Las abejas me intimidan. Esas pequeñas criaturas que son protagonistas de películas, tienen un día mundial en su honor y llevan acabo de una de las tareas más importantes para la vida humana, pueden causar temor a más de uno. Pero, gracias a sitios como el Museo de las Abejas, esta percepción cambia por completo. Se trata de un espacio creado por el señor Fortunato Melgar Rojas, apicultor con muchos años en la tarea de acompañar el proceso de las abejas y, además, celebrarlo por todo lo alto con este ambioso proyecto. Provecho visitó el espacio, ubicado en Huanta, Ayacucho, y aquí te contamos todo lo que debes saber si deseas visitarlo.
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“Yo vengo de la comunidad originaria de la zona, somos descendientes de la cultura wari. Desde pequeño, a los 9 años, encontré unas abejas en un barranco y decidí tenerlas y encargarme de ellas, cuidarlas. Pero, con la llegada del terrorismo fuimos desplazados a Pampachacra, un poblado que tuvimos que formar desde cero. Lamentablemente, tuve que dejar a las abejas porque no podíamos volver”, explica Fortunato cuando le preguntamos por sus inicios como apicultor.
Hijo de madre soltera, aprendió el arte de la cerámica para ganarse la vida y tuvo que dejar su gusto por las abejas de lado, como un pasatiempo. “Recuerdo que decidí vestirme de wari e ir al complejo arqueológico para ofrecer mis artesanías, desde esos tiempos me decían loco por mis ideas”, agrega Melgar con una sonrisa de oreja a oreja.
Fue hasta 2018 que conoció las experiencias de otros apicultores y especialistas que llegaban a la comunidad. “A uno de los ingenieros del proyecto que nos visitaron le dije que me venda un cajón de abejas. Quería saber si las que yo tenía en ese momento eran las mismas y, tal cual, eran las mismas. Así supe que había un buen proyecto y decidí meterme de pleno a la producción de miel para 2020”, recuerda el creador de este espacio.
Como todos sabemos, llegó la pandemia y los planes cambiaron. En ese momento tenía producción a tope, pero era difícil distribuirla o hacer que los transeúntes de la zona pararan a comprarla. Así fue que nace la idea de nombrar al espacio el Museo de las Abejas. “Con ese nombre, que trajo comentarios de todo tipo, decidimos ofrecerle al público miel de calidad, cruda, sin ningún tipo de procesamiento. También les enseñábamos cómo se debía consumir y les hacíamos probar algunos tipos de mieles que ofrecíamos”, menciona el apicultor.
“Yo soy inquieto y no quería quedarme sentado. Sabía que a la gente le gustaba la degustación, pero quería hacer algo más y explicarle más cosas a la gente, decirles por qué sin abejas no podemos vivir y con eso, lograr que no se maten o quemen, como se solía hacer en la zona”, declara Melgar. Con la ayuda de Jorge Ordaya, operador turístico de la agencia Qlick Travel, se pusieron manos a la obra para la construcción del museo.
Lo curioso de este espacio son las construcciones que asemejan panales, hechas únicamente con sacos de tierra y uno que otro secreto para impermeabilizar el exterior. Así, desde la llegada, uno puede ver que cada detalle está finamente cuidado para que la visita sea memorable. Duraron aproximadamente tres meses en la construcción, con altos y bajos, para inaugurar esta parte del museo el 17 de noviembre de 2022.
La visita al museo
Narrar exhaustivamente la información y el paso a paso del recorrido sería arruinar la experiencia y creemos que es una visita tan encantadora, que la información merece ser escuchada de la mano del señor Fortunato. Lo que sí podemos comentar es que se divide en dos momentos clave. En el primero, el fundador de este proyecto y guía, ofrece una mirada general sobre el mundo de las abejas y el trabajo de los apicultores.
Con gran maestría y una voz clara y acogedora, Melgar se propone hacer un ambicioso repaso histórico sobre la existencia de las abejas en otras culturas. Además, nos explica todo sobre los diferentes productos que se ofrecen a partir del panal, hablamos de los cuidados que toman los apicultores para su labor y comprendemos, de manera muy casual pero impactante a la vez, lo vitales que son estas pequeñas y poderosas criaturas para la existencia humana.
