ANDREA LÓPEZ CRUZADO

El 22 de noviembre de 1963, Johanna de Bonte estaba en el colegio cuando un anuncio alteró su jornada escolar: “Le dispararon al presidente”, escuchó a alguien decir a través del parlante de su secundaria en Nueva Jersey. Poco después, un segundo aviso propagó la noticia que terminó desestabilizando un país entero durante meses: John F. Kennedy, el hombre más joven en ser elegido presidente de Estados Unidos, había muerto a los 46 años.

Para De Bonte y los de su generación, aquel viernes trágico, de hace 50 años, es un recuerdo indeleble. “Todos, absolutamente todos, estábamos llorando”, cuenta la jubilada a El Comercio. Hoy, ella vive a las afueras de Washington. “Es algo que nunca olvidas”, dice.

El presidente número 35 de Estados Unidos, el único católico en ocupar la Casa Blanca, estaba al final de su tercer año en el poder; y aunque no había oficializado su candidatura a una reelección, se esperaba que volviera a postularse y que ganara de nuevo.

El 21 de noviembre, Kennedy y su esposa Jacqueline emprendieron una gira por Texas. Al día siguiente, llegaron a Dallas y en una limusina descapotada iniciaron un trayecto que debía durar unos 16 kilómetros hasta un edificio comercial en el centro de la ciudad, donde el presidente iba a dar un discurso. Sin embargo, cerca de las 12:30 de la tarde, al pasar por el Depósito de Libros Escolares de Texas, sonaron unos disparos. Dos balas alcanzaron al presidente: una en el cuello y otra en la cabeza. Kennedy fue declarado muerto a la 1:00 p.m.

En menos de una hora, la policía detuvo e identificó como autor del crimen a Lee Harvey Oswald, un trabajador del depósito de libros. Sin embargo, el domingo 24 de noviembre, cuando iba a ser trasladado a la cárcel, Jack Ruby, quien operaba un club nocturno en Dallas, le disparó a quemarropa. Oswald murió dos horas después.

“Eso hizo a todos sospechar”, relata De Bonte sobre la sorpresiva muerte de Oswald. El sospechoso había declarado en televisión que las autoridades le dijeron que lo habían detenido por la muerte de un policía, que no lo habían acusado del asesinato de Kennedy y que lo interrogaron sin la presencia de un abogado.

Una semana más tarde, en un intento por devolverle la estabilidad al país, Lyndon B. Johnson, quien pasó de vicepresidente a presidente en cuestión de dos horas, nombró una comisión para investigar el asesinato de Kennedy.

Guiada por la investigación del FBI, la llamada Comisión Warren, encabezada por Earl Warren, presidente de la Corte Suprema, concluyó al cabo de 10 meses que Oswald actuó solo, y que disparó tres veces desde una ventana del sexto piso del depósito de libros. Un disparo había sido fallido, y de los otros dos que impactaron al presidente, uno también alcanzó al gobernador de Texas, John Connally, quien acompañaba a los Kennedy en la limusina y sobrevivió al ataque.

TEORÍAS DE LA CONSPIRACIÓN Sin embargo, si la muerte repentina del supuesto asesino de Kennedy hizo al pueblo estadounidense sospechar que había algo más detrás del fallecimiento de su presidente, un borroso video de 26 segundos ha alimentado por 50 años diversas teorías alrededor del caso.

El día que mataron a JFK, Abraham Zapruder, un empresario textil, salió como muchos otros a la Plaza Dealey a ver pasar la caravana presidencial. Con una cámara casera, el comerciante se dispuso a grabar el paso del presidente y terminó documentando la muerte del hombre más poderoso del mundo.

La cinta se convirtió en el material más gráfico del asesinato y quizá el video casero más importante de la historia. La revista “Life” pagó a Zapruder US$150.000 por los derechos de impresión de la cinta y publicó varios cuadros de la grabación. Sin embargo, a pedido de Zapruder, “Life” omitió el cuadro 313, porque al empresario le producía pesadillas y no quería cargar al resto del país con el mismo trauma ni ofender a los Kennedy. El cuadro mostraba el momento en que una bala hace explotar el cerebro del presidente.

Los estadounidenses no vieron el video completo hasta 12 años después, cuando fue transmitido en 1975 en el programa del periodista Geraldo Rivera, “Good Night America”, de la cadena ABC.

La conmoción generada por las imágenes dio pie a nuevas investigaciones por parte del Gobierno, que destaparon, entre otras cosas, planes de la CIA para contratar a integrantes de la mafia para asesinar a Fidel Castro, lo que le habría dado al líder cubano razones para querer matar a Kennedy. También se conoció que Oswald era un simpatizante del comunismo y que había pasado tiempo repartiendo volantes a favor de Castro en las calles de Nueva Orleans.

En setiembre de 1963, Oswald viajó a México y acudió a la embajada cubana para solicitar una visa de tránsito en un supuesto intento por llegar a Rusia. Sin embargo, La Habana negó su pedido, y argumentó que primero debía obtener la visa soviética, que tampoco consiguió, pese a que vivió en Minsk por dos años. Según el testimonio de su esposa recogido por la Comisión Warren, la intención real de Oswald era “llegar a Cuba como sea”.

“Las actividades de Oswald ligadas a Cuba generan serias preguntas sobre hasta qué punto el asesinato fue motivado por su deseo de ayudar al régimen de Castro, al que el presidente Kennedy tanto criticaba abiertamente”, sostuvo el informe de la Comisión Warren.

La teoría de la conspiración volvió a cobrar fuerza en 1991, cuando el cineasta Oliver Stone utilizó la cinta de Zapruder en su película “JFK”. La renovada indignación del pueblo estadounidense impulsó al Congreso a crear en 1992 la Ley de los Archivos del Asesinato del Presidente John F. Kennedy, que ordenó que todo el material ligado al asesinato fuese guardado en una sola colección en los Archivos Nacionales.

Desde entonces, el Gobierno ha reunido más de 5 millones de páginas, fotografías, cintas y grabaciones. En 1999, también compensó a la familia Zapruder con US$16 millones por la adquisición forzada de su cinta. Aun así, y pese a que la ley de 1992 ordenó la desclasificación expedita de los materiales recogidos, 21 años después, más de 50.000 documentos relacionados al asesinato del presidente Kennedy aún se mantienen en secreto.