¿Qué habría pasado si John F. Kennedy hubiera regresado sano y salvo de Dallas el 22 de noviembre de 1963? ¿Habría aprobado el Congreso la Ley de Derechos Civiles? ¿Habrían muerto millones de personas en la guerra de Vietnam?
La historia no es sólo una letanía de todas las cosas que suceden, sino también de las que no ocurrieron, de los caminos que no se tomaron. Y lamentablemente esa historia, la historia de las cosas que no sucedieron, es imposible de conocer. Lo cual la hace seductora y fascinante.
Pero hay un modo de vislumbrar esa historia, de ver o tal vez simplemente de sentir cómo hubiera sido. Y se encuentra en los archivos.* En las notas para los discursos que se escribieron pero jamás se pronunciaron.
Cuando EE.UU. envió hombres a la Luna, confiaba que llegarían a su destino pero no tanto en que los pudiese traer de regreso.
Por ello William Safire, el brillante autor de los discursos del ex presidente de Estados Unidos Richard Nixon, convenció a sus colegas en la Casa Blanca de la necesidad de un discurso en el caso de un desastre en la Luna. El borrador es una pieza brillante, conmovedora, incluso cuando se lee con la tranquilidad de saber que no fue necesario.
PERDIDOS EN EL ESPACIO Estos hombres valientes, Neil Armstrong y Edwin Aldrin, saben que no hay esperanzas de que los recuperemos. Pero también saben que hay esperanza para la humanidad en su sacrificio.
Estos dos hombres están dando sus vidas por la meta más noble de la humanidad: la búsqueda de la verdad y el entendimiento.
Serán llorados por sus familias y amigos; serán llorados por su nación; serán llorados por los pueblos del mundo; serán llorados por una Madre Tierra que se atrevió a enviar a dos de sus hijos a lo desconocido.
En su exploración, hicieron que todo el mundo se sintieran unido; en su sacrificio, estrecharon más la hermandad entre los hombres.
En la antigüedad, los hombres miraban a las estrellas y veían a sus héroes en las constelaciones. En tiempos modernos, hacemos lo mismo, pero nuestros héroes son hombres épicos de carne y hueso.
Otros seguirán sus pasos, y seguramente regresarán a sus hogares. No se le negará al Hombre esta búsqueda. Pero estos hombres fueron los primeros y seguirán siendo los más importantes en nuestros corazones.
Porque cada ser humano que mire a la Luna en las noches por venir sabrá que hay una esquina en otro mundo que siempre será de la humanidad.
AMENAZAS DE GUERRA Dos de los predecesores de Nixon tuvieron discursos listos que hablan de desastres aún peores que nunca ocurrieron.
El general Dwight D. Eisenhower, por ejemplo, tenía preparadas sus palabras en caso de que el desembarco del Día D, la operación que inició la liberación de Europa en la II Guerra Mundial, fracasara. Asumió la responsabilidad: Si hay alguna culpa en el intento es solamente mía.
Resulta aún más alarmante enterarse de los preparativos que hizo John F. Kennedy con un peso en el corazón, y en necesario cumplimiento de mi juramento al cargo.
Iba a anunciar el inicio de operaciones militares para retirar las armas nucleares de Cuba, durante la crisis de los misiles de 1962. Ahora sabemos suficiente para estar razonablemente seguros de que tal acción habría provocado una guerra nuclear.
Pero en la mayoría de los casos, escribir discursos es una labor más prosaica, pensando en momentos aburridos o rutinarios. Y eso también es evidente en otro discurso que John F. Kennedy nunca pronunció: el que tenía preparado para un viernes de noviembre en Dallas, Texas, en 1963.
Nosotros en este país, en esta generación, somos por destino más que por opción los guardianes en los muros de la libertad mundial. Pedimos, por lo tanto, que seamos dignos de nuestro poder y responsabilidad, que ejercitemos nuestra fortaleza con sabiduría y moderación, y que podamos lograr en nuestra era y por todos los tiempos la antigua visión de paz en la Tierra, buena voluntad para los hombres.
Esa debe ser siempre nuestra meta, y la rectitud de nuestra causa siempre debe sustentar nuestra fuerza. Porque, como se escribió hace mucho: Si el Señor guardare la ciudad, el vigilante velare por ella pero en vano.
POR AZAR O BUROCRACIA La tarea de escribir discursos en su máxima expresión es altamente creativa, pero la mayoría de las veces, entre su creador y su entrega interviene la burocracia. O un accidente.
Trabajando durante la noche en el primer discurso para la conferencia del Partido Conservador británico de William Hague, alguien pisó el cable de la impresora y desapareció una página sobre la delincuencia.
Al día siguiente, algunos periodistas liberales felicitaron al equipo detrás del discurso (yo incluido) por omitir la usual referencia conservadora sobre el crimen en Reino Unido. Pero los discursos que se quedan en el piso de edición cuentan una historia.
El discurso jamás pronunciado de un líder es una pequeña pista de lo que habría sido, de lo que se queda atrás.
El indicio de un futuro que se convirtió en pasado sin ser presente.