Ver Sex Education es un gozo absoluto. Desde que descubrí esta serie en una plataforma de streaming, no he hecho nada más que comerme capítulo por capítulo hasta la saciedad y, ahora que terminé la tercera temporada, la abstinencia.
La serie, que aborda el sexo y el amor desde todas las aristas, en mi opinión, debería ser vista en todas las casas con adolescentes, y en todas las secundarias. No hay temática que se escape: dudas sobre nuestros genitales (¿Es mi pene muy pequeño? ¿Es mi vulva horrible?); la homosexualidad; la (auto) represión personal y social que conlleva descubrirla o la infinita libertad que te permite sentirte feliz sin dar explicaciones a nada; el sexo libre, sin compromiso y sin culpa; los métodos anticonceptivos, que todos deberíamos conocer para evitar enfermedades venéreas y embarazos no deseados; lo complejo del no identificarse como una persona masculina o femenina; la seriedad de una agresión sexual y la dificultad de sobrepasarla. No hay tema que dejen de lado y que no se toque con la seriedad y el respeto requeridos, además de ser superdivertida, contar con una cinematografía maravillosa y un soundtrack que ando oyendo mientras escribo esto.
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En serio, es un respiro, pero si eres de los que se sienten incómodos con la normalidad con la que se trata el sexo, quizás te resulte algo cruda: verás sexo, sí , mucho, así como verás genitales por doquier.
Ahora, si bien la serie gira en torno a los problemas relacionados con el sexo y la sexualidad en una escuela secundaria, también destaca, entre todo lo demás, lo profundo de las relaciones que se van tejiendo entre sus personajes: la relación madre-hijo; madre-hija; la relación de mejores amigos; la relación entre mejores amigas; entre hermanos; los vínculos interpersonales; la complejidad del mundo de los vínculos; la complejidad de la vida en sí.
El espectro es tan grande que estoy segura de que cualquiera de nosotros puede verse en algún sentido identificado con algunas de las relaciones o procesos que ahí se muestran.
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Sin querer contar más infidencias sobre la serie, uno de los principales adultos protagonistas es una sexóloga experta, interpretada por la impecable Gillian Anderson, quien se hizo ultrafamosa por su rol de la agente Scully en Expedientes X, la serie hit en los años 90. Oh, Gillian, tu hermosura, oh, Gillian, tu infinito talento, que te hizo acreedora hace unas noches a un Emmy (y ni siquiera por tu interpretación en esta serie, sino en otra, genia). De hecho, como comentó en una entrevista, cuando recibió el guión lo tiró al suelo, no tenía intenciones de aceptar el papel. Gracias a quien haya intervenido para que cambie de opinión, porque aceptó y ahora solo quiero ser como ella en la serie: una madre de adolescente hipermegacool, receptiva y asertiva en sus comentarios, guía de su hijo y de los amigos de sus hijos, fuerte, independiente, y todo esto luciendo completamente natural y en calma, a pesar de que el mundo alrededor parezca estar derrumbándose.
Gillian –que en la serie se llama Jean– es absolutamente abierta con su hijo, buscando siempre la forma de comunicar lo que tiene que comunicar y tendiendo puentes. Por eso observo y absorbo, porque como ya les he contado anteriormente, en casa la población está dividida entre adultos (mi marido y yo) y adolescentes: los primeros desprovistos de la experiencia para vincularnos con ellos de la forma más inteligente; y ellos, siendo adolescentes. //