Los talibanes son una milicia islámica que surgió en Afganistán alrededor de la primera mitad de la década de los años 90. Esta semana, tras la retirada de las tropas estadounidenses, el movimiento islamista tomó más de 17 capitales regionales hasta coronar su accionar con la toma de Kabul y rebautizar su país como “Emirato Islámico de Afganistán”.
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El funcionamiento interno y el liderazgo del movimiento talibán, que este domingo se apoderó del palacio presidencial, en Kabul, están envueltos en un halo de misterio, como cuando gobernó el país asiático entre 1996 y 2001.
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La palabra “talibán” proviene del árabe y el pastún. La voz árabe “talib” significa “estudiante”, de lo que se sabe que “talibán” significa “estudiantes”, en la misma lengua. Al traducir el término al pastún se entiende como “estudiantes religiosos” o “seminaristas”.
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Los talibanes son un grupo sunnita, pero tienen una doctrina islámica modernista combinada con la ortodoxia. En este último punto se apoyan para fundamentar que su ideal de sociedad debe estar regida por la interpretación estricta de la ‘sharia’ (o ley islámica) sobre lo que debe ser la vida virtuosa de un musulmán. Son puristas, por lo que evitan que su sociedad se impregne de los valores occidentales, los cuales son la fuente del “libertinaje” que buscan combatir.
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¿Cómo se hicieron tan rápido los talibanes con el control de Afganistán?
El rápido y sorprendente avance de los talibanes en Afganistán no es solo el resultado de su fuerza militar, sino también de su habilidad para influir en la moral del ejército del gobierno y de su capacidad para cerrar acuerdos.
Los insurgentes mezclaban amenazas y alicientes en su propaganda de guerra cada vez que tomaban una ciudad (algunas incluso sin pegar un tiro), hasta que entraron en la capital, Kabul.
¿Porqué no opuso resistencia el ejército gubernamental?
Estados Unidos y Afganistán estaban convencidos, cuando las tropas internacionales comenzaron su retirada en mayo, de que el ejército afgano podría responder a los ataques de los talibanes.
Con cerca de 300.000 miembros y un equipamiento mucho más avanzado que el de los insurgentes, las tropas del gobierno estaban listas, al menos en teoría.
Pero en realidad, las fuerzas armadas estaban corroídas por la corrupción, la falta de entrenamiento y la desmoralización.
En verano, este mismo ejército pudo resistir la ofensiva talibana en el sur, en Lashkar Gah, pero sin el apoyo aéreo y militar de Estados Unidos, no aguantaron mucho.
Frente a un ejército más pequeño pero más motivado y cohesionado, muchos soldados del gobierno, incluso unidades enteras, desertaban o se rendían, dejando libres las ciudades a los talibanes.
¿Cómo aprovecharon los talibanes la baja moral?
Las semillas del colapso comenzaron a germinar el año pasado cuando Washington firmó el acuerdo de retirada completa de sus tropas con los talibanes.
Para los talibanes, fue el inicio de su victoria tras dos décadas de guerra. Para muchos afganos desmoralizados, significó traición y abandono.
Los insurgentes ampliaron su ofensiva con asesinatos dirigidos contra periodistas y activistas de los derechos humanos, creando un sentimiento de miedo generalizado.
Acompañada de una campaña de propaganda ante la inevitable victoria talibana. Soldados y responsables locales informaron que recibían mensajes de teléfono pidiéndoles que se rindieran o cooperaran con ellos para evitar males mayores.
¿Qué pasó con las milicias antitalibanas de los señores de la guerra?
Ante la inoperancia de las fuerzas gubernamentales para frenar el avance talibán, muchos señores de la guerra reunieron a sus milicias para enfrentarse a los talibanes si estos se atrevían a atacar sus ciudades.
Pero ante el hundimiento de la esperanza en la supervivencia del propio gobierno afgano, el destino de los señores de la guerra también estaba marcado. Y sus ciudades cayeron sin pelea.
En el norte, Abdul Rashid Dostum y Atta Mohammad Noor huyeron a Uzbekistán dejando atrás vehículos militares, armas e incluso uniformes.
¿Cómo fueron capaces de hacerlo tan rápido?
Los talibanes habían comenzado a tejer acuerdos y pactar rendiciones mucho antes de su ofensiva relámpago de mayo, según informes.
Desde soldados hasta responsables locales de bajo nivel, e incluso gobernadores y ministros, los insurgentes presionaban para buscar nuevos acuerdos.
Las imágenes de su marcha final hacia Kabul muestra la eficacia de esta estrategia: sin cuerpos en las calles ni combates callejeros, los talibanes y los responsables locales pueden formalizar con tranquilidad el traspaso de poder en las zonas conquistadas.
