Con acuerdos en dos de los seis puntos de la agenda de negociaciones pactada antes de que iniciaran las pláticas, el proceso de paz entre el gobierno de Colombia y la guerrilla de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) cumple este martes su primer aniversario.

Y el compromiso anunciado a inicios de mes en el espinoso tema de la participación política del grupo guerrillero parece haberle dado nuevos bríos a un proceso que ha pasado por numerosos altibajos y, en un año, no siempre ha logrado entusiasmar a los colombianos.

Algunos analistas, de hecho, han llegado incluso a asegurar que dicho acuerdo convierte las conversaciones de paz en un proceso irreversible.

Pero la denuncia, la semana pasada, de un supuesto complot de una columna de las FARC para asesinar al expresidente Álvaro Uribe:https://elcomercio.pe/actualidad/1657871/noticia-farc-planeaba-atentado-contra-ex-presidente-uribe-revela-gobierno-colombiano sirvió de recordatorio de las numerosas amenazas que aún penden sobre los diálogos.

Un atentado de esa naturaleza destruiría la viabilidad del proceso, advirtió por ejemplo el jefe negociador gubernamental, Humberto de la Calle, durante una comparecencia pública en la bogotana Universidad del Rosario.

Pero ese no es el primer acontecimiento externo que ha tensionado el proceso: BBC Mundo lo invita a recordar otros episodios que, a lo largo de este primer año, llegaron incluso a poner en tela de juicio la viabilidad de las negociaciones.

NEGOCIAR EN MEDIO DE LA GUERRA Inician las conversaciones y las FARC anuncian que a partir del día siguiente, 20 de noviembre de 2012, entrará en vigor un cese al fuego unilateral de dos meses de duración: un gesto de buena voluntad de cara al incipiente proceso.

El gobierno colombiano, sin embargo, desde el inicio se ha declarado convencido de que la continuidad de las operaciones militares en contra de los rebeldes es la mejor forma de acelerar las cosas, por lo que rechaza la posibilidad de una tregua bilateral: las negociaciones tendrán lugar en medio de la guerra.

Y el 1 de diciembre esas reglas del juego tendrán su primer gran examen, pues el ejército colombiano bombardea un campamento de las FARC en el municipio de Ricaurte, departamento de Nariño, y en la acción perecen al menos 20 guerrilleros.

Es el golpe militar más fuerte recibido por las FARC en algún tiempo y todos se preguntan cómo reaccionarán los rebeldes. Tampoco faltan voces que se levantan para acusar al ejército de intentar sabotear el proceso.

Pero las FARC, que no abandonaron las pláticas preparatorias ni siquiera después de la muerte en un operativo militar de su máximo líder, Alfonso Cano, no se levantan de la mesa. La tregua navideña se mantendrá –aunque con algunos contratiempos– hasta el 20 de enero.

REGRESA EL FANTASMA DEL RECUERDO El 26 de enero de 2013 las autoridades colombianas denuncian el secuestro por parte de las FARC de dos policías en el departamento del Valle del Cauca. Tema delicado, porque como condición para el inicio de las conversaciones de paz los insurgentes se habían comprometido a renunciar al secuestro.

Y la trama se complica todavía más cuatro días después, cuando las FARC publican un comunicado en el que se reservan el derecho a capturar como prisioneros a los miembros de la fuerza pública que se han rendido en combate.

Ellos se llaman prisioneros de guerra y este fenómeno se da en cualquier conflicto que haya en el mundo, se lee en el comunicado, que genera una airada reacción por parte del jefe negociador gubernamental, Humberto de la Calle.

Las cosas hay que llamarlas por su nombre: un secuestro es un secuestro, no importa quién sea la víctima. Las FARC tendrán que responder por este hecho, como por todos los miles de secuestros que han cometido, dice De la Calle.

Y advierte: Vamos a La Habana para terminar el conflicto, que es lo que pactamos. Y si no es así, que nos lo digan de una vez para no hacerle perder el tiempo al gobierno ni a los colombianos.

