FERNANDO RAVSBERG BBC Mundo, La Habana

El camino a la compra de un vehículo en Cuba es una larga y sinuosa autopista llena de procesos burocráticos complejos, enredados y caros.

La Odisea se inicia con La Carta, una autorización del gobierno para que el concesionario pueda venderles uno con 100.000 km rodados.

Para obtener La Carta, un cubano deberá demostrar que tuvo suficientes ingresos en divisas, para lo cual necesita otra carta del banco certificándolo. Los campesinos, los trabajadores por cuenta propia y la mayoría de los médicos quedan excluidos aunque demuestren solvencia.

Sin embargo, desde abril el gobierno cubano ha dejado de vender automóviles a los ciudadanos autorizados a comprarlos por razones que no han sido explicadas. Pero como consecuencia se cerró el único mecanismo por el cual un cubano podía adquirir un vehículo usado-moderno.

La otra opción es comprarle a un particular, para lo que hace dos años se eliminó el requisito de la Carta. Sin embargo, ese mercado no resulta muy atractivo porque se venden fundamentalmente autos de los años 40 o 50.

Para evitar que los ciudadanos logren saltarse las prohibiciones, las autoridades se han inventado matriculas diferentes, creando mercados estancos en los que un diplomático no puede vender su auto a un periodista, ni éste a una empresa extranjera y ninguno de ellos a un cubano.

¿POR QUÉ LOS CUBANOS…? Miles de cubanos músicos, marinos mercantes, diplomáticos, artistas, etc. poseedores de La Carta están muy preocupados porque se dejó de vender automóviles sin explicar por qué. El temor radica en que el documento solo tiene dos años de vida burocráticamente útil.

El cantautor Erick Sánchez es uno de ellos y me cuenta que tendrá que reiniciar todos los tramites porque su Carta es la número 1088, ya tiene un añito y pico largo, se vence el 1º de febrero de 2014. Desde el 27 de abril no venden nada y además no dan ninguna explicación.

Pero aunque Erick no lo crea, él es un privilegiado: ya tiene el documento en sus manos. Daniel Silva nos cuenta la historia de un científico prominente, que presentó la solicitud hace un año y aún no le dan su Carta a pesar de que el Ministerio de Transporte tenía 60 días hábiles para emitirla.

Una vez que tienen La Carta, los cubanos van a una empresa del Estado, donde llegan los automóviles que han sido dados de baja por las agencias de alquiler para turistas, también estatales. Allí compran uno de los que esté a la venta cuando les llegue su turno, teniendo en cuenta que los mejores se reservan para los que dan propinas.

Nadie responde cuando el curador de arte Jorge Gómez se pregunta: ¿Por qué los cubanos no podemos ir a una agencia y comprarnos un auto, nuevo o de segunda mano?, ¿por qué necesitamos permisos, cartas, trámites absurdos e innecesarios emitidos por burócratas que sí tienen auto?.

UNOS SÍ, OTROS NO Durante décadas un cubano sólo podía acceder al carro por méritos extraordinarios o si le llegaba adosado al cargo. La venta de automóviles estaba prohibida, por lo que estas se realizaban solo de palabra, sin cambiar en los papeles el nombre del propietario.

Cuando el gobierno de Raúl Castro autorizó la compraventa entre cubanos sin Carta, muchos aprovecharon para legalizar las transacciones que se hicieron durante la prohibición. Sin embargo, el apetito por vehículos sigue siendo más grande que la oferta disponible.

El tema es tan sensible que hace dos años le costó el cargo al Ministro del Transporte cuando este autorizó la importación a particulares. Los recientes cambios en el manejo del tema mantienen la mayoría de las limitantes e incorporaron algunas nuevas.

Es un misterio por qué un músico de salsa puede tener La Carta y un campesino no, aunque este último demuestre mayores ingresos legales. O por qué los extranjeros residentes solo podrán comprar dos automóviles durante toda su estancia, dure ésta un mes o 50 años.

También está prohibido realizar transacciones cruzadas entre extranjeros, periodistas, cubanos o empresas foráneas, con lo que el mismo automóvil adquiere precios que oscilan desde US$4.000 hasta US$30.000, dependiendo del mercado en que se venda.

NO ES UN CHISTE El asunto ha despertado la hilaridad del humorista Luis Silva, quien escribió una invitación al cumpleaños de su Carta. No le costó mucho trabajo, se limitó a describir una realidad macondiana que no necesita exagerarse para hacer reír a los cubanos.

La gran demora se debe a que hay miles de Cartas y solo aparecían 200 autos por semana, además algunos se saltaban la cola con propinas de US$500 a los empleados del concesionario. Ese problema sí está resuelto: ya no le venden vehículos a nadie.

El que tuvo la suerte de comprar un carro moderno-usado y aún tiene dinero lo remotoriza. En las mismas empresas estatales por US$ 4000 aparece un motor diesel en buen estado y con otros US$1.000 de propina se puede aspirar a uno 0 km, sin hacer la cola.

Los concesionarios de Peugeot, Mercedes Benz o Fiat esperan pacientes a que un día la totalidad de la población tenga derecho a comprar vehículos pero por ahora solo les permiten vender a empresas del Estado, extranjeras o algunos autorizados muy especiales.

El comercio automotriz en Cuba sigue sumido en el caos, el mercado negro, las ilegalidades, la corrupción, la injusticia, la desigualdad de derechos entre los ciudadanos y la especulación. Parecen los efectos lógicos de tantas prohibiciones inexplicables e inexplicadas.