ENRIQUE SÁNCHEZ HERNANI

A sus 88 años, la doctora Martha Hildebrandt conserva el temperamento que nunca ha intentado ocultar. Llama a las cosas por su nombre y no se preocupa por incordiar. A contrapelo de una afección a la vista que limita sus desplazamientos, luce distinguida en el escritorio de su casa miraflorina, donde nos concede esta entrevista. Allí nos muestra la última edición de sus ‘Peruanismos’ (Espasa), volumen que acaba de aparecer en una versión actualizada y aumentada. La doctora Hildebrandt no se rinde; continúa trabajando y poniendo nerviosos a los periodistas con su carácter, tan distinto de la tradicional hipocresía limeña.

Es admirable su tenacidad en la búsqueda de nuevos peruanismos. ¿Qué la hace persistir? No sé. Me hace sentir viva seguir trabajando, aunque no esté bien físicamente. Como ahora estoy perdiendo casi totalmente la vista, me leen; yo ya no puedo leer grandes libros, grandes artículos. Estas pildoritas que hago para El Comercio me mantienen viva y lo haré hasta que ya no pueda más.

¿Cómo realiza su trabajo? Tengo a dos lingüistas a los que ordeno que consulten tales y cuales otros libros, para que vayan tomando los datos que yo necesito para estudiar una palabra determinada. Ellos acuden a los libros y a la Internet, que yo no entiendo pero ellos sí. Cuando considero que tenemos los datos suficientes, empiezo a redactar y eso se corrige varias veces, se mide —porque en El Comercio me dan siete líneas— y tengo que meter los datos condesados de seis o siete horas de investigación.

¿Usted ha pensado alguna vez dejar este trabajo? (Sonríe) Por supuesto que lo he pensado, pero mientras yo pueda seguir trabajando, aunque sea en estas precarias condiciones, me sentiré viva haciéndolo.

¿Le sorprende el habla de la gente del espectáculo en la televisión? Ah, eso ni lo veo. Hay unos espectáculos lamentables, realmente vergonzosos. Alguna vez he pasado por ahí el dial pero lo he dejado. No sé cómo permiten esos programas. No, ni los veo ni los quiero ver. Los rechazo y los critico. No es porque esté contra del lenguaje popular; yo estudio ese lenguaje, pero eso no es lenguaje popular.

¿Qué cosa es entonces? Una distorsión.

¿Es una corrupción del lenguaje? No, el lenguaje no se corrompe fácilmente, aunque hay algunos corrompidos del lenguaje. Pero el lenguaje resiste.

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