Las FARC reaccionan inmediatamente afirmando que no piensan levantarse de la mesa hasta que encontrarle una salida al conflicto armado y el capítulo se cierra con la liberación, el 15 febrero, de los policías Víctor González y Cristián Camilo Yate.

POR TWITTER, SANGRE DE SOLDADOS Y POLICÍAS No son los primeros miembros de las fuerzas de seguridad colombianas muertos a manos de las FARC luego del inicio de las conversaciones de paz, pero son sin duda los que más ruido generan.

Policías de la Patria asesinados, se lee en el trino que acompaña a una imagen publicada en Twitter por el expresidente Álvaro Uribe, en febrero de este año, en la que se ve a dos agentes muertos en una carretera del departamento de La Guajira.

Y tanto las dos fotografías que Uribe comparte con los 1,79 millones de seguidores que para ese entonces tiene en la red social como el reporte de las autoridades sugieren que ambos oficiales fueron víctimas de un golpe de mano por parte de un comando de las FARC.

O, dicho de otra forma, un asesinato a sangre fría.

El debate se enciende. Aunque pronto la discusión derivará hacia las intenciones políticas de Uribe y los dilemas éticos de hacer públicas unas fotografías tan gráficas como las compartidas por el exmandatario.

Pero el problema de fondo es en realidad la muerte de los dos agentes. Y cada vez que se informa de la muerte de miembros soldados o policías en ataques guerrilleros, inmediatamente se alzan voces pidiendo que se deje de negociar con los terroristas.

Esos reclamos se hacen particularmente fuertes luego de la muerte de al menos 15 soldados en una emboscada de las FARC en el departamento de Arauca y otros cuatro en Caquetá.

Pero, mal que bien, es el gobierno colombiano el que eligió negociar en medio de la guerra, por lo que las autoridades no parecen dispuestas a considerar otras alternativas.

UNA PAUSA INESPERADA Viernes 23 de agosto por la tarde. En la pista del aeropuerto militar CATAM de Bogotá el presidente Juan Manuel Santos da unas declaraciones que terminan de sumir al proceso en su peor crisis hasta la fecha.

En realidad, los problemas empezaron en la mañana, cuando las FARC anunciaron una sorpresiva pausa en las conversaciones para analizar los alcances de un proyecto de ley que acababa de presentar el Ejecutivo.

El proyecto, que le permitiría al gobierno realizar un referendo para ratificar un eventual acuerdo de paz en la misma fecha de las elecciones legislativas, no es bien visto por las FARC.

Es la primera vez que una de las partes se levanta unilateralmente de la mesa y el presidente de Colombia no está contento.

Aquí, el que decreta las pausas y toma las decisiones no son las FARC, dice Santos, quien le acaba de ordenar a su equipo negociador regresar a Bogotá inmediatamente.

Las FARC, sin embargo, aclaran enseguida que nunca han pensado en abandonar definitivamente las negociaciones. Dos días después el jefe negociador gubernamental informa que las pláticas se reanudarán el 26 de agosto.

ELECCIONES A LA VISTA No llega a ser una crisis, pero los rumores de una posible suspensión de las conversaciones para la campaña electoral y las elecciones de mayo de 2014 dominan buena parte del mes de octubre.

Y es el propio presidente Santos el que plantea la posibilidad a sus correligionarios, durante una reunión de la bancada del partido de gobierno.

Según reportes de uno de los participantes, el senador Armando Benedetti, a inicios de mes el mandatario somete a votación tres posibles opciones: romper el proceso de paz, suspenderlo temporalmente durante las elecciones o continuar con las pláticas normalmente.

Y la mayoría de los diputados del Partido de la U vota a favor de la continuidad del proceso.

Los rumores y especulaciones, sin embargo, continúan durante un tiempo, hasta que el propio Santos los corta de un tajo el 6 de noviembre, luego del anuncio del acuerdo sobre el punto dos de la agenda.

Cuando avanzamos, cuando se ven resultados, no es momento de parar, sino todo lo contrario: de acelerar, de continuar con más ánimo y con más entusiasmo para lograr ponerle fin al conflicto en forma definitiva, concluyó.