Lola Castro, directora regional para América Latina y el Caribe del Programa Mundial de Alimentos (PMA), analiza la situación del Perú, donde el 51,7% de la población del Perú padece de inseguridad alimentaria, el porcentaje más alto de América del Sur. Resalta el consumo masivo de arroz fortificado como una de las principales estrategias para reducir la anemia infantil hasta 15% en diez años.
—¿Cuál es la definición de inseguridad alimentaria del PMA?
Cuando una persona no puede tener una dieta adecuadamente equilibrada cada día de su vida. Es decir, si una persona no puede comer tres veces al día una alimentación diversificada, entonces está en inseguridad alimentaria, porque no obtiene suficientes nutrientes para su desarrollo.
Necesitamos comer carbohidratos, grasas, proteínas y vegetales en nuestra dieta. Sobre todo es importante alimentarnos con comidas y productos frescos.
—¿Por qué el énfasis en comer productos frescos?
Porque uno de los mayores problemas de nutrición en Latinoamérica y el Caribe es el consumo elevado de productos ultraprocesados, que aumenta el daño a la salud.
—¿Cuáles son los principales indicadores de la inseguridad alimentaria en América Latina en este momento?
Tenemos una región que produce alimentos para casi mil millones de personas, es decir, que produce alimentos para más que la población de la región. Sin embargo, el problema es que tenemos la dieta diversificada más cara del mundo: cuesta 4,8 dólares al día por persona en promedio. Si no cuentas con ese dinero, no podrás comprar la canasta básica para alimentarte adecuadamente.
Esta es una de las mayores preocupaciones del PMA, porque ni siquiera con el salario mínimo en el Perú y la mayoría de países de Latinoamérica se puede comprar una canasta básica diversificada.
—¿A qué se debe que el costo de la dieta balanceada sea caro en nuestra región? ¿A la pandemia?
Sí. Aunque no parezca, continuamos en la recuperación post Covid-19. Latinoamérica y el Caribe sufrieron un problema de ingresos económicos, aumento de pobreza e inflación de precios de alimentos por el Covid-19, que aún no han bajado a las condiciones previas a la pandemia.
—En este grave panorama de la inseguridad alimentaria en la región, ¿cuál es la situación del Perú?
El Perú tiene una riqueza alimentos originarios, frescos y diversificados para hacer frente a la inseguridad alimentaria, la anemia y la desnutrición crónica. Ustedes también tienen una riqueza de sistemas de vida: la zona andina, costa y la Amazonía.
Precisamente, desde el PMA queremos devolver a la mesa los productos originarios, que se han perdido en las mesas de las familias. Por ejemplo, la quinua, la papa, los cereales andinos, leche de animales andinos y pescados. Estos pueden sustituir a los productos procesados con los que hemos creado una dependencia.
—Sin embargo, el Perú es el país con la mayor prevalencia de inseguridad alimentaria en América del Sur, que afecta al 51,7% de su población, según el último reporte de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO). ¿Qué implica esta situación para el país?
Que más de la mitad de la población esté en inseguridad alimentaria se debe al impacto económico negativo de la pandemia del Covid-19 y el conflicto entre Rusia y Ucrania.
Por otro lado, la desnutrición crónica en menores de cinco años se ha reducido mucho en el Perú en los últimos 15 años, a diferencia de otros países de Latinoamérica que tienen una prevalencia de entre 20 a 40 por ciento. El Perú tuvo 11,5% el año pasado...
...Pero en el primer semestre de este año se elevó a 12,2%
El porcentaje debe mantenerse en el umbral del 12% y llegar, idealmente, a menos de 10%.
Por otro lado, el Perú tiene una de las leyes más avanzadas de compra a la agricultura local [la Ley N° 31071 - ‘Ley de compras estatales de alimentos de origen en la Agricultura Familiar’]. Que una norma permita que el 30% de presupuesto de los programas alimentarios se destine a comprar alimento de la agricultura familiar tiene un gran valor añadido a diferentes niveles.
En primer lugar, el agricultor o agricultora que vende el producto a las instituciones obtiene un ingreso, que mejora la calidad de vida de su familia —que tendrá dinero para alimentarse y pagar necesidades básicas— y aumentará su producción. En segundo lugar, existe una gran oportunidad de cambiar los comportamientos alimenticios de la población, especialmente en los programas sociales en los colegios. Los niños y niñas dejarán las gaseosas y comida artificial para reemplazarlas por papa, maíz, legumbres y otros alimentos frescos y diversificados del campo.
—¿El balance del país es positivo?
Sí, pero se puede hacer más. Se está haciendo bastante a través del Ministerio de Desarrollo, Qali Warma, la ley de compra de alimento local. Esta situación podría mejorar con otras políticas.
—Por ejemplo, ¿qué experiencias internacionales puede aplicar el Perú para combatir la inseguridad alimentaria?
Uno de los más importantes es la fortificación de alimentos, que consiste en la adición de una o más vitaminas y minerales a alimentos comúnmente consumidos. Perú ha tomado esta iniciativa y tiene una ley de fortalecimiento del arroz con hierro. Todos los programas sociales de alimentación del Estado deberán entregarlo desde diciembre y las marcas comerciales de arroz podrán implementar una línea de arroz fortificado. Siendo el arroz un producto que se consume tanto a nivel local, la fortificación es la mejor manera de reducir la anemia en toda la población.
—La prevalencia de anemia en menores de tres años del Perú es de 43,1%. ¿Qué impacto puede tener el consumo de arroz fortificado?
El consumo masivo de arroz fortificado podría reducir la tasa de anemia a 15% en 10 años.
—¿Qué evidencia internacional existe sobre estos resultados?
En Costa Rica, la fortificación de hierro demostró una disminución significativa sobre la prevalencia de anemia. La tasa de anemia se redujo de 19,3% en 1996 a 4% en el 2008. Entonces, para lograr esa reducción de puntos porcentuales en el Perú, el consumo de arroz fortificado debe ser masivo. Por supuesto, hay que añadirle comida fresca y diversificada.
—¿Qué se requiere para llegar a esta meta?
Trabajar con el sector productivo para asegurar que produzca el grano fortificado. Al sector privado hay que brindarle apoyo técnico para que tengan maquinaria y que los fortificantes estén siempre en la cadena de suministro. Además, no se debe elevar el precio del producto.
Las marcas comerciales de arroz pueden iniciar lanzando una línea de arroz fortificado, porque lo ideal sería lograr que consumo de arroz fortificado sea universal en el Perú.
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