La ministra de Inclusión y Desarrollo Social, Carolina Trivelli, anunció durante su presentación en el Congreso que se destinarán más recursos para la lucha contra la desnutrición infantil. Entre otras medidas, el Gobierno se propondría ampliar el programa Qali Warma, proyectando llegar a atender a siete millones de niños y convertirlo en programa universal al 2016.
Es, por supuesto, una gran noticia que aumenten los esfuerzos por resolver este enorme problema. No obstante, debemos reflexionar sobre cuál es el mejor mecanismo para enfrentarlo. Y es que, en lo que refiere al combate contra la pobreza (que es el origen de la desnutrición) hay, como dice la conocida frase, dos estrategias posibles: regalar pescado o enseñar a pescar.
El problema de la falta de ingresos de las familias campesinas –en las que se concentran principalmente la pobreza y la desnutrición– podría solucionarse en buena parte si se las ayuda a aumentar su baja productividad. Una posible manera de lograr esto es facilitarles la construcción de minirreservorios familiares que, a su vez, permitan introducir en sus esquemas de cultivo el riego por aspersión o por goteo. Cuando se implementa esta infraestructura básica, las familias pasan de tener agua de lluvia solo tres meses al año a tener agua todo el año. Así, pueden multiplicar su producción agrícola y tener un abastecimiento seguro de hortalizas. Además, este sistema les permite tener más pastos disponibles para el ganado, lo que se traduce en un incremento de la producción de leche y de carne.
El cambio que la introducción de estas tecnologías produce en los ingresos de las familias es dramático. Según Carlos Paredes, de Sierra Productiva, gracias a ellas en un par de años los beneficiados pueden salir de la pobreza (resolviéndose en el camino los problemas de desnutrición infantil).
Introducir la tecnología para contar con riego por aspersión, huertos de hortalizas y pastos cultivados, según Paredes, cuesta S/.1.000 por familia. Si, de acuerdo con el último censo, en la sierra hay alrededor de un millón y medio de unidades agropecuarias, instalar dicha tecnología para todas las familias rurales andinas costaría aproximadamente S/.1.500 millones. Dicho monto es inferior a los S/.1.873 millones que costará este año la suma de los programas Juntos y Qali Warma. Con la diferencia, por supuesto, de que estos últimos básicamente transfieren recursos a las familias pobres pero no les brindan mecanismos para que ellas mismas generen riqueza. Y este es el principal problema de los programas sociales del gobierno.
Repartir alimentos o dinero no ayuda a la larga si las familias no incrementan paralelamente los ingresos que obtienen por sus propios medios. Mecanismos exclusivamente asistencialistas suponen seguir dando, año tras año, más presupuesto a los programas sin resolver el problema de fondo. Juntos, por ejemplo, tiene para el 2013 un presupuesto de S/.1.040 millones. El próximo año será mayor porque incorporará más familias, y esta situación se seguirá repitiendo indefinidamente, pues los beneficiarios se quedan por mucho tiempo en el programa. En efecto, en sus inicios, las familias podían permanecer solo cuatro años en él. Pero cuando los primeros beneficiarios se acercaron a ese límite, el mismo fue extendido a seis. Luego, al estar a punto de cumplirse el nuevo plazo, se permitió que las familias permanecieran en el programa hasta que sus hijos cumplieran 14 años. Y ahora, con el nuevo gobierno, podrán seguir recibiendo los S/.100 mensuales hasta que sus hijos cumplan 19 años.
El asistencialismo indefinido genera dependencia, perpetúa el problema de la pobreza y crea espacios para el populismo estatal. Por eso, es importante cambiar el chip de quienes diseñan los programas sociales para que estos sean progresivamente reenfocados hacia esquemas que permitan a los pobres generar, por sí mismos, mecanismos autosostenibles para mejorar su calidad de vida. No solo porque esta es una forma más efectiva de ayudar a los más necesitados, sino porque, además, es una vía de hacerlo enalteciendo la dignidad de la gente.