La detención en Rusia de la estrella del baloncesto y campeona olímpica Brittney Griner ha puesto de relieve la diplomacia de rehenes de Estados Unidos, un problema que normalmente acecha en las sombras.
También alentó a las familias con seres queridos detenidos a hacerlo más público.
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Griner fue arrestada en un aeropuerto de Moscú en febrero cuando se encontraron en su equipaje cartuchos de vapeador que contenían aceite de cannabis, que es ilegal en Rusia.
Meses más tarde, la estrella del deporte se declaró culpable de cargos relacionados con las drogas, aunque dijo que no tenía la intención de infringir ninguna ley.
Un tribunal ruso la sentenció este jueves a 9 años de prisión, algo que el presidente de Estados Unidos, Joe Biden, calificó de inmediato como “inaceptable”.
Desde que esto comentó, EE.UU. ha afirmado que Griner está “detenida injustamente”, lo que de hecho la reconoce como un peón en un juego político.
Este tipo de casos van en aumento: el Departamento de Estado no dice cuántos exactamente, pero constituyen “decenas” de los 64 rehenes en poder de extranjeros identificados por activistas.
Eso se debe en parte a que el gobierno ha mejorado la forma de clasificar a los detenidos, pero también porque “los números están aumentando”, dijo el hombre clave del presidente para asuntos de rehenes, el embajador Roger Carstens.
“Las naciones están interesadas en usar a las personas como moneda de cambio política cuando no pueden obtener lo que quieren de otra manera en la mesa de negociaciones”, le dijo a la BBC.
Biden declaró en julio esa amenaza una emergencia nacional y reforzó las medidas para enfrentarla. Estas incluyen ordenar al gobierno que comparta más información con las familias de los detenidos y autorizar sanciones a sus captores.
Pero la decisión de hacer pública una oferta para obtener la liberación de Griner fue un movimiento poco común, si no sin precedentes.
La “propuesta sustancial” anunciada a finales de julio por el secretario de Estado, Antony Blinken, incluía la liberación de otro estadounidense detenido por Moscú, el consultor de seguridad Paul Whelan, quien cumple una sentencia de 16 años luego de ser condenado como espía estadounidense en 2020.
Esto condujo a una llamada telefónica entre Blinken y el ministro de Relaciones Exteriores de Rusia, Serguéi Lavrov, por primera vez desde que Rusia invadió Ucrania.
La naturaleza inusualmente pública del caso de alto perfil de Griner también ha fortalecido la decisión de las familias de otros cautivos estadounidenses de unir fuerzas para presionar al gobierno.
“La voz de uno se pierde fácilmente”, dijo Everett Rutherford, tío de Matthew Heath, un veterano de la Marina de EE.UU. que fue encarcelado en Venezuela por cargos de terrorismo y tráfico de armas en 2020. “La voz de muchos no se desecha tan fácilmente”, agregó.
Los miembros de la familia de Heath son parte de una campaña recién formada -“Traer a nuestras familias a casa”- que acaba de colocar un mural de parientes detenidos en un barrio de lujo de Washington DC para resaltar su difícil situación.
Algunos estuvieron presentes en su inauguración para contar sus desgarradoras historias.
“Mi hijo no va a sobrevivir si nuestro gobierno no lo trae a casa”, dijo Connie Haynes, madre de Heath, con voz temblorosa. “No sé cuánto más puede soportar”.
A su hijo lo pusieron en un congelador durante 24 horas, lo metieron en una caja tan pequeña que apenas podía moverse y lo golpearon tantas veces que le rompieron ambas manos, dijo. Recientemente intentó quitarse la vida.
Hannah Shargi dijo a los espectadores que a menudo pasaba por ese mismo callejón con su padre, Emad, un capitalista de riesgo iraní-estadounidense que ha estado detenido en Irán por cargos de espionaje durante cuatro años.
“Ahora está aquí, enorme”, dijo, junto con otros 17 que representan “87 años de detención colectiva”.
Según la tía de Shargi, Neda (que escribe su apellido como Sharghi), las familias de los rehenes decidieron organizarse después de un exitoso intercambio de prisioneros con Rusia por un exmarino estadounidense, llevado a cabo dos meses después de la detención de Griner.
Creían que el involucramiento directo de la Casa Blanca había desempeñado un papel.
“Muchos de nosotros hemos investigado durante años cuáles son las mejores opciones para traer a nuestros seres queridos a casa”, dijo, y quiere que Biden sepa que están “en el mismo equipo”.
Llevar el caso al público de esta manera es una nueva táctica a diferencia de años anteriores, cuando las familias generalmente permanecían en silencio, advertidas por los funcionarios que esta era la mejor manera de apoyar negociaciones delicadas.
Sin embargo, no todos los activistas están de acuerdo en que sea necesaria una reunión presidencial para lograr la liberación.
Y persisten los dilemas de la diplomacia de rehenes, como encontrar el equilibrio adecuado entre llamar demasiado la atención sobre los casos o participar de manera demasiado discreta, y preguntarse si los intercambios simplemente alientan a las potencias hostiles a tomar más prisioneros.
El Kremlin insiste en que el caso contra Griner no tiene nada que ver con la política, pero está claramente interesado en un trato, que presuntamente involucra a un traficante de armas ruso convicto.
Blinken ha enfatizado que esta negociación es independiente de la complicada política de EE.UU. con Moscú sobre Ucrania, algo que alentó a Sharghi.
“Creo que le da una oportunidad a mi hermano y a los otros rehenes en Irán”, dijo. “Esa es la única forma en que podemos llevar a nuestros estadounidenses a casa”.
Rutherford dijo que creía que su mensaje estaba siendo escuchado. Hacer pública la oferta sobre la liberación de la deportista les “indica que (Biden) está prestando atención”. “Ciertamente a Brittney Griner y Paul Whelan, pero también pensamos en el resto de nosotros”, dijo.
Cuando se develó el mural, Rutherford trajo una buena noticia: su sobrino había logrado comunicarse por teléfono mientras el evento estaba en marcha.
Pero es el propio mural el que más habla sobre el miedo y la desesperación que se esconden detrás de la solidaridad y las súplicas al presidente. Hecho de papel y pegamento a base de harina, está diseñado para descomponerse.
“Es solo un recordatorio de que el tiempo no está de nuestro lado”, dijo Sharghi. “Estamos perdiendo días y días de nuestras vidas con nuestros seres queridos. Y tenemos que movernos rápido”.
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