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Lo más interesante en este punto, es conocer cómo estan distribuidas las tareas dentro del panal, que no es otra cosa que una sociedad en pequeño, según afirma Fortunato. “Tenemos a la abeja reina y a sus zánganos, que se encargan de fecundarla. Pero al hablar de las abejas obreras no podemos decir que todas tienen el mismo trabajo. Así como en nuestro mundo, cada una tiene una labor o profesión diferente, que se complementan entre sí, todo con el propósito de servir a la reina y mantener un buen y seguro panal”, señala el también artesano.
Y nada mejor que acompañar esta explicación con la vista en vivo y en directo de un panal y sus abejas, quienes a través de un vidrio son observadas con cuidado y atención. Sin duda, la cercanía segura con la que nos permiten observarlas es algo de lo que no muchos se pueden jactar.
Finalmente, la experiencia termina en la parte favorita de muchos: la degustación. Aquí, el público podrá conocer los distintos tipos mieles que ofrecen, que se diferencian por las plantas que polinizan las abejas. “Para hablar de distintas mieles, tenemos que comprender que todo depende de la geografía donde se encuentren. Según esto, podrán encontrar diferentes plantas para polinizar y de ahí salen los tipos que aquí ofrecemos. Tenemos de chachacoma, de eucalipto, de naranjan y la multiflorar, al mas recomendada. Una novedad que tenemos es la miel de girasoles, porque me he propuesto poblar la zona con esta flor”, explica Melgar.
Una particularidad del estilo de Fortunato es dónde tiene las cajas con los panales. En vez de tenerlas en una misma zona, expuestas a los climas complejos, decidió ubicarlas en un barranco. “Aunque el acceso pueda parecer dificil, antiguamente esta era una práctica común para preservar los panales. En esa zona, se cuidan del sol intenso, los vientos fuertes o las lluvias torrenciales que solemos presenciar aquí”, comentó el guía durante el tour.
Otros de los productos que encontramos es el polen -que incluso venden como topping en un delicioso heladito-, jalea real y propóleo, este último es una especie de resina o cera con la que las abejas sellan el panal y es altamente cotizado. Por estos motivos, la producción es mucho menor, al intentar preservar la vida de las abejas lo más posible. No faltan los macerados más inesperados, una sorpresa que dejamos para los que visiten el Museo de las Abejas.
Sobre la miel adulterada y otros consejos
Una de las primeras recomendaciones del apicultor es no comprarla en la calle, ya que suele ser más fácil encontrar opciones adulteradas. En cambio, es buena idea encontrar un apicultor y apostar por el trato directo y justo.
Otra buena idea es revisar si existe cristalización de la miel. Este proceso por el cual se puede endurecer, demuestra la pureza del producto. En caso tenga un depósito en casa que parece nunca cristalizarse, se puede sospechar que la adulteraron con azúcar u otros componentes que permiten mantener la fluidez.
Finalmente, nos recomiendan consumirla en su estado más puro sin exponerla a cambios de temperaturas muy bruscos. “Quisás muchos no saben e incluso le puede pasar a los apicultores, pero la miel en su estado más natural es muy saludable, si se somete a baño maría o se congela (que no es necesario) puede cambiar y ya simplemente sería un endulzante”, admite Melgar Rojas.
En contextos y países como el nuestro, donde nuestra riqueza reside en la naturaleza, su fauna y flora, el Museo de las Abejas es una puerta interesante para adentrarnos en el mundo de estas maravillosas criaturas y sus cuidadores, de manera respetuosa. El esfuerzo del señor Fortunato es algo que celebramos y esperemos se replique en otras partes, donde también se promueve el cuidado de esta especie.
El Museo de las Abejas se encuentra en Pampachacra, distrito de Huanta, Ayacucho. El costo de la entrada es de S/. 5. Para obtener la dirección exacta o realizar pedidos de mieles u otros productos, puede comunicarse al número 51 993 876 728.
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