El ex gobernador del estado venezolano de Zulia y ex alcalde de Maracaibo, Manuel Rosales, sostuvo que los tiempos que vienen tras la muerte de Hugo Chávez son la hora de emprender un gran diálogo que cure las heridas y que permita ser viable y armónica de cara al futuro.
A continuación, la carta completa del político que pidió asilo en 2009 al Perú.
Ante el fallecimiento del presidente Hugo Chávez debemos demostrarnos a nosotros mismos, y al mundo entero, que somos capaces de escribir uno de los capítulos más cívicos de nuestra historia. Miremos en alto hacia el futuro, es necesaria una reflexión obligada por parte de todos.
La muerte nos despoja de pasiones y ante el mandato divino, con sentido de grandeza y de humanidad, entendemos el duelo que embarga a amplios sectores de la sociedad venezolana, a su equipo de trabajo, a sus amigos y especialmente a sus padres, hermanos, hijas e hijo que hoy lloran su ausencia.
Sin pretender ocultar nuestras profundas diferencias, aunque tuvimos algunas coincidencias en su visión de la justicia social, y ahora cuando culmina el viaje que lo condujo al ocaso de la vida, tomemos sus palabras después de su última batalla electoral en octubre de 2012, y con el espíritu de luto nacional, para iniciar un gran diálogo que cierre las brechas abiertas por las divisiones que tanto daño han hecho al país.
Es la hora de emprender un gran diálogo que cure las heridas y que permita ser viable y armónica a nuestra Venezuela de cara al futuro, que no es otra cosa que el deseo del pueblo que quiere alcanzar un clima de paz y entendimiento.
Venezuela nos reclama prudencia, respeto, patriotismo y sobre todo amor por el país y sus instituciones. Somos venezolanos amantes de la paz y la justicia, sin desmedirnos y respetuosos del adversario, pero sin ablandarnos en nuestras convicciones.
La Constitución de la República nos muestra el camino, y el deber de las instituciones es acatarla. Acompañamos las acciones y decisiones que se emprendan desde el gobierno nacional enmarcadas dentro de la legalidad, porque solo la vigencia de la Carta Magna garantiza un clima de libertades y bienestar en el país.
Es el tiempo de construir una nueva convivencia, partiendo del respeto y el reconocimiento entre todos los hijos de la tierra de Bolívar. Nada vale tanto y cuesta menos que las demostraciones de respeto y consideración al otro, sobre todo en momentos de incertidumbre y dolor.
Es la hora de la Patria.