1) Nadie sabe para quien trabaja: el señor Rafael Santos goza de lo que en comunicación se llama telegenia. Es la cualidad de aquellas personas favorecidas al salir en televisión. Pero la suya no es una telegenia simple, como la del guapo. Es compleja. Se inscribe en el estilo del personaje de Jeff Daniels en la película El Tonto y el más tonto. Daniels era el rubio. Tiene una escena memorable sin mayores recursos que su talento y un inodoro. Eso no lo hace cualquiera.
En el primer debate el señor Santos tuvo una actuación comparable. Dedicó casi la totalidad de su tiempo a atacar al entonces puntero Yohnny Lescano con una vehemencia inversamente proporcional a la importancia de las denuncias que hacía. Sus propuestas, si tuvo alguna, devinieron en olvidables.
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En lo que no reparó entonces y probablemente nunca lo haga, es en la consecuencia de sus actos. Los votos que le restaba al señor Lescano al caricaturizarlo como corrupto, radical y degenerado, en ese mismo momento empezaban a migrar hacia un candidato desconocido y mucho más incierto que al que se refería, el señor Castillo. Dicen que ahora al señor Santos lo reconocen en la calle. Que bien por él.
2) El profesor inconsistente: El señor Pedro Castillo es ejemplo de como el sindicalismo magisterial puede ser veloz atajo para una carrera presidencial en el Perú. Los alumnos, que esperen. Claridad ideológica, prescindible. Plan de gobierno, una encogida de hombros. La improvisación propia se alimenta del anti voto ajeno.
Los caminos del poder reclaman buen estómago y poco asco. Todo se vuelve peldaño, desde el Movadef hasta la condición de apéndice del señor Cerrón. Como la nada se define por la carencia absoluta, someter a un debate lo que no existe es un acto imposible. Por eso evadir la polémica se convierte en disposición natural.
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Lo que sí tiene claro Castillo es que lo que debe hacerse en caso de ganar ya no es problema suyo. Es de los electores. De los que lo llevaron ahí y de los que no.
3) La maldición del mototaxi: Mas que inocencia es idiotez escupir al cielo pensando que el proyectil se quedará suspendido en el aire. Lo que hizo la señora Fujimori cuando tenía más de siete decenas de congresistas a la orden reclama un acto de contrición de la que hasta ahora no hay noticia. Hasta Kenji ha llorado. Pero para su hermana la palabra perdón sigue siendo algo parecido a un murmullo asolapado.
Entre 1985 y 1990 Alan García tuvo un primer gobierno que generó una hiperinflación acumulada de 12, 482 %. Más de una década después, durante la campaña del 2006, pidió repetidamente perdón a los electores. Ganó esa contienda. El voto es emotivo, no racional.
4) Eso cansa: Ceregen, tónico cerebral destinado a superar el cansancio físico y mental, tenía una publicidad que gatillaba su uso desde una frase que resumía la eterna excusa para no hacer las cosas: eso cansa.
El peruano actúa como ciudadano solo cada cinco años, cuando entra en pánico en las elecciones y siente que el país se deshace. Pero ejercer la ciudadanía permanente, eso cansa.
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Lo que no cansa a muchos es seguir incurriendo en una actitud en redes que en inglés se llama como virtue signalling. Esto es declararle al universo, entre fotos de su aburrimiento y vida privada, ser poseedores de una superioridad moral que los colocan por encima del mundo y sus afanes. En este caso, de tener que tomar una decisión electoral. La pureza los envuelve.
Una traducción aproximada de ese término sería el postureo ético. Una forma más rápida de referirse a él sería como en la ranchera: vota y no llores.