El papa Francisco resaltó hoy el valor de la castidad en las religiosas, pero dijo que esa castidad debe ser fecunda, una castidad que genere hijos espirituales para la Iglesia, y que las monjas deben ser madres y no solteronas.
El pontífice hizo estas manifestaciones ante 800 religiosas, pertenecientes a diferentes órdenes, que han asistido a la asamblea plenaria de la Unión Internacional de Superioras Generales (UISG), a las que recibió en el Vaticano y ante las que dijo que la pobreza teórica no sirve a la Iglesia, y denunció el afán de éxito de algunos hombres y mujeres de la Iglesia.
RESALTÓ VOTOS DE RELIGIOSAS Francisco se refirió a la obediencia, la pobreza y la castidad, los tres votos de las religiosas, y afirmó que la obediencia es escuchar la voluntad de Dios. Sobre la castidad dijo que es un carisma, que amplía la libertad de la entrega a Dios y a los demás con la ternura, la misericordia y la cercanía a Cristo y muestra como el afecto tiene su lugar en la libertad madura.
Pero por favor, una castidad fecunda, una castidad que genera hijos espirituales en la Iglesia. La consagrada es madre, tiene que ser madre y no solterona. Perdónenme si habló así, pero es importante esta maternidad de la vida consagrada, esta fecundidad, subrayó.
El papa les puso como modelo a la Virgen María y dijo que no se puede entender a María sin la maternidad y ustedes añadió son íconos de María y de la Iglesia.
POLÉMICA CON CONFERENCIA DE RELIGIOSAS Francisco dijo también a las monjas que tienen que sentirse Iglesia y que tienen que cuidar que sus congregaciones estén en sintonía con la sana doctrina de la Iglesia.
En esas palabras, los observadores vaticanos vieron una referencia al caso de la Conferencia de Líderes Religiosas Femeninas (LCWR) de EE.UU., a las que el Vaticano ha impuesto un supervisor, tras censurar sus avanzadas posiciones en temas éticos, con apertura en temas como el aborto, la contracepción, la homosexualidad, la eutanasia y afirmaciones de feminismo radical incompatibles con la enseñanza católica.
El Vaticano encargó al arzobispo de Seattle (EE.UU.), Peter Sartain, que investigara la situación creada y preparara la reforma del organismo, el documento al que el papa Francisco dio recientemente su visto bueno.