El piscicultor Willy Huacho (52) solo piensa en el futuro. Al pasado no quiere volver, ni siquiera para darle una mirada de lejos. Creció sembrando y cultivando cacao junto a sus padres en la comunidad nativa de Anapate (Satipo, Junín), donde llegó cuando era solo un niño procedente de su natal Huancavelica. Su camino, sin embargo, dio un giro radical cuando fue secuestrado a los 15 años por un grupo senderista. Huacho permaneció cautivo por más de tres décadas hasta que fue rescatado por la policía. A Willy solo le interesa hablar de lo que ha ocurrido desde entonces: de su vida en la comunidad de Shimabenzo (también en el Vraem) con su esposa y sus hijos; y de la actividad donde ha descubierto una nueva pasión. La piscicultura.
“Comenzamos con este trabajo en 2019; somos once personas que nos dedicamos a la piscicultura en mi asociación. A través de distintos talleres hemos podido aprender todo sobre cómo sembrar los peces, cuántos debe haber por metro cuadrado, y de qué manera venderlos”, indica Willy Huacho. La capacitación de Devida (Comisión Nacional para el Desarrollo y Vida sin Drogas, adscrito al sector de la Presidencia del Consejo de Ministros) ha sido clave para conseguirlo.
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Willy y sus socios venden casi tres mil kilos de pescado en cada campaña -es decir, cada cuatro meses- y eso les sirve para abastecer al mercado local y el entorno. “El pescado es un bien cotizado por aquí”, señala. La actividad siguió operando durante la pandemia, a pesar de las dificultades que tuvieron para poder comercializar la cosecha el año pasado. Este 2021, no obstante, el trabajo para él y para muchos productores de la zona continúa con mas ganas y más proyección.
“Queremos ampliar nuestros tanques, tener un pequeño recreo para tal vez poder atender a clientes. Es más rentable darle un valor agregado”, cuenta Willy sobre sus planes en el Vraem. Después de mucho dolor y de mucha injusticia, las cosas empiezan a encaminarse para él y para quienes lo rodean.
El café y el cacao son los cultivos por excelencia del valle comprendido entre los ríos Apurímac, Ene y Mantaro, y que abarca los departamentos de Ayacucho, Huancavelica, Cusco y Junín. Las condiciones están dadas, pero para muchos productores el verdadero reto estaba -y está- más bien en el transporte: sin carreteras o caminos habilitados, muchos tenían que caminar cinco o seis días tan solo para transportarlos a comunidades cercanas. No era rentable el esfuerzo.
“El ámbito del Vraem es sumamente grande, son 69 distritos”, indica Max Lazo, director de Articulación Territorial de Devida. “En 2018 contábamos con una oficina pequeña en Huamanga, pero a raíz de la entrada de Devida se dispuso que la sede central se traslade al mismo Pichari. Aparte, tenemos otras tres unidades de coordinación para poder llevar a cabo nuestra estrategia”, indica. La misión del programa se basa en el aprovechamiento sostenible del territorio, el fortalecimiento de la comunidad, y la creación de oportunidades para superar las barreras de pobreza y exclusión que limitan el desarrollo, entre otros objetivos.
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El cultivo de café, cacao, plátano, cítricos, paltas, además de la piscicultura, han resultado ser los medios idóneos para conseguirlo. “Devida tiene dos formas de intervenir: a través de transferencias financieras que se realizan a los gobiernos locales del valle para que se implementen actividades productivas; o a través de la inversión de manera directa en actividades específicas o mejoramiento de caminos”, continúa Lazo. A la fecha ya se han invertido S/200 millones en el Vraem. Esto abarca desde capacitaciones o talleres, hasta la implementación de equipos e infraestructuras.
“El principal problema es el comercio ilícito de cocaína. De las 55 mil hectáreas de arbusto de hoja de coca que hay en el Perú, casi el 50% se encuentran en el Vraem”, sostiene Max Lazo. “Luego están los remanentes narcoterroristas en la zona, que obstaculizan llevar estas alternativas de desarrollo a más distritos. En muchas partes no existen las condiciones de seguridad para poder implementarlos. Finalmente están la geografía y la dificultad para llegar de un lugar a otro, lo cual puede demorar días, incluso cuando las condiciones de clima y transportabilidad son favorables”, concluye Lazo.
A pesar de los factores en contra, ya son más de 42 mil familias las que se han beneficiado con el trabajo que viene haciendo Devida en la zona. Para la productora cacaotera Sonia Rodríguez (56), lo más alentador de todo está en las posibilidades que han surgido a raíz de las capacitaciones. “Yo trabajo con cacao casi desde que nací”, sostiene Sonia. “Pero ahora estoy haciendo cosas que no había hecho antes. Estamos trabajando con la post cosecha, que es el cuidado posterior que se le da al cacao. Hay que podarlo, hay que abonarlo, cosechar cuando las mazorcas están bien maduras. Somos más atentos en la selección de las buenas y las malas, y también en identificar enfermedades”, indica.
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Para la elaboración del chocolate que vende con la cooperativa de mujeres cacaoteras a la cual pertenece (Qori Warmi) Sonia y sus compañeras han llevado capacitaciones en fermentado y secado. “Ahora tenemos una planta procesadora y nos han ayudado con maquinaria para hacer el chocolate, además de la construcción de un almacén grande para conservarlo”, continúa Rodríguez. Este es solo el comienzo.
Zosimo Yaranga lleva los últimos tres años trabajando el cultivo del café de manera orgánica. Le entusiasma ver los resultados: vende de cerca y vende de lejos. Su café llega adonde le pidan gracias a las ferias y a una plataforma virtual. “Tengo tres hectáreas en plena producción, de ahí salen unos 200 kilos mensuales de café (sin cáscara). He trabajado en esto desde mi juventud -mi padre también era caficultor- pero no conocía la manera más técnica para la producción orgánica”, explica. Zosimo afirma haber mejorado la calidad de su producto a través de distintas facilidades del programa de Devida. Una de ellas, por ejemplo, ha sido la asesoría de un catador.
La marca Colibrí -donde está el café de Zosimo- es el resultado del trabajo de 150 productores y socios. Han participado en ferias y han conseguido trasladarse a lugares antes inaccesibles gracias a la mejora en carreteras y transporte. “Poco a poco se está mejorando la calidad de vida, pero no solo para nosotros”, sostiene. “Sino también para nuestros hijos”. La semilla, asegura, está dando sus frutos.
Más información:
Devida: https://www.gob.pe/devida