El papa Francisco reconoció este sábado que deberá reducir su ritmo de viajes o hacerse “a un lado”, al término de una visita de seis días a Canadá en la que se le vio agotado y en silla de ruedas.
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“No creo que pueda mantener el mismo ritmo de viaje que antes. Creo que a mi edad, y con estas limitaciones, tengo que guardar un poco mis fuerzas para poder servir a la Iglesia, o por el contrario pensar en la posibilidad de hacerme a un lado”, dijo Francisco, de 85 años, en una rueda de prensa en el avión que lo lleva de regreso al Vaticano.
Francisco, que sufre de problemas en una rodilla, se movió con mucho esfuerzo y tuvo que utilizar casi siempre una silla de ruedas durante su permanencia en Canadá.
“Honestamente no es una catástrofe. Se puede cambiar de papa. Se puede cambiar. No es un problema”, añadió al hablar de sus problemas de salud.
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“Creo que debo limitarme un poco, con estos esfuerzos”, dijo el papa, que repitió que la puerta está “abierta” a una posible renuncia.
El pontífice confesó que consideraba su viaje a Canadá una suerte de “test” para evaluar si mantener su agenda de desplazamientos, que incluyen Kazajistán en septiembre, y si es posible Ucrania así como República Democrática del Congo y Sudán del Sur.
“Buscaré seguir haciendo viajes y estar cercano a la gente, porque creo que la cercanía es un modo de servir”, dijo.
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