En estos tiempos en los que estamos adaptándonos aceleradamente a la escuela en casa, y a las nuevas plataformas virtuales que este sistema implica, por momentos puede resultarnos un poco difícil organizarnos. Es complicado mantener la concentración de nuestros hijos (por la nueva metodología) y esto en ocasiones nos genera estrés a los padres: es un trabajo extra para nosotros, pero queremos que nuestros hijos aprendan lo que les corresponde este año. Ante este reto, hemos encontrado como gran aliada a la cocina.
Mi hija mayor está en primer grado y está llevando cursos donde está aprendiendo a leer y escribir; y también a sumar, restar, hacer conjuntos y agrupar; entre otros. Hace unos días la escuché jugar al mercado mientras yo cocinaba, y le pedí que me venda 2 peras, 1 piña y 2 manos de plátanos. Le dije que por favor escriba una boleta de venta con mi nombre, la lista y el total (la ayudé un poquito y se entusiasmó al hacerlo). Luego continuó su juego con los demás miembros de la familia.
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En este juego no solo escribió, también sumo y contó las frutas que le pedí. Entonces me di cuenta de que en la cocina hay un mundo de posibilidades: podemos practicar la escritura y la redacción con las recetas y la lista del mercado; y las medidas, conjuntos, selección de alimentos nos ayudan para sumas y restas. La física y química están presentes en todos lados. La cocina nos ayuda a enseñarles sobre responsabilidad y a ser cuidadosos, pero y también a cubrir una necesidad básica, que es alimentarnos. Aprender a hacerlo y compartir en familia les da seguridad y satisfacción.
Como seres humanos nos venimos adaptando continuamente a las diferentes circunstancias de vida, hemos avanzado y retrocedido para volver avanzar. Lo que estamos atravesando en estos momentos es extraordinario y nos ha hecho regresar y girar alrededor de necesidades básicas de vida, y parece que nos llevará un buen tiempo regresar a la normalidad que antes conocíamos. Entre varias cosas que envuelven esta nueva realidad, nos hemos vuelto profesores, sin dejar de ser proveedores, padres y am@s de casa. Esa es la nueva realidad.
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El tema del homeschooling no es fácil. Sumado al estrés por el cambio radical de vida, el panorama es aún más complejo. Sin duda necesitamos un tiempo para adaptarnos. Pero creo también que la forma de aprender ha cambiado. Hay que escuchar a los chicos y despertar su interés por aprender de las mismas necesidades que la cotidianidad nos trae: ya sea de juego o como parte de la rutina. Entonces habremos encontrado la clave para un aprendizaje feliz. Aprovechemos los intereses de nuestros hijos como una herramienta para aprender y reforzar lo aprendido.