La videollamada que tuvieron esta semana los presidentes de Estados Unidos y Rusia, Joe Biden y Vladimir Putin, no parece haber menguado la retórica confrontacional y de amenazas sobre lo que ocurre en la frontera ucraniana. Al contrario, parece haberla atizado.
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Ambos mandatarios dialogaron durante dos horas, en los que el tema central fue Ucrania. El estadounidense le advirtió que cualquier invasión podría acarrear más sanciones económicas, y el ruso exigió garantías para que la OTAN cese sus avances militares en los países fronterizos.
Hace semanas, Ucrania denunció que tenían información de una potencial invasión rusa en su territorio a través de la región del Donbás, la misma que podría concretarse entre enero y febrero. Además, la inteligencia estadounidense ha señalado que entre 70 y 90 mil soldados rusos ya están apostados en la frontera este entre Rusia y Ucrania, pero que podrían movilizarse próximamente hasta 175 mil.
Los rusos no han negado el despliegue de tropas, pero han dicho que forman parte de ejercicios de rutina y que tienen todo el derecho de hacerlo dentro de su territorio.
“La información difundida en los medios sobre los supuestos preparativos para un ataque de Rusia contra Ucrania es una mentira”, dijo este jueves el jefe del Estado Mayor de las Fuerzas Armadas de Rusia, el general Valeri Guerásimov en una reunión con agregados militares extranjeros. Y agregó que la OTAN “presta demasiada atención a los desplazamientos de tropas dentro de Rusia”.
Para Moscú, es la alianza del Atlántico Norte –con Estados Unidos a la cabeza– la que está atizando las tensiones debido al aumento de ejercicios militares cerca de sus fronteras y del constante apoyo logístico y militar que le da a Ucrania, una exrepública soviética que anhela adherirse a la OTAN y que se ha convertido en el rival principal de Rusia.
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“Las entregas de helicópteros, vehículos aéreos no tripulados y aviones a Ucrania están empujando a las autoridades ucranianas a tomar medidas firmes y peligrosas”, agregó. Y fue más allá: “Se reprimirá cualquier provocación de las autoridades ucranianas”.
El viceministro de Relaciones Exteriores ruso incluso dijo que Ucrania se estaba arriesgando a repetir la crisis de los misiles de Cuba en la década de 1960, que puso a Moscú y Washington al borde de una grave confrontación en los años más gélidos de la Guerra Fría.
Las “líneas rojas” de Putin
“Rusia está alerta y Estados Unidos está alerta porque Rusia está moviendo sus tropas, y Ucrania está pidiendo ayuda a miembros de la OTAN. Entonces, el tema es muy complicado y delicado porque ahorita Ucrania se está enfrentando a esta confrontación entre Moscú y Washington, pero en su propio territorio”, comentó a El Comercio hace unos días la analista mexicana Aribel Contreras, especialista en política exterior.
Putin ya ha señalado que hay “líneas rojas” que no se deben cruzar, como las botas de soldados occidentales cerca de suelo ruso. ¿Pero le conviene al líder del Kremlin enfrascarse en una guerra?
Como señalan los analistas Samuel Greene y Graeme Robertson en “The Washington Post” –que además tuvo acceso a los informes de inteligencia sobre el despliegue ruso en la frontera- una invasión a gran escala en Ucrania no sería lo más conveniente para el líder ruso.
“Es cierto que la anexión de Crimea le dio a Putin cuatro años de estratosféricos índices de aprobación de más del 80%, incluso cuando la economía rusa se hundió. Sin embargo, una invasión a gran escala de Ucrania sería muy diferente. Involucraría un gran número de tropas rusas regulares, además de miles de reservistas y mercenarios, muchos de los cuales morirían. Traería sanciones inmediatas y radicales a una economía que ya está luchando para hacer frente a la pandemia y la inflación, en un momento en que el 44% de los rusos ya dice que el país va en la dirección equivocada”, afirman.
Una guerra sin solución
La región del Donbás, al este de Ucrania, sabe desde el 2014 que la guerra no es una amenaza, sino que la viven día a día. Aquel año, la península de Crimea fue anexada por Rusia, en un hecho que provocó una ola de sanciones contra Moscú. Poco después, separatistas prorrusos –con apoyo político y militar del Kremlin– se enfrascaron en una confrontación con el ejército ucraniano, en un conflicto que sigue en pie y está lejos de solucionarse.
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Con el transcurrir de los años, los militares ucranianos han aumentado su poder militar con apoyo de la OTAN, algo que disgusta particularmente a Putin, que considera una amenaza la presencia de soldados occidentales cerca de su zona de influencia.
En su entrevista del martes con Joe Biden, el presidente ruso exigió “garantías jurídicas” que excluyeran la posibilidad de que Ucrania se adhiriera a la OTAN, acusando a los occidentales de traicionar su promesa del fin de la Guerra Fría de no ampliar la alianza hacia el este.
Putin sabe que una guerra con Ucrania podría afectar aún más la economía rusa, sobre todo porque aún no entra en operaciones el gasoducto Nord Stream 2, que llevará energía desde Rusia directamente hacia Europa y significará una importante entrada de recursos al país pero que podría suspenderse por presión de Estados Unidos. Por ahora, las amenazas de ambos lados siguen siendo el mejor negocio.
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