Y sí, febrero fue el mes más largo. Decenas de miles de personas sufren por tener a sus familiares sin oxígeno o cama UCI. Hay demasiados muertos y sabemos que vienen más. Si a eso le sumamos el ‘vacunagate’, escándalo con ramificaciones cada vez más oscuras, quizás las únicas certezas que hoy tenemos los peruanos son las del abuso y el desamparo.
En vísperas del bicentenario, el lema de la Nación frente al Estado –y al poder en general– podría ser “no creas, no confíes”. Y, por supuesto, esto se aplica en primerísimo lugar a cómo nos sentimos frente a las elecciones venideras.
Primero, por lo obvio: la oferta electoral es tan diversa como menesterosa. Nadie entusiasma a muchos. Si hace unos meses, para ganar la primera vuelta, se debía aspirar a un 20%, en la foto de hoy, pasar del 10% es para mandarse a hacer la banda.
Cómo entusiasmarnos si muchos de los candidatos ni siquiera han podido llenar los formularios con corrección (en su doble acepción). Centenas de los congresales han salido de contienda por ello. Y uno de los que quedó en lid, el inefable Martín Vizcarra, lo logró –según ha detallado Ricardo Uceda– con no poca ayuda del Jurado Nacional de Elecciones.
De nada le sirvió. Luego de su “valiente” gesto de vacunarse, terminará acusado constitucionalmente –probablemente con votos unánimes del Congreso– y quizás no pueda nunca más aspirar a un cargo público; una sanción que, a estas alturas, podría ser la menos grave de las que lo esperan. El argumento en su defensa de su socio Daniel Salaverry, “¿qué político no ha mentido? El que no lo haya hecho que tire la primera piedra”, no parece que vaya ayudarlo mucho.
Hay también tres aspirantes a presidente que aún tienen sus candidaturas en suspenso por su falta de competencia y/o seriedad para llenar un formulario. George Forsyth, que no supo discernir cuáles ingresos, y de qué año, debía consignar en su declaración obligatoria de rentas. Verónika Mendoza que deja más dudas que certezas al tratar de justificar qué bienes son suyos y cuáles no. Y Rafael López Aliaga, que solo declaró tres de sus múltiples empresas, porque no había sitio para más en el formulario.
Frente a ellos, Hernando de Soto que declara tener 15 doctorados, queda como el mejor de la clase. (¡Y pensar que hay destacados académicos que se queman las pestañas por cinco o más años para conseguir uno solo!).
Pero hay otra falla de origen que hace mucho más daño. No se pudo impedir que acusados por corrupción y de crímenes incluso peores, participen de las elecciones. La pasmosa lentitud de la justicia evitó que esos aspirantes presidenciales llegasen absueltos, o que no llegasen, por estar ya cumpliendo condena.
Keiko Fujimori, investigada por más de cuatro años y con fuertes indicios en su contra, ni siquiera ha sido acusada por el fiscal. Para Ollanta Humala ya pidieron 20 años de cárcel, pero ha pasado año y medio y el juez sigue en las preliminares del juicio.
También es aberrante la mera participación en las elecciones de Podemos Perú, partido que a todas luces fue inscrito con fraude. Más ofensivo aun es que José Luna, padre del engendro, vaya como número uno en su lista por Lima, pese a estar con detención domiciliaria. Para no desentonar con el partido que lo acoge, Daniel Urresti está en medio de un juicio por el asesinato de un periodista.
Hay, además, los que tienen problemas agudos de consistencia personal y valores muy “flexibles”. Son los del “vale todo” o “primero yo y los demás que arreen”. El más notorio, Julio Guzmán, abandonando a una señorita con la que festejaba el día del amor y huyendo de un incendio que ambos causaron. Ni metiéndose de bombero voluntario lograría que tamaña huida no lo persiga.
Ahí está también Salaverry esperando la acusación constitucional por introducirse con Photoshop en fotografías tomadas en Trujillo, para justificar viáticos para un viaje que no hizo. Qué decir de Yonhy Lescano, suspendido por cuatro meses como congresista por acoso sexual a una periodista. O Verónika Mendoza que usa el partido de Yehude Simon, procesado por corrupción y lleva en sus listas a uno de los condenados por el asesinato de cuatro policías en Andahuaylas. Ahorro espacio al no contar –por conocidas en exceso– algunas de las poco edificantes historias que rondan a César Acuña.
Ah, falta Pedro Castillo. Según la PNP, líder de la fracción del Sutep vinculada a Sendero Luminoso, quien postula por el partido de Vladimir Cerrón, ya que este no puede hacerlo por estar condenado por corrupción.
Entre todos ellos –y otros que no pasan del 1%– hay que encontrar al peor es nada. ¡Vaya chambita que tenemos!