęsny, quien ataja en la Juventus de Italia, pasó a ser el ídolo nacional, destronó a Lewa.
“Acá en Portugal la televisión, las radios, los diarios, todo el mundo opinando que Cristiano Ronaldo no debe jugar en la Selección. En lugar de hablar del equipo, están todo el día con ese tema”, nos dice Jackson Martínez, aquel artillero colombiano que jugaba en el Porto y se quedó a vivir allí. Cristiano divide. Está de bajada y la gente reclama que ya no puede más y tapona a los jóvenes, especialmente a Rafael Leão, 23 años, figura del Milan campeón de Italia. Pero mientras no marca goles, CR7 tiene cada vez más prensa. Y eso obra como un boomerang en el ánimo de los hinchas. Sofascore lo incluyó en el deshonroso equipo de “El peor once de la Copa del Mundo” junto a cuatro jugadores de Catar, dos defensas de Costa Rica y otros que decepcionaron. Finalmente, un nuevo desaire suyo al técnico Fernando Santos determinó su suplencia frente a Suiza. El desplante y que ya no está para este nivel. Tras la goleada sobre los helvéticos, el DT ordenó un entrenamiento entre titulares y suplentes y el goleador se negó a hacerlo con los sustitutos. Su tiempo en la élite parece acabado. Está teniendo un final de carrera fatídico, en una fase bajísima de su juego, alejado del gol, con una seguidilla de actitudes infantiles, egocéntricas y peleas con sus entrenadores, encerrado en un vedetismo insoportable. Perdió la titularidad y, parece, cayó del escenario de la élite.
Jude Bellingham proviene de Birmingham, la ciudad de los Peaky Blinders. Tiene 19 años. Y tiene todo: velocidad, gambeta, inteligencia, talento, físico, gol, asistencias, incluso un desplazamiento elegante, toda mercadería muy apreciada... Es la revelación de la Copa y el futbolista más reclamado del mundo al momento. En plena pandemia, sin fútbol, el Borussia Dortmund se animó a pagar 25 millones de dólares por él cuando apenas cumplía 17. Ahora, aunque su valor de mercado es de 100 millones, muchos estarían encantados de quedarse con él incluso dando el doble. Su futuro es inmensamente prometedor. A su edad ya es el crack que guía a Inglaterra junto con Harry Kane. Posee el ingenio del 10, la chispa que enciende a la gente y destraba un partido. Este Mundial es consagratorio para él, su trampolín.
Catar empieza a dejar sensaciones. Que se perpetuarán en el tiempo. Los Mundiales dejan huella.
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