DANIEL MEZA @daniel_mz Redacción Online
Chávez es Bolívar, Bolívar es Chávez. Quizás en estas horas de tristeza para muchos venezolanos, esta es la comparación que más se escucha luego de que el cáncer acabara con la vida de su presidente. “Nuestra gente, en las calles de Caracas, que está en pleno dolor por la pérdida del presidente, lo considera el Bolívar del siglo XXI”, cuenta a elcomercio.pe Lionel Muñoz, historiador y catedrático de la Universidad Central de Venezuela, en alusión a las inacabables muestras de afecto popular frente al féretro del ex mandatario. Algunos dijeron que era la ‘reencarnación’ del Libertador. ¿En que se parecían y en qué no estos dos personajes de épocas muy distintas en la historia?
SINTONÍA CON LOS AFLIGIDOS Chávez no fue un Libertador de virreinatos, pero mencionó a Bolívar siempre. Ya formado militar y partícipe del golpe fallido contra el gobierno de Carlos Andrés Pérez en 1992, el primer destino de los golpistas fue la prisión Cuartel de San Carlos, una vieja edificación en Caracas al frente del Panteón Nacional, donde reposaban los restos del Libertador, nada menos. Lo dice el libro “Chávez sin uniforme” (Marcano, Barrera): todo parecía estar dispuesto para que se convirtiera en un símbolo. Su simpatía, carisma y su discurso sobre el hartazgo ante sus élites, empezó a encandilar a la gente, que hacía fila en prisión para conocerlo y pedirle autógrafos. Declaraba a la prensa: “El verdadero autor de esta liberación, líder auténtico de esta rebelión es el general Simón Bolívar. Él con su verbo incendiario nos ha alumbrado la ruta”. El insurrecto proponía el camino del Libertador y a partir de allí, mostraba su compromiso con los pobres, algo que reconocería el propio Henrique Capriles, su máximo oponente en las últimas elecciones.
Bolívar, un hombre en los inicios del siglo XIX y con cualidades indiscutidas (ilustrado, militar, estratega, escritor, caudillo, guía) fue también capaz, pese a su sofisticación, de lograr una empatía con la población más afligida. Fue Bolívar quien abolió las comunidades campesinas, los cacicazgos: quería crear ciudadanía, aunque fuese un sueño, una utopía por profundas diferencias sociales de su país y Latinoamérica.
LA INTEGRACIÓN LATINOAMERICANA O CLIENTELISMO REGIONAL Otra de las grandes invocaciones que Chávez hacía de Bolívar era la idea de la integración latinoamericana y caribeña. El primero, con una visión unificadora de los pueblos liberados, y el segundo, con una perspectiva geopolítica y del nuevo orden mundial. Es claro: una importante referencia fue el Congreso Anfictiónico de Panamá de 1826, convocada por el Libertador con el fin de buscar la unión de los estados de América Latina en base a los virreinatos.
“Chávez echa mano de esto para darle fundamento a una actuación (latinoamericana) soberana en el terreno internacional. Habla de la integración de los pueblos”, sostiene Muñoz. Lo siguen otras naciones: Bolivia de Evo Morales, Ecuador de Rafael Correa, el Frente Sandinista (FSNL) de Nicaragua, de Daniel Ortega. Esto abre la puerta a asociaciones regionales como el ALBA o la Celac, esta última, incluyendo a países con gobiernos no necesariamente de izquierda.
Parte de esta integración ‘bolivariana’ que propugnaba se explica, para algunos estudiosos, en su política de apoyo económico: a Argentina le compró bonos de la deuda, a Nicaragua la subvencionó con petróleo, a Bolivia, la apoyó con las campañas sociales del ALBA. “La política de apoyo económico por el soporte del petróleo era principalmente lo que hacía digerible el discurso bolivariano, la integración que proponía el chavismo se basaba de cosas más reales, tangibles que un discurso”, analiza César Puerta, historiador y politólogo, catedrático de la PUCP.
ANTIIMPERIALISMO: REAL O ESTRATÉGICO Si Bolívar enfrentaba al imperialismo español, Chávez siempre vio un enemigo en lo que llamaba el “imperialismo yanqui”.
