UNO
Durante estos días desoladores se ha estado sosteniendo, metafóricamente, que Lima no es el Perú. Una frase hecha útil para la ocasión
Esto es tautológicamente cierto, teniendo en cuenta que la parte no es el todo y que Lima probablemente ni siquiera sea Lima sino apenas un melancólico desierto entre cerros y mar.
La figura tiene una intención. Señala el talante excluyente de una ciudad nacida de taras virreinales y modos aristocráticos que no sabe entender la cultura ni las demandas del resto del país. Refutando al noctámbulo Valdelomar, es valedero decir que Lima no es el Perú. Tal como es valedero decir que una hoja no es un árbol.
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Luego la señora presidenta, en uno de sus habituales despropósitos verbales, estrenó una nueva modalidad de harakiri al pedir una tregua al sur peruano a la vez que decía que Puno no es el Perú. Irónicamente, es precisamente la pretensión manifestada en las protestas: separar el sur del Perú.
Pero en este contexto envenenado era el equivalente a darte la mano mientras te escupo.
Lo que probablemente quiso decir la señora presidenta es que no solo Puno es el Perú; somos 33 millones. Sucede que el qué dirán de las redes obliga a una lectura literal que convierte lo primario en virtud, usualmente ornamentado de indignación.
La desatinada frase inmediatamente se convirtió en arma arrojadiza. Esa sentencia excluyente sobre Puno parecía confirmar la veracidad de la frase excluyente sobre Lima.
Así se cerraba el círculo de un Babel con dni donde se cree que dos errores hacen un acierto.
DOS
Extrapolando lo anterior tiene sentido sostener que Madre de Dios es el Perú, que Cusco es el Perú y que Ica es el Perú.
Esos departamentos están sufriendo con mayor impacto los bloqueos y la violencia. Denunciar exclusión y falta de oportunidades castigando al prójimo con lo mismo es vileza. Esto no es lucha social ni narrativa romantizable, esto es crimen contra los más pobres. Cómo dicen los alacranes, no te conviertas en lo que desprecias.
TRES
Hay protestas pacíficas. Suceden todos los días en el país. Son aquellas en las que se reclaman derechos y se exige justicia por muertes que debieron evitarse. La protesta civilizada es un derecho fundamental de la democracia.
Pero, cómo no hay violencia en esas marchas, estas merecen apenas segundos de noticiero. No convocan la audiencia necesaria para sostener transmitirlas en vivo porque no hay sangre, felizmente.
También existen las acciones violentas estratégicamente premeditadas. El ataque a la democracia a punta de carne de cañón. En ellas las muertes no restan, suman. Alimentan un marcador macabro que se convierte en herramienta. Con ese conteo de cadáveres en la mano se imponen agendas, se negocia una sucesión constitucional, se interviene la realidad según ideología.
Así, invirtiendo la ley de causa y efecto, la responsabilidad no es de los que atacan. Se traslada a quienes defienden el orden precario que creíamos tener. Una policía mal pagada y estigmatizada con la villanía por defecto lo defiende de una manera igualmente precaria. Nuestra raquítica democracia queda a merced de un asedio organizado que cuenta con el público sostén de presidentes extranjeros y la amoralidad suicida del congreso. La parte agresora evita el diálogo porque el razonar haría perder una ventaja estratégica: el caos. ¿Qué hay digno de aplauso en esa demolición?
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Las cincuenta y cinco muertes son una responsabilidad inevitable que este gobierno comparte con Pedro Castillo y sus operadores violentos. La paz del cementerio nunca será una solución. Cincuenta y cinco muertes no se resuelven con cincuenta y seis muertes, y cincuenta seis no se resuelven con cincuenta y siete. Estamos dando vueltas en círculos en una danza macabra mientras los muertos los pone la calle, los niños en ambulancias, y la policía, todos peruanos.
CUATRO
Tenemos un ojo dominante. Ese es el llamado sesgo. La empatía funciona como una suerte de corrección de la vista, anteojos que permiten nitidez y panorama. Imponer la miopía no es empatía, es generalizar la visión borrosa como normal. Se alegan reclamos históricos, culturales, y sociales, todos justos, pero ninguno de ellos solucionables por un bloqueo de carretera. No desaparecerán mágicamente gracias a una nueva constitución, la renuncia de Boluarte, o la liberación de Castillo. Esas demandas no son soluciones, son eslóganes.
Castillo tuvo como mentor a Vladimir Cerrón, sentenciado gobernador regional. Los gobiernos regionales han dilapidado y robado recursos que debieron mejorar el bienestar del interior. No lo hicieron. Como tampoco lo hizo Castillo porque estaba ocupado haciendo lo que ya se sabe que hizo.
La señora Boluarte postulaba en la plancha de Castillo.
La izquierda votó por la plancha de Boluarte.
La izquierda votó por vacar a Castillo.
La izquierda votó por no inhabilitar a Boluarte.
Pero ahora, se dice, vivimos una dictadura de derecha. Triste: lo único en que podemos estar de acuerdo es en que no podemos ponernos de acuerdo.