En 1985 los bebés no usaban Pampers ni Huggies RN: en casa, en un perol de lata montado en la mejor hornilla de la cocina, se hervía a fuego alto una pócima que servía de blanqueador para unos inmensos pañales de tela, tan grandes que si bien servían para educar a los bebés, también los podían momificar. Quitar las manchas sin Vanish era una ciencia. Los techos de las casas del Perú en 1985 se distinguían por dos cosas: un espacio para reciclar muebles viejos y un largo tendedero donde se secaba la primera armadura de un recién nacido.
Esa tarde, 17 de febrero de 1985, Paolo Guerrero pasaba cumplía un año y 47 días de nacido y debajo de ese short de la selección peruana que le consiguió su tío Caíco Gonzales Ganoza, tenía uno de esos. Fue la primera vez que los periodistas y reporteros lo vieron con la camiseta de Perú, solo que en realidad nadie lo vio.
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El rival, Bolivia. La cancha, el viejo Estadio Nacional. El 17 de febrero del 85, Perú jugó su primer partido amistoso del año, en el último tramo de la ruta rumbo a las Eliminatorias del Mundial México 86. Dirigía Moisés Barack, un técnico que había sido campeón nacional con Unión Huaral el 76 y de Copa Perú con el Atlético Torino, en 1982. Era una época caótica del fútbol peruano: por un lado, los indescifrables campeonatos nacionales, que incluían un Regional, un Descentralizado, una Liguilla y 30 equipos. Lento, como patada de astronauta. Por otro, la transición generacional post España 82. Ya no estaba Chumpitaz, tampoco Quiroga y Oblitas jugaba sus últimas temporadas. El once peruano tenía caras nuevas y acaso en quién más zoom se hacía era en el joven delantero Franco Enrique Navarro, que ya la rompía en Independiente Medellín.
Franco es hoy entrenador de Deportivo Municipal. Ayer nos acercamos a él a través de gente de su entorno y aunque recordó ese partido del 85 en el que hizo los tres goles del triunfo, prefirió guardar sus memorias. “Es una muy linda foto”, dijo. Franco fue el goleador de la tarde, y si bien la ciencia no puede garantizar la vigencia de sus recuerdos, el bebé Paolo Guerrero lo vio todo desde pullman en la tribuna Occidente. La plasticidad y el olfato de Navarro, su sello. 36 años después, el hijo de Petronila se convirtió en el máximo goleador de la historia de la blanquirroja, con 36 gritos. Parece que no olvidó la lección.
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El árbol genealógico de Paolo Guerrero tiene sus raíces en lo más heroico del fútbol peruano: su hermano Julio, el Coyote, fue subcampeón de la Copa Libertadores de América. Su tío Caíco fue bicampeón y símbolo de Alianza Lima el 77 y 78. Héctor Chumpitaz es primo de Doña Peta, y ya todos sabemos quién es Chumpi. Su juguete natural -lo ha dicho- era la pelota y su jardín, una cancha de fútbol o el Club Revólver, donde entrenaba la selección en los 80. Hace algunos años, en una entrevista para el club Alianza Lima, Doña Petronila Gonzales contó una anécdota que resume lo que vivió Guerrero en esos primeros años: “Un día Caíco se lo llevó chiquito, de un año a Paolo. Todavía estaba en pañales. Yo llegaba a su casa y él se iba al Revólver. Me dice ‘Dámelo, siéntalo ahí’. Lo amarró en el carro. ‘No lo traigas tan tarde’, le digo, porque no había tomado su biberón. Cuando mi cuñada lo llama, ‘Caíco’ responde: “Ah, mi sobrino está tomando su Coca Cola y su bizcocho”.
El 17 de febrero de 1985, con Caíco también de testigo, fue Juan Carlos Oblitas el que lo bajó a la cancha y posó con él en su primera foto con la camiseta de la selección.
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Vicente Cisneros tenía 13 años y su padre, Miguel Vicente, 43. No era periodista aún pero sí coleccionista: llegando por la avenida 28 de julio al Nacional, su viejo se detenía a admirar las viejas revistas Goles, Equipo y Ovación, que algún vendedor ambulante ofrecía por algunos intis. Ahora, conductor deportivo en GOLPerú, recuerda así lo que ocurrió esa tarde, debut peruano en el año eliminatorio, a donde fue con su viejo. “Recuerdo poca gente, al punto que fuimos con mi papá a las boleterías de norte y compramos dos tickets para Oriente. Fue un gran partido de Franco. Yo diría que ese día se ganó el puesto. Con el cambio de horario, por época de verano, me parece que el partido fue a las 6 de la tarde”. Vicente Cisneros tiene razón: en racha, Franco luego viajó a Santiago con la selección para enfrentar a Chile y marcó el célebre golazo de la publicidad de Dencorub. Jorge Esteves Alfaro también era un niño y aquella tarde asistió a la popular donde descansa la torre inmensa que mira a la Vía Expresa. Ni siquiera imaginaba que iba a fundar el diario deportivo más influyente de los últimos 50 años: El Bocón. Lo llevó su hermano mayor con las monedas justas que alcanzaban, recuerdo fantástico, para comprar los boletos y regresar con hambre hasta el Callao. “La foto fue publicada en Caretas. No recuerdo la fecha, está en una nota que le hicieron a Paolo Guerrero cuando debutó en la selección adulta”. La imagen a la que se refiere es una edición recortada del equipo peruano posando frente a la tribuna preferencial, esas postales que los fotógrafos corren a eternizar antes que empiecen los partidos, pero nunca salen en los diarios. Allí, con Oblitas de cuclillas, sale Paolo Guerrero. Al lado, el ‘Chino’ Pepe, legendario utilero nacional que siempre vestía de morado en homenaje al Señor de los Milagros.
El autor de la nota donde salió impresa por primera vez esa foto fue Jerónimo Pimentel, periodista y editor, además de Director general en Penguin Random House Perú. “Puede ser el 2004, probablemente. Paolo aceptó la nota en la casa, con Doña Peta, y estuvimos juntos todo el día. Era muy humilde, sencillo, timidón. Estábamos siendo testigos de la construcción de su personaje”. Instalados en la casa de Matellini de los Guerrero, reportero y fotógrafo pidieron el álbum familiar, lo devoraron y allí saltó la foto. “Hicimos la reproducción y quedó”, dice Pimentel ahora, mientras resuelve unos pendientes en videollamada. Hablaron de Play Station, la obsesión del delantero en Alemania, y del arquero Timo Hildebrandt, de cuán fácil podía ser vencerlo. “Papaya”, le dijo Guerrero. Si la nota se hizo en 2004, entonces tenía sentido la foto del álbum: fue ese año el debut oficial con la selección mayor de Perú, mucho tiempo después de la foto en el Estadio Nacional como mascotita.
La razón por la que Oblitas sale con el bebé Guerrero es sencilla: Caíco, el tío, era muy amigo del Ciego, como parte de la generación Martínez, Carranza, Del Solar, vinculados a Universitario y amigos cercanos de juveniles con los Potrillos.
Y quedó la foto.
Un día como hoy, los diarios publicaron la crónica de ese partido y algunas fotos de la celebración de los goles de Franco. En los negativos quedaron las imágenes del pequeño Guerrero, con riesgo de perderse. Había tiempo para que se vuelva póster.
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