Parece lo mismo, pero es diferente. Otra vez el tenis femenino tendrá una nueva campeona de Grand Slam. La número 28 de los últimos quince años. Asombroso si se toma en cuenta que solo ocho hombres han levantado trofeos de los grandes en el mismo tiempo. El Big Three (Roger, Rafa y Nole) ha dejado poco para los demás. En las mujeres, en cambio. la repartición ha sido plural. No es frecuente que alguna de ellas repita campeonatos. Lo común, en la última década, es que aparezca una reina, gobierne efímeramente, y después ceda el trono. En este US Open la tendencia ha sido similar en apariencia: ninguna de las tenistas que llegó a cuartos había ganado antes un título grande y tampoco ninguna de las que arribó a semis había siquiera llegado a una final. La diferencia es que esta vez entre las cuatro mejores hay dos chicas realmente jóvenes. Emma Raducanu (18) y Leylah Fernández (19), las finalistas, son parte de la marea que viene a arrasar con todo. Esta vez quizás no, pero pronto.
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Ellas encabezan el recambio generacional del tenis femenino. Las dos son estampas representativas de un mundo globalizado. Raducanu de padre rumano y madre china nació en Toronto, pero a los dos años emigró con su familia al Reino Unido. Este es apenas su cuarto torneo profesional y ya es la primera jugadora proveniente de la qualy que disputa una semifinal de Grand Slam en la Era Abierta. Su victoria frente a Bencic, campeona olímpica hace un mes, pareció un mero un trámite. La naturalidad con que golpea la pelota es impresionante. Antes de este Abierto, Raducanu era la 150 del ranking mundial. Un prodigio al que habrá que acostumbrarnos.
La otra animadora del torneo también nació en Canadá pero en la francófona ciudad de Montreal. Su padre, un ex jugador de futbol ecuatoriano de madre peruana y su esposa de ascendencia filipina insistieron en que siguiera jugando cuando fue expulsada del programa de tenis canadiense. Jorge, su papá, desde su empírico conocimiento del deporte blanco decidido entrenarla con magníficos resultados. Ganó Roland Garros en juveniles y ya está lista para dar el gran salto en el tenis adulto. Batalladora, dúctil y con una facilidad sorprendente para conseguir ángulos con su derecha o su revés, Leylah sabe que el futuro está de su lado
Junto a ellas hay otro grupo de jóvenes que se están haciendo espacio en la WTA. Algunas como Andreescu ( 21) o Swiatek ( 20) ya han ganado una corona importante, pero hay otras como Sabalenka ( 22) Gauff ( 17), y Ribakyna (22) que quieren aprovechar el sabático de Osaka y la irregularidad de Barty para dar el gran salto.
Naomi Osaka llamada por su talento a gobernar durante esta década, se ha convertido en una princesa triste. Al poeta Rainer María Rilke le ofrecieron sesiones de psicoterapia para tratar sus problemas emocionales. Se negó diciendo “no me quiten mis demonios porque mis ángeles podrían también abandonarme”. La distimia, el trastorno que padece Naomi, no es inhabilitante ya que sigue siendo funcional, pero su depresión es persistente, y es muy probable que además de tratamiento psicológico requiera medicina. ¿Afectará su tenis? De momento, subida de peso y sin su combatividad habitual cayó en tercera ronda en la Gran Manzana. “Si gano un juego siento alivio no alegría, y si lo pierdo muchísima tristeza” confesó Osaka antes de abandonar el tenis por tiempo indefinido.
Distanciarse unos meses, a veces surte efecto. Ashley Barty otra de las pocas campeonas que ha logrado imponerse en más de un grande en los últimos años, debió divorciarse de las raquetas, para poder reencontrar el entusiasmo extraviado. Durante ese lapso se entregó a su otra pasión deportiva: el cricket. Cuando le tocó regresar, año y medio después, lo hizo fortalecida. En julio, la australiana ganó Wimbledon y alcanzó la primera posición del ranking.
Más allá de estos dos casos en que la salud emocional afectó el rendimiento de las tenistas, es insólita la poca consistencia de las jugadoras de élite de la WTA para mantenerse en la cúspide. Que lejanas parecen las épocas en que Navratillova, Graff o las Williams dominaban el circuito. Hoy las mejores se prestan el cetro con inusual frecuencia. Eso, sin embargo, parece que está por cambiar, savia nueva ha llegado al tenis femenino. Las jóvenes hijas de la globalización quieren hacerse cargo. El sábado tendremos una campeona nueva, y la pregunta que cabe hacerse es si luego de su ascenso podrá sostenerse allá arriba. Por lo pronto, lo único seguro es que en “La ciudad que nunca duerme una tenista podrá, al fin, cumplir su más hermoso sueño.
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