Cuando uno visita un resort lo que espera es relajarse, divertirse y descansar del ajetreo diario de la vida. Pero cuando Margaritaville Island Reserve prometió que en su sede de República Dominicana también se podría disfrutar de una experiencia gastronómica variada, deliciosa e internacional nos propusimos averiguarlo. Por eso, visitamos este espacio catalogado como “todo incluido” y aquí te contamos todo sobre nuestra visita.
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Uno de los atractivos de este resort está en el término “todo incluido”, ya que te permite olvidarte del tema de las bebidas y comidas. Es decir, un huésped puede visitar cualquiera de los restaurantes sin ningún costo extra. Solo debe sentarse y disfrutar. Para mí, una persona que jamás ha visitado un resort, la experiencia fue aún más divertida y entretenida por los cientos de opciones para comer y por la tranquilidad de saber que no se debe pagar -incluso las cartas vienen sin precios-.
Cabe recalcar que durante nuestra visita se cumplieron los protocolos de bioseguridad establecidos a causa de la pandemia. Todos los huéspedes deben realizarse una prueba para ingresar al espacio, los trabajadores que reciben al público cuentan con las mascarillas adecuadas y los espacios comunes como bares y restaurantes son abiertos, cómodos y se cumple el distanciamiento adecuado. Además, al llegar nos informaron que debido al contexto el aforo del resort era menor al que está establecido.
Sabores italianos
Al llegar, nos propusimos explorar el resort y chequear cuáles de los restaurantes estaban disponibles -debido a que nuestro arribo se produjo durante la apertura, algunos de los espacios estaban por inaugurarse y otros solo abrían en ciertos horarios-. Nuestra primera parada para cenar fue la trattoria italiana Frank & Lola’s, un pedacito del conocido país en plena Punta Cana. El chef Giuseppe Imperato nos recibió y recomendó que probáramos el arancini, las pizzas y, por supuesto, la lasaña de berenjenas.
Primero, sin duda alguna una de las delicias más grandes fueron los dos tipos de focaccia de cortesía. Crocante por fuera y esponjosa por dentro era como degustar una nube perfecta. A esto se le suma los sabores de cada una, una tenía champiñones y queso y la otra era más tradicional, con cebollas. Se servía con escamas de parmesano y dos salsas: un tipo de tapenade (pasta de aceituna) y una salsa provenzal (de perejil con ajo y aceite).
El arancini es una preparación siciliana que, básicamente, es una croqueta de arroz frita y rellena, en este caso, con queso, jamón y un guiso básico. La fritura estuvo perfecta y el relleno cremoso, pero disfrutamos de esto como un piqueo, para no satisfacer el estómago con únicamente arroz -teniendo tantas delicias por probar-. La estrella fue la lasaña de berenjenas. Tanto mi compañera de viaje como yo no éramos fanáticas de esta verdura, pero por recomendación del chef nos aventuramos a pedirla. Y confirmamos que, como dicen, no hay ingrediente feo, sino mal preparado. La combinación de la berenjena cocida a la perfección con queso, salsa de tomate y salsa blanca fue impactante pero suave a la vez. La acidez se combinaba con la cremosidad y cada bocado parecía una obra maestra.
Gastronomía local
Uno de los restaurantes/bares que visitamos con mayor frecuencia durante nuestra estadía fue West Indies - Rum Runner’s. Este espacio es un homenaje a la cultura de República Dominicana y en específico a su bebida por excelencia: el ron. En cuanto a la comida, cuentan con un menú basado en delicias tradicionales, pero con un toque moderno y vistoso.
El sancocho dominicano es el plato por excelencia. Aunque el calor era considerable, no pudimos dejar de probar esta contundente sopa, que lleva generosos trozos de carne, plátano verde, yuca, maíz -ese de color amarillo, granos pequeños y sabor dulce-. Por supuesto, el guiso base era muy sabroso y se complementaba a la perfección con el arroz blanco y graneadito.
Las canastas de plátano maduro rellenas con carne mechada son otra preparación que sí o sí deben probar. Claro, como sabemos se trata de un simple -pero bien frito- patacón relleno. Pero la magia, precisamente, está en esa combinación de carne guisada, servida con un toque de sour cream y pico de gallo para darle el toque de frescura que necesita. Incluso sirven una versión con cangrejo que también es una delicia.
Los postres no se quedan atrás. En diferentes ocasiones probamos unos buñuelos de yuca y un flan de plátano con ron. El primero resultó el final perfecto para un almuerzo contundente: ligero, no muy dulce y servido con una salsa de chocolate que balanceaba todo. El segundo fue mi favorito, ya que no solo habían preparado un buen flan, sino que este venía coronado por unos plátanos flambeados en ron que le agregaban gran complejidad a cada bocado.
Nuestra mejor experiencia en este espacio, que también es un bar, fue una pequeña cata de ron. Después de todo, cómo ir a República Dominicana y no probar su producto nacional. Nos mostraron -y pudimos degustar- tres tipos distintos de la bebida y nos mostraron cómo disfrutar cada uno. Por ejemplo, aprendimos que así como existe en gin & tonic, existe una versión preparada con ron que permite disfrutar de los verdaderos sabores que tiene.