Informes de EEUU realizados hace un mes estimaban que el gobierno afgano podía colapsar en 90 días, pero desde que los talibanes tomaron su primera capital provincial, solo llevó dos semanas.
¿Quiénes son los dirigentes talibanes?
He aquí una breve presentación de los principales líderes de este grupo islamista radical.
Haibatullah Akhundzada, el líder supremo
El mulá Haibatullah Akhundzada fue nombrado jefe de los talibanes en mayo de 2016 durante una rápida transición de poder, días después de la muerte de su predecesor, Mansur, liquidado por un ataque de un dron estadounidense en Pakistán.
Antes de su designación, se conocía poco de Akhundzada, hasta entonces más centrado en cuestiones judiciales y religiosas que en el arte militar.
Aunque este erudito gozó de gran influencia en el seno de la insurgencia, de la que lideró el sistema judicial, algunos analistas creían que su papel al frente del movimiento sería más simbólico que operativo.
Hijo de un teólogo, originario de Kandahar, el corazón del país pastún en el sur de Afganistán y cuna de los talibanes, Akhundzada obtuvo rápidamente una promesa de lealtad de Ayman al-Zawahiri, el líder de Al Qaida.
El egipcio lo llamó “emir de los creyentes”, denominación que le permitió afianzar su credibilidad en el mundo yihadista.
Akhundzada tenía la delicada misión de unificar a los talibanes, fracturados por una violenta lucha por el poder tras la muerte de Mansur y la revelación de que habían ocultado durante años la muerte del fundador del movimiento, el mulá Omar.
El insurgente logró mantener unido al grupo y continuó siendo bastante discreto, limitándose a transmitir mensajes anuales raros en los días festivos islámicos.
El mulá Baradar, cofundador
Abdul Ghani Baradar, nacido en la provincia de Uruzgan (sur) y educado en Kandahar, es el cofundador de los talibanes junto con el mulá Omar, fallecido en 2013, pero cuya muerte fue ocultada durante dos años.
Como muchos afganos, su vida se moldeó con la invasión soviética en 1979, que lo convirtió en muyahidín, un combatiente islámico fundamentalista, y se cree que luchó junto con el mulá Omar.
En 2001, tras la intervención estadounidense y la caída del régimen talibán, se decía que formaba parte de un pequeño grupo de insurgentes dispuestos a un acuerdo en el que reconocían la administración de Kabul. Pero esta iniciativa resultó infructuosa.
Abdul Ghani Baradar era el jefe militar de los talibanes cuando fue arrestado en 2010 en Karachi, en Pakistán. Fue liberado en 2018 especialmente por la presión de Washington.
Escuchado y respetado por las distintas facciones talibanes, fue nombrado jefe de su oficina política, ubicada en Catar.
Desde el país del golfo, llevó las negociaciones con los estadounidenses, que condujeron a la retirada de las fuerzas extranjeras de Afganistán
Sirajuddin Haqqani, el jefe de la red Haqqani
Hijo de un célebre comandante de la yihad antisoviética, Jalaluddin Haqqani, Sirajuddin es a la vez el número dos de los talibanes y el jefe de la red Haqqani.
Esta red, fundada por su padre, está clasificada como terrorista por Washington, que siempre la consideró como la facción combatiente más peligrosa ante las tropas estadounidenses y de la OTAN en los últimos dos decenios en Afganistán.
También está acusado de haber asesinado a algunos altos responsables afganos y de haber retenido como rehenes a occidentales para obtener un rescate o mantenerlos como prisioneros como el militar estadounidense Bowe Bergdahl, liberado en 2014 a cambio de cinco detenidos afganos de la cárcel de Guantánamo.
Conocidos por su independencia, sus habilidades de lucha y sus fructíferos asuntos, se cree que los Haqqani están a cargo de las operaciones de los talibanes en las áreas montañosas del este de Afganistán y que tendrían una gran influencia en las decisiones del movimiento.
El mulá Yaqub, el heredero
Hijo del mulá Omar, Yaqub es el jefe de la poderosa comisión militar de los talibanes, que decide las orientaciones estratégicas en la guerra contra el Ejecutivo afgano.
Su ascendencia y sus vínculos con su padre, a quien adora como jefe de los talibanes, lo convirtieron en una figura unificadora dentro de un amplio y diverso movimiento.
Las especulaciones sobre su papel exacto en la insurgencia son persistentes. Algunos analistas creen que su nombramiento al frente de esta comisión en 2020 fue sólo simbólico.
Con información de AFP.
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