“Mi padre comenzó a trabajar en el negocio un 16 de junio de 1937”, nos cuenta en el día del aniversario de aquel hito su hijo, César Casusol. “El establecimiento donde empezó existía desde 1900 y era un bodegón donde se vendía de todo: lozas, ferretería, bodega, etc. No había mesas ni se vendía licor. Mi papá tenía 24 años en ese entonces y lo puso como es hasta ahora: empezó a servir comida y el licor por ‘copeo’, osea por copas. De cariño, los clientes le pusieron Juanito porque mi papá era bien joven”, continúa. Aquel fue el comienzo de un linaje familiar de taberneros que continúa hasta el día de hoy. Aunque no de la manera que hubiesen imaginado.
El domingo 15 de marzo de 2020 Juan y César Casusol se encontraban detrás de una barra, como lo han hecho buena parte de sus vidas. Aquella noche, sin embargo, algo se sentía distinto. En la televisión instalada en el local, un mensaje a la nación anunciaba la entrada del Perú a un período de cuarentena. Hasta hace muy poco -o hasta hace demasiado- el Juanito de Barranco abría todos los días de la semana, sin excepción. De pronto llegó una pausa. Lo que no sabían entonces, ni saben ahora los Casusol, es cuánto durará.
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Desde ese momento las mesas del emblemático espacio –un lugar donde convergen mística, tradición y vasos de todos los tamaños– han estado vacías. Son ocho los trabajadores que quedaron en el aire (César, Juan, los hijos de ambos y personal de apoyo) y miles de parroquianos que quedaron a la espera. “Este año es para sobrevivir”, dice César Casusol. La familia ha hecho lo posible para continuar solventando los sueldos de su equipo, pero las cosas empiezan a ponerse difíciles. Hubo mercadería que se echó a perder y planes que no pudieron continuarse. Poco a poco, sin embargo, la adversidad abrió camino a la inventiva.
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¿Cómo se traslada la experiencia de la taberna a la casa? La respuesta es simple: no se hace. La taberna se extraña, se recuerda, se anhela, pero no se replica. “Nosotros nunca hemos vendido delivery y realmente en este rubro es difícil”, continúa don César. “Aparte de los almuerzos que servimos, lo nuestro es la cervecita, el chilcanito, los sanguchitos... el ambiente, el conversatorio y la reunión que siempre ha caracterizado a las tabernas. Estamos atados de pies y manos, pero el problema no es solo eso, sino los trabajadores y el pago de servicios cuando no hay ingresos”, sostiene.
Los Casusol desconocen si llegarán a abrir en lo que resta de 2020, pero saben que hay un público que los echa de menos. Hace algunas semanas empezaron a sortear a través de Instagram porciones de 500 gramos de su famoso jamón del norte, preparado por el propio César. La iniciativa ha sido un éxito. “Hacia julio queremos empezar a repartir por delivery algunos de nuestros sánguches: jamón del norte, jamón del país, queso y aceitunas negras”, añade. En principio, sería únicamente en Barranco y algunas zonas de Miraflores.
Regresar al Juanito, de momento, es posible. Se hace a través de un bocado del que bien puede ser el mejor jamón de la ciudad.
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Todas las novedades del Juanito y la información sobre los concursos semanales se encuentra en la cuenta de Instagram @juanitodebarranco