Con el toque elegante
Otra de las cosas que más disfruté del resort es que en cada uno de los espacios te sentías a gusto. Por más elegante que fuera, la calidez y atención a los detalles de los meseros, cocineros y bartenders emanaba y resultó grato. Después de todo, este tipo de viajes en tiempos como estos resulta un gran alivio y escape -sin olvidar los protocolos, no se preocupe-.
Sin duda alguna el restaurante más elegante fue el JWB Steakhouse, un sitio especializado en cortes de carne. Nos enamoraron por completo con su pan de cortesía, que llevaba cebollas caramelizadas y queso, y se servía con un tipo de chimichurri y una mantequilla con finas hierbas. Aunque, como dice mi papá, en restaurantes así es mejor no distraerse con los carbohidratos y disfrutar de lo principal: los suculentos, jugosos y suaves cortes de carne que así nomás no se suelen disfrutar. Podías disfrutar de cortes de res como el New York, un churrasco, picaña o vacío, y si se trata de cerdo contaban con filete chateaubriand y chuletas.
Pero, a diferencia de los demás restaurantes, en su carta contaban con una sección de platos que sí se debían pagar. Y es que se tratan de contundentes y finos cortes como el Tomahawk, el filete Wagyu o el Rib Eye.
Las carnes se pueden acompañar con diversas salsas como la de queso azul, la bourbon o la de Sauvignon Blanc con Trufas. De guarniciones tienen opciones como papa al horno, macarrones con queso y vegetales a la parrilla, pero mis favoritas fueron los hongos del bosque perfumados con trufa y el puré de papa “Vieja escuela”, gratinado con queso.
Otro de los platos que nos encantó, y que pedimos más de una vez, fue el pulpo a las brasas, que se sirvió con un mousse de alverjitas, puré de chorizo con papa, emulsión de perejil y tinta de calamar. El pulpo estuvo cocido a la perfección -es decir, para nada chicloso- y aunque nunca coma alverjitas, este mousse tenía un sabor tan delicado que fue imposible no dejar el plato completamente limpio.
De todo para todos
Para empezar bien la mañana visitamos The Boathouse, un espacio de buffet de desayuno con alrededor de 400 productos para disfrutar. ¿Busca frutas frescas? ¿Un buen sánguche? Quizás sea más tradicional y quiera un desayuno con café, tostadas y huevo frito. Todo esto y más puede encontrar aquí. Tienen la dinámica de autoservicio, es decir, uno puede pasar por las distintas estaciones y elegir qué comer, pero si se decide por algo que necesita una preparación, los meseros están dispuestos a llevarle a su mesa lo que necesite, además de siempre contar con buen café caliente.
Nosotras aprovechamos y fuimos directo a la gloriosa sección de charcutería y quesos para degustar una amplia variedad. También vimos las secciones de waffles, avena, comida mexicana, gastronomía dominicana e incluso contaban con una sección de ramen.
Además, probé el sánguche Mario, una contundente preparación de pan brioche, huevos revueltos con cebollita china y unas cebollas caramelizadas a la perfección. La cocción de los huevos fue impecable, el pan estaba bien tostado y el toque dulce de las cebollas hacían de este simple pan con huevo algo mucho más interesante.
Aunque no se encontraba en funcionamiento cuando visitamos el resort, el restaurante Mon So Wi es uno de los más atractivos en cuanto a conceptos. El chef ejecutivo, Jonathan Gutiérrez, nos explicó que se inspiró en los conocidos mercados gastronómicos que abundan en el continente asiático. Es un homenaje a esa comida que se suele disfrutar a pie, pero con su toque personal.
Tuvimos la suerte de probar el pho, una sopa vietnamita contundente y con diversos componentes, así como las samosas, unas empanadas fritas de la India que se sirven con un curry muy sabroso. Además, también degustamos los conocidos rollitos primavera y los dumplings, que forman parte de los dim sum o bocaditos chinos. Cada preparación estuvo bien pensada, cocida a la perfección y servida de manera atractiva.
Otro de los espacios que sirve una carta bastante universal es el Landshark Brewery and Grill. Aquí podrás encontrar desde tacos, alitas, aros de cebolla y otros platos de piqueo que van muy bien. Por ejemplo, las alitas que nos sirvieron venían con tres tipos de salsas (parmesano y ajo, bbq y buffalo) y era conveniente ya que cada comensal podía elegir su favorita.
Debo confesar que soy una aficionada de los aros de cebolla -de prepararlos y comerlos- y cuando los vi como una opción tuve que pedirlos. No decepcionaron en lo absoluto, estuvieron calientitos, crocantes y la cebolla blanca estaba cocida y con este toque dulce tan característico. Las sirvieron con ranch, ketchup, mayonesa y salsa de queso azul.
La propuesta gastronómica que ofrece Margaritaville Island Reserve nos permite comprobar, una vez más, que no hace falta salir de un mismo espacio para disfrutar de los sabores del mundo. Y es que la comida nos permite eso, conectarnos con ingredientes, preparaciones, países y culturas que quizás desconocíamos, pero que están esperando para deslumbrarnos por completo.
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