ENRIQUE VERA (@kiquevera) Redacción online

Durante los 34 minutos de la audiencia de prisión preventiva desarrollada esta mañana en el Poder Judicial, Marco Gabriel Arenas Castillo, hijo y asesino confeso de la empresaria María Rosa Castillo Gonzales, fue el mismo tirano de profunda indolencia que la mañana del martes 6 estalló en bestialidad dentro del cuarto de su madre.

Saco y polo negro de cuello alto, los brazos cruzados todo el tiempo, el homicida solo viraba hacia el representante del Ministerio Público para endilgar sarcasmo, sangre fría y la misma risa burlona del sábado cuando en los pasillos de la Dirincri todavía tenía peso la teoría del secuestro de la empresaria.

El ex estudiante de psicología que prendió fuego a su madre cuando esta había sobrevivido a una prolongada llave de jiujitsu, apenas cortó la fundamentación del requerimiento fiscal a largos bostezos y resoplidos de cansancio con sorna. No ha dejado un rastro de contrición al decir el nombre de su mamá en el inicio de la cita; el resto del tiempo, tampoco le ha importado que lo sepan culpable y miserable.

La lectura mantuvo a Fernanda Iscelle Lora Paz en raptos de llanto infrecuentes y negando todo con la cabeza mientras el repaso del texto daba cuenta del presunto delito de encubrimiento por el que hoy pasará su primera noche en el penal de Santa Mónica. Tiritó al pronunciar su nombre y dirección, sollozó al escuchar los cargos y solo halló calma los cuatro minutos que el abogado de oficio defendía, con evidente poca fe, la inocencia que hoy Lora balbucea por actuar bajo amenazas de muerte.

Es lógico que una joven de 18 años sea suceptible y con miedo se deje llevar por su coprocesado. Lora Paz refiere que dos personas aún no identificadas ayudaron a desaparecer el cadáver. Ella es una víctima de los hechos, afirmó el letrado.

La procesada actuó consciente de los robos previos que hizo su pareja a la occisa y qué persona era él. La amenaza no es creíble, una persona amenazada no actuaría así. Pudo quedarse en su casa cuando él la dejo después del homicidio y no volver a salir. Pero no lo hizo. Ayudó a cubrir el cuerpo y a quemarlo, retrucó el fiscal.

Al asesino que lleva sobre los nudillos de la mano derecha las iniciales tatuadas de su fijación obsesa (F.I.L.P.), no le hacía mella el asomo de largos años en prisión. Nada turbó su espíritu criminal en media hora de diligencia. No han pasado males ni resquemores a su ancha coraza de vileza. Perpetuar así su nivel de desquicio parece ser el producto neto de un trabajo elaborado a la par de la cruenta muerte que dejó.

ASESINO: NOS VAMOS PRESOS LOS DOS Juez: ¿Tiene usted algo qué decir? Marco Arenas: ¿Al final en qué queda? No sé. ¿Los dos vamos presos no?.

Juez: ¿Como se siente? Marco Arenas: Los dos somos culpables, de todas maneras. Ella tiene que venir conmigo, no puede estar con otra persona. Si sale ella va a estar con otra persona. Ella no puede estar libre, para que se vaya con otro hombre, no.”

PRESUNTA CÓMPLICE: QUISO MATAR A MI HERMANITA Juez: ¿Y usted, qué tiene que decir? Fernanda Lora: Me siento muy mal por todo esto, sinceramente (llora). Yo debí decir lo que sabía desde un principio pero tuve mucho miedo al entrar al cuarto y ver que Marco tenía asfixiando a su mamá. Ella tenía las manos y pies morados. Yo me imaginé a mi mamá en ese sentido, así y no pude. Yo no manejé la camioneta, no la quemé, yo tengo pruebas que no estuve ahí sino en mi casa esa tarde.

Juez: ¿Cómo llevaron el cadáver a la zona donde apareció? Fernanda Lora: Es que yo no he llevado el cadáver. ()Es verdad que me recogió a las 6:30 p.m. pero no fuimos a la clase de baile. Fuimos después a otra clase que es más tarde. El me trataba de controlar: “Que tranquilízate, que tú eres muy obvia, que todo el mundo se da cuenta que aquí pasa algo.” Hemos estado así una hora y media y no hemos ido a la clase de baile.

Juez: ¿Cómo intervino ante la muerte de la señora? Fernanda Lora: Me imaginé a mi mamá porque él me había dicho que iba a matar a mi mamá o a mi hermanita, lo que más quiero, que tiene 5 años. Me dijo: Ya apúrate qué te crees, apúrate tráeme las bolsas que están en mi cuarto y los guantes quirúrgicos. Había 6 pares de guantes, ahí sacó la cuchilla, yo obedecí por miedo. Sacó una cuchilla y me dijo apúrate. Yo ayude a cambiar a la señora con un buzo plomo, unas zapatillas blancas que el llevo en la mano más un polo. Él guardó la cuchilla y ya simplemente hacía lo que decía.

Juez: ¿Posteriormente, usted no retrocedió en su apoyo? Fernanda Lora: Yo he venido el domingo a declarar cuando ya no podía con mi conciencia me estaba matando, antes que él a decir mi confesión sincera. He venido antes que él.

Juez: ¿Pero no ese día (del crimen)? Fernanda Lora: Ese día no.

Corrieron sus sillas para levantarse Juan Pablo Mamani, de la Segunda Fiscalía Penal de La Molina y Cieneguilla, y Simeón Campo Rodríguez, a cargo del Juzgado Penal de Turno Permanente de la Corte Superior de Justicia de Lima. En último envión, el abogado solicitó de nuevo se declare infundada la solicitud de prisión preventiva para Lora Paz, pero para esa hora el grado del crimen configuró ese pedido en una acción de trámite.

“¿Nos vamos juntos no?”, volvió a preguntar Arenas. Fernanda Lora casi ha convulsionado en llantos de terror, o algo que se le parece. La misma rectitud maligna, el homicida miró a la joven de soslayo y bajito le dijo tres veces: “Ya fuiste, ya fuiste, ya fuiste”. Y ríe y vuelve a reír.