El presidente electo de Estados Unidos, Joe Biden, superó este miércoles los 5 millones de votos de ventaja sobre Donald Trump en las elecciones de la semana pasada, mientras el mandatario saliente trataba de deslegitimar su victoria y utilizaba como arma el poder del Gobierno federal.
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Con 77,4 millones de papeletas a su favor frente a las 72,3 millones que acumula Trump, Biden amplió aún más su margen de victoria, que le convierte en el candidato presidencial más votado de la historia.
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Esos sufragios también le convierten en presidente electo conforme al sistema del Colegio Electoral, según los pronósticos de los principales medios, que hicieron la proyección cuando quedó claro que Biden llevaba una ventaja insuperable en el número de estados suficiente para garantizarle la Presidencia.
RECUENTO A MANO EN GEORGIA Y ALASKA PARA TRUMP
Trump, sin embargo, se ha negado a reconocer la derrota y ha denunciado sin pruebas un fraude electoral, con una estrategia legal que tiene pocas perspectivas de éxito, como reconocen en privado sus principales asesores.
El mandatario se anotó este miércoles los tres delegados de Alaska en el Colegio Electoral, lo que eleva a 217 la cifra de compromisarios que tiene garantizados según ese sistema, muy lejos de los 270 que se necesitan para ganar.
Para anular el liderazgo de Biden, que ya acumula 290 delegados, Trump tendría que demostrar fraude ante los tribunales y dar la vuelta a los resultados no solo en uno, sino en múltiples estados clave, algo extremadamente improbable.
Las autoridades del estado de Georgia, donde los medios aún no han proclamado un ganador pero Biden lleva una ventaja de apenas 14.000 sufragios, dieron este miércoles una pequeña buena noticia a Trump al anunciar que harán un recuento a mano de los más de 5 millones de votos emitidos en el territorio.
“Eso ayudará a construir confianza” en el resultado, afirmó el secretario de Estado de ese estado sureño, Brad Raffensperger, en una rueda de prensa.
Ese recuento a mano, que tendrá que completarse antes del 20 de noviembre, es un paso sin precedentes en la historia de Georgia, un estado tradicionalmente republicano, pero incluso si resultara en una poco probable victoria para Trump, aún le quedaría un largo trecho para llegar a los 270 delegados.
Una asesora legal de la campaña de Trump, Jenna Ellis, confió este miércoles en una entrevista con Fox Business en que las demandas puedan resolverse “a lo largo de las próximas dos semanas”, antes de que los estados clave tengan que certificar a un ganador de las elecciones.
TRUMP EMPUÑA EL PODER DEL GOBIERNO
Ante las ínfimas perspectivas de esa estrategia legal, Trump ha decidido utilizar también su poder en el Gobierno federal para dificultar la transición, diez semanas antes del previsto relevo que se producirá el 20 de enero.
El paso más alarmante para muchos lo dio Trump este martes, cuando continuó su purga del Pentágono después de haber despedido el lunes a su titular, Mark Esper, y pasó a colocar en la cúpula civil del Pentágono a tres de sus aliados.
La maniobra es un intento de marcar músculo en el Departamento de Defensa y, según fuentes consultadas por la cadena CNN, una represalia contra Esper y su equipo por oponerse a una posible retirada prematura de Afganistán, que Trump ha prometido para Navidad.
Los rumores en Washington apuntan a que Trump puede estar preparándose para más despidos en su equipo de seguridad nacional, incluidos posiblemente los del director del FBI, Christopher Wray; y la directora de la CIA, Gina Haspel.
VIENTOS FRÍOS EN LA CIA Y EL FBI
Esta última recibió este martes un espaldarazo del líder de la mayoría republicana en el Senado, Mitch McConnell, quien se reunió con ella en Washington, según CNN; y de otro destacado senador conservador, John Cornyn.
“La inteligencia no debería ser partidista”, advirtió en un tuit Cornyn, en respuesta a los seguidores de Trump que aseguran que Haspel no ha ayudado suficientemente al presidente en sus guerras políticas.
Mientras, algunos demócratas están preocupados por otro movimiento: la transición de Michael Ellis, un funcionario afín a Trump en el Consejo de Seguridad Nacional de la Casa Blanca, a la Agencia de Seguridad Nacional (NSA), donde es el nuevo abogado general.
Ese cambio implica que Ellis es ahora un empleado civil del Gobierno, y no un cargo político, y dificulta su despido una vez que Biden llegue al poder en enero, según fuentes demócratas consultadas por CNN.
Mientras, la Administración de Servicios Generales (GSA), cuya directora Emily Murphy fue nominada por Trump, no ha certificado aún la victoria de Biden, lo que impide a su equipo acceder a recursos y a las agencias gubernamentales para preparar la transición.
Biden minimizó este martes ese hecho, al asegurar que podrá prepararse incluso sin esos recursos, y este miércoles guardó silencio sobre el tema, porque tanto Trump como él dedicaron el día a homenajear a los excombatientes del país con motivo del Día de los Veteranos.
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