La idea de Bolívar se basaba en el marco de las contradicciones del siglo XIX en las relaciones norte y sur. Entre los países opresores y los oprimidos. En el tiempo que le correspondió, impulsó la unidad de los pueblos latinoamericanos con el propósito de proteger a los nacientes estados de las apetencias de España y otras potencias europeas, del naciente hermano mayor del norte (EE.UU.), de utilizar, invadir y maltratar la soberanía de los jóvenes estados tras la independencia.
En su tiempo, Chávez siempre tuvo relaciones ásperas con Estados Unidos y su modelo económico, a quien criticaba en las propias asambleas neoyorquinas de la ONU. Llamó sin reparos “diablo” a George W. Bush, por las guerras que Washington protagonizaba en Medio Oriente por el dominio del petróleo. Expulsó a diplomáticos estadounidenses acusándolos de conspirar contra él en el golpe de Estado del 2002. No cesó de denunciar la política “intervencionista” de Estados Unidos en Latinoamérica logrando adhesiones de otros países en la región.
Analistas económicos dijeron que fue Chávez el padre del fracaso del ALCA (Área de Libre Comercio de las Américas), un fenecido acuerdo impulsado por EE.UU. para liberar a todo el continente de aranceles que se contrarrestó con la creación del ALBA.
A Chávez nunca le interesó buscar una reconciliación con Washington, ya que eso hubiera debilitado su base de apoyo electoral, diría un analista del instituto CSIS de Estados Unidos.
LIDERAZGO Y CONTINUIDAD Las enormes personalidades de Bolívar y Chávez tal vez hayan sido la mayor debilidad de ambos íconos.
El primero lideró a la Gran Colombia, estado que existió entre 1821 y 1831, con la idea final de unificar a todos los pueblos americanos libres del yugo imperial de España bajo su mandato vitalicio (esto ya generaría desacuerdos). Este estado no sobrevivió a Bolívar. Muy enfermo y traicionado por sus aliados, falleció joven, a los 47 años (1830). Aquel estado se partió en la Colombia actual, Venezuela, Ecuador y en zonas geográficas que volvieron al Perú. No apareció un continuador de sus ideas, al menos en el tiempo inmediato.
Volviendo al siglo XXI y en lo que a este respecta, “la alianza que propugnó Chávez, basada en el aporte económico de Venezuela a sus aliados, enfrenta un reto muy difícil en su ausencia”, considera el profesor de historia y ciencias sociales Héctor Maldonado, de la UNMSM. “Hay una incertidumbre sobre si Maduro logrará concertar a las fuerzas de Chávez, sin Chávez, para continuar esta política del petróleo en un país que sostiene cambios”, indicó.
Pese los logros concretos en la lucha contra la pobreza en su país, como reducirla 20% puntos en los últimos años (CEPAL), la situación dentro del país no es fácil: una serie de medidas han devaluado seriamente la moneda. La inflación, por años, ha sido la más alta de la región. El déficit fiscal es del 20% del PIB, unos 70.000 millones de dólares. No menos importantes son las señales de desabasto alimentario. Ya no está el Chávez que lo explica todo. Curiosamente, también la muerte acabó con su mandato.
Pero también es innegable el legado político del hombre de la boina roja: deja el país con una cantidad demoledora personas involucradas en la política con 7 millones de militantes inscritos en el PSUV (el Apra, nuestro partido más grande, no llega al medio millón en población similar). La oposición a Chávez hay que decirlo también creció bajo el liderazgo del joven gobernador Capriles, el único opositor fuerte que tuvo.
Nicolás Maduro, el ‘delfín’ del comandante, promete sostener el modelo, de ganar las elecciones que se darán en los próximos 30 días. ¿Será el nuevo presidente del chavismo un continuador? ¿O se verá obligado a volverse un Khrushchev que ‘desestalinizó’ a la Unión Soviética que ‘deschavice’ al país llanero, como esperan algunos agoreros?
Comparables o no, el tiempo dirá si Bolívar y Chávez encuentran un nuevo paralelismo en sus particulares y apasionantes biografías. Por lo pronto, podemos asegurar que uno recibirá al otro en las páginas de la historia.