La velocidad de la nave sigue reduciéndose. En enero del 2011, en plena campaña electoral, el PBI del Perú crecía a una impresionante tasa de 9,6%. Como se sabe, a partir de ese momento la economía del país empezó a perder viada y todo indica que este año habremos crecido en total a una cifra muy cercana al 5%. Y, si bien comparativamente seguimos mejor que la gran mayoría de países de la región, es una enorme pena que estemos creciendo por debajo de nuestro potencial de crecimiento que es del 6,4%.
Quizá algunas personas no noten lo que significa en términos prácticos lograr un punto porcentual más o menos de crecimiento del PBI. Pues para hacerse una idea, basta darle una mirada a las estimaciones que recientemente hizo Apoyo Consultoría sobre el costo acumulado de crecer 5% en vez de 6% durante el próximo lustro. Según Hugo Santa María, socio de dicha institución, en ese escenario dejarían de crearse 140 mil empleos formales, unas 160 mil familias de zonas urbanas no pasarían a formar parte de la clase media, aproximadamente 320 mil personas seguirían por debajo de la línea de pobreza, el gobierno no recaudaría cerca de S/.24 mil millones y los hogares destinarían alrededor de S/.1.200 millones menos al consumo, entre otras oportunidades perdidas.
Ahora, es cierto que una de las razones de la desaceleración es un contexto internacional menos favorable que en otros años. Pero la mayor parte de la responsabilidad recae sobre el actual gobierno, que viene desaprovechando numerosas oportunidades para impulsar nuestro crecimiento.
Todos sabemos, por ejemplo, cómo durante lo que va del gobierno del señor Humala se han paralizado importantes proyectos mineros debido a la burocracia irracional y a su incapacidad para lidiar con los conflictos sociales. Entre ellos, Conga, Quellaveco, Michiquillay, Galeno o La Granja.
Algo similar ha sucedido en el sector hidrocarburos. Hace poco la presidenta del gremio anunció que en el sector había inversiones detenidas por US$2.500 millones, que 29 contratos estaban paralizados por demoras burocráticas para entregar licencias y que algunas empresas habían preferido simplemente abandonar sus operaciones.
Otros sectores también han sentido la pegada. Por ejemplo, comparadas con el año anterior, las exportaciones pesqueras han caído considerablemente y, por otro lado, se estima que la venta de viviendas en Lima y Callao caerá más del 5% para finales del 2013 debido entre otros factores a las restricciones impuestas para la entrega de créditos hipotecarios (lo que podría significar un riesgo de que el ‘boom’ inmobiliario se desinfle).
Como si esto fuese poco, el mismo gobierno parece ser incapaz de concretar la cartera de concesiones que ha venido anunciando en lo que va del año. Pro Inversión ha aplazado para el 2014 proyectos por US$9.000 millones, como la línea 2 del metro de Lima, el aeropuerto internacional de Chinchero, las mejoras de la seguridad energética y desarrollo del Gasoducto Sur Peruano, la línea de transmisión Moyobamba-Iquitos, entre otros.
Asimismo, al día de hoy hay ciertas industrias que siguen olvidadas y su potencial sigue congelado. El caso más saltante puede ser el de la industria forestal. Después de Brasil, somos el país latinoamericano con mayores recursos forestales, pero por alguna absurda razón desde el 2004 prácticamente no se entregan concesiones en este rubro. Ello ha llevado a que nuestras exportaciones en este sector no lleguen ni a la décima parte de lo que exporta Chile (un país que no cuenta con Amazonía) y a que no nazca una industria en la que podríamos ser una potencia mundial, que se estima que en su punto de máximo desarrollo podría crear varios cientos de miles de puestos de trabajo.
Cuando el gobierno recibe este tipo de críticas, suele responder pidiendo que no nos concentremos tanto en lo pendiente, sino en lo avanzado, tomando en cuenta que seguimos siendo uno de los países que más crece en la región. Suele pedir, en otras palabras, que veamos el vaso medio lleno en vez de medio vacío. En nuestra opinión, sin embargo, de lo que se trata es de ser consciente de que, si se hiciesen bien las cosas, el vaso podría estar completamente lleno.