NELLY LUNA AMANCIO

Los impactos de la explotación petrolera de décadas pasadas en Zorritos (Tumbes) son evidentes: se respiran, se tocan. Te bañan. Basta remover un poco la fina arena de las playas de la caleta Grau para obtener petróleo. Cuando el mar piurano está movido, las aguas de esta playa se tornan aceitosas y el viento comienza a arrastrar el inconfundible olor del combustible. “Durante años ha sido así, en varios sectores el petróleo comienza a salir a borbotones sobre la arena”, confiesa un empresario que en algún momento intentó invertir en la zona.

La situación se repite en otros sectores de la provincia de Contralmirante Villar. “Hay pozos de petróleo abandonados que están mal cerrados y siguen emitiendo gases y combustible. El problema es que nadie se hace responsable”, se queja Luis Gallegos, regidor de la municipalidad provincial. La intensa explotación de hidrocarburos por décadas en el Perú dejó miles de pasivos ambientales en diferentes regiones: pozos abandonados mal sellados, suelos y aguas contaminados, ríos cubiertos de petróleo en la selva, emisiones, efluentes y depósitos de residuos. El “boom” petrolero acabó, pero nos quedaron sus secuelas.

¿Quiénes asumen la responsabilidad por la remediación de los impactos generados en aquellos años? En este momento, las autoridades peruanas no pueden responder la interrogante porque no existe siquiera un registro actualizado de todos los pasivos ambientales dejados por la extracción de petróleo. El Ministerio de Energía y Minas (MEM) asegura que una vez identificados estos pasivos recién se podrá determinar a todos los responsables de la remediación.

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