Ya había olvidado cómo lucía Miraflores en un día en el que juega la selección. El año pasado era inevitable no deprimirse al pasar por los alrededores del Parque Kennedy y ver las calles vacías y sin la algarabía que las caracterizaba, sobre todo los fines de semana. ¡Que tire la primera piedra el que no se haya tomado una chelita en Berlín (antes del COVID-19)!
Aunque la pandemia no ha sido controlada del todo en nuestro país, las cosas parecen estar volviendo a la normalidad, y los restaurantes y bares han ido abriendo poco a poco sus puertas, pero- en teoría- con estrictas medidas de bioseguridad, limitación de aforo (para los espacios menores a 200m2 en las regiones de nivel de alerta moderado, según el último decreto supremo), distanciamiento entre las mesas y dando prioridad a los ambientes al aire libre.
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Todo muy rico, pero...
¿Qué pasa si el espacio al que vamos no tiene ni siquiera ventanas? ¿Podríamos sentirnos seguros de retirarnos las mascarillas? ¿Son los llamados gastrobares una forma de encubrir la reapertura de una discoteca o representan una luz al final del túnel para este sector duramente golpeado por la pandemia? Muchas preguntas pasaban por mi mente aquella tarde en la que jugaba la Blanquirroja, y, pese a que disfruto mucho de ver los partidos de la selección con mi mamá, esta vez me tocó mirarlo dentro de un gastrobar de la cuadra dos de la calle Francisco de Paula Camino, en el exlocal de la discoteca Bizarro.
Al ingresar me tomaron la temperatura y vi que las mesas (los boxes) del primer piso estaban divididas con plexiglás. El segundo piso no estaba organizado de esa manera, pero hasta donde pude observar no había algún tipo de aglomeración en ese espacio. Para ir a los servicios higiénicos te piden que te coloques la mascarilla. Sin embargo, lo que más me preocupaba- además de los resultados del partido- era que el local no contara con ventilación natural. La pregunta cae de madura: ¿Podrían garantizar a sus comensales una experiencia segura? José Menéndez, responsable de Sushipibo, el gastrobar que opera en la exdiscoteca explicó a Provecho de El Comercio que han colocado un nuevo sistema de aire acondicionado, que permite controlar la cantidad de aire renovado del exterior, propiciando la calidad del aire interior.
Sobre este tema, la OMS brindó algunas recomendaciones, que no debes dejar de leer, entre ellas subrayó: “Los sistemas bien mantenidos y utilizados pueden reducir la propagación de la COVID-19 en los espacios interiores, ya que logran que la tasa de renovación de aire sea más elevada, reducen la cantidad de aire reciclado y aumentan el uso del aire exterior. No deben utilizarse los modos de recirculación. De forma periódica, es necesario inspeccionar los sistemas de calefacción, ventilación y aire acondicionado, hacer el mantenimiento pertinente y limpiarlos”.
De la selva, Sushipibo
Ya más tranquila con la explicación de Menéndez, me retiré la mascarilla para sumergirme de lleno en la propuesta gastronómica de Sushipibo. Al escuchar el nombre, ya tenía una idea de lo que probaría: comida amazónica-nikkei.
Cuando era un niño, Menéndez hacía travesuras dentro de la cocina de su abuelita Inés, que vivía en Tabatinga, una ciudad brasileña que limita con el Perú. Las preparaciones con plátano, maní y cocona no podían faltar en la mesa. Recién salido del colegio, Menéndez decidió formarse como chef en Le Cordon Bleu.
El cocinero, de 35 años, no quiere dejar atrás sus tradiciones amazónicas y hoy fusiona los ingredientes de la tierra de sus amores con la técnica japonesa para preparar unos novedosos makis. “Usamos ingredientes como el ají dulce, la yuca, la cocona y el sasha culantro”, dijo.
“En Sushipibo, los amigos pueden venir a tomarse unos tragos y comer, la bebida que mejor combina con nuestra carta de makis es el gin”.
Uno de los makis más representativos de Sushipibo es el Acevichado Chaman, que lleva zumo de cidra, sasha culantro, ají charapita y ají de cocona y se corona con hilos de camote frito.
También está Tartare, que son makis rellenos de ebi furai, palta y shari espolvoreado con togarashi, coronado por tartare de pesca del dia, hilos de camote frito, cebolla china, acompañado de emulsión de ají de cocona. El togarachi es elaborado por el mismo Menéndez y su equipo, quienes lo preparan deshidratando el ají charapita y el ají dulce.
Otro de los makis que encontramos en su carta es Shushupe, que lleva ebi furai, palta y palmito cubierto de láminas de concha de abanico bañado con salsa tom yum amazónico coronado por chulpi garrapiñada. Todas sus tablas de makis cuestan 30 soles y pueden comer hasta dos personas.
El cocinero anunció que se vienen novedades en la carta como canastas de plátano verde fritas y rellenas con pulpo y chimichurri. También ají dulce relleno con langostinos, queso crema, sriracha. Todo es cuestión de que lo prueben y nos conozcan para seguir haciendo travesuras .
“Para nosotros el producto no es negociable. Se ha redecorado el local con temática mucho más verde, para hacer referencia a la amazonía. No tenemos proyección de realizar delivery porque la calidad del producto y la temperatura es importante para nosotros”, finalizó Menéndez.
¿Dónde encontrarlos y a qué hora?
Sushibo está ubicado en Calle Francisco de Paula Camino 220, Miraflores.
Horario de atención: de jueves a sábado desde las 6 p.m. hasta las 11:30 p.m.
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