Diferentes hechos dados a conocer en los últimos días sobre el ministro de Trabajo y Promoción del Empleo, Iber Maraví, hacen que su continuidad en el cargo, a estas alturas, no sea solo insostenible, sino también afrentosa. Porque, en honor a la verdad, los sucesos que pasaremos a resumir aquí y que lo vinculan con integrantes de Sendero Luminoso o con sus herederos del Movadef son tantos y tan graves que resulta difícil creer en coincidencias (aunque se suela decir que estas, en política, son inexistentes).
Anoche, la Unidad de Investigación de este Diario publicó extractos de dos expedientes policiales de atentados perpetrados por Sendero Luminoso en Ayacucho entre 1980 y 1982. En los atestados aparecen nombres como los de los terroristas Arturo Morote Barrionuevo, Edith Lagos y el actual titular de Trabajo, quien aparece como “no habido” con relación a presuntos delitos que implicaron incendios, asalto a mano armada, rebelión, terrorismo, falsificación de documentos y otros ilícitos penales… un expediente que difícilmente se pueda conciliar con los pergaminos que uno espera encontrar en un ministro de Estado. El destape, sin embargo, es apenas el elemento más reciente de una cadena de hechos que arrojan sombras sobre el funcionario.
Dos días atrás, “Panorama” difundió videos en los que se aprecia al integrante del Gabinete Ministerial como asistente de primera fila en un acto en el que se designó a Mery Coila dirigente del Conare-Sutep, la facción sindical del magisterio cuyos líderes pertenecen al Movadef (el brazo político de Sendero Luminoso) o cultivan una abierta cercanía a él. Coila es, precisamente, miembro del Movadef y Maraví, quien la semana pasada había negado ante la prensa tener vínculos con el Conare-Sutep y que llegó a retar a los reporteros a presentar pruebas de estos, aparece en las filmaciones acompañando los cánticos y consignas de los presentes en la ceremonia con el puño en alto, lo que habla de una participación bastante más comprometida que la de un ocasional curioso.
A esto, hay que agregar el hecho de que Maraví recibió el lunes de la semana pasada en la sede del ministerio que encabeza a René Durand Tacuche, Esperanza Yacupoma Cristóbal, Rodolfo Vásquez Castañeda, Celestino Rojas Isla e Hilso Ramos Cosme, todos ellos integrantes o adherentes del Movadef en su fallido intento de inscribirse como partido político en el 2011. Confrontado con esa información, el ministro Maraví declaró que él ignoraba que lo fuesen, pero la verdad es que, habida cuenta de su ya demostrada relación con el Conare-Sutep, la afirmación resulta inverosímil.
Tampoco conviene olvidar que, cuando postuló al Congreso en el 2006 en las listas de Avanza País-Partido de Integración Social, Maraví escribió que pensaba “usar el Parlamento con fines de agitación y propaganda de las luchas populares”. Y luego añadía: “La verdadera transformación vendrá de todas maneras, tarde o temprano, y no a través de las elecciones”. A declaración de parte, reza una vieja máxima legal, relevo de pruebas…
Tres semanas después de haber jurado el cargo, las vinculaciones o, cuando menos, indulgencias de ciertos integrantes del Gabinete que preside Guido Bellido (él mismo, como se sabe, investigado por las autoridades por los presuntos delitos de terrorismo y apología del terrorismo, y con una declarada admiración por la ya mencionada Edith Lagos) con Sendero Luminoso, con el Movadef o con la subversión ya resultan espeluznantes. Tanto que no es exagerado sostener que el presidente Pedro Castillo tiene que revisar la subsistencia de este equipo ministerial, empezando por la cabeza, Guido Bellido. De lo contrario, creemos, le tocaría al Congreso tomar cartas en el asunto, porque si algo debemos de tener claro con el caso del ministro Iber Maraví es que la presencia de un enemigo de la democracia en un cargo tan relevante en la estructura del Estado es sencillamente inaceptable.