En sus casi diez años como reportero de la sección Mundo de El Comercio, Renzo Giner Vásquez ha visto de todo: el horror de la guerra y, últimamente, la histeria que puede desatar una elección presidencial en Latinoamérica. Su mirada suele estar puesta en lo que ocurre fuera, pero hace unos años, en plena pandemia, recuerdos de su niñez lo llevaron a emprender un proyecto junto a dos amigos que, como él, habían crecido escuchando mitos y leyendas provenientes de distintos rincones del Perú. Su idea era rescatar estas historias en su lengua original y contarlas en formato audiovisual. Tras un arduo trabajo de investigación y largos viajes por carretera a través de parajes donde lo mágico parece confundirse con lo real, estos jóvenes aventureros presentan una docuserie que se estrenará en las plataformas digitales de este Diario.
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Junto con Giner, el equipo de viajeros lo conforman Juan Pedro Torres en la realización y Bryan Carpio en ‘social media’. Con La Ruta (@laruta_pe), han recorrido para su primera temporada la zona comprendida entre Junín y Ucayali, en busca de esos relatos fantásticos que están en peligro de desaparecer. En su capítulo de estreno, la historia se centra en el Manuscrito de Huarochirí, un texto escrito en quechua de principios del siglo XVII que describe las creencias de las culturas que habitaron la región Lima en aquella época. “Redescubrir estas tradiciones orales nos permite entender el país diverso que somos”, nos dice Giner.
Uno de los lugares más fascinantes que visitaron es el pueblo de Sepahua, enclavado en la espesura de la selva peruana. Se trata de una comunidad nativa donde aún se habla el amahuaca, una lengua originaria que 328 personas la identifican como su idioma materno, según el censo del 2017. A lo largo de su historia, el pueblo Amahuaca se ha asentado en la cuenca de los ríos Ucayali, Yavarí, Purús y Madeira. Tierra de criaturas mágicas que protagonizan los cuentos de la selva que mejor explican el origen de la cosmovisión amazónica. “Tenemos el potencial de poner la mitología peruana al mismo nivel que la mitología griega”.
Para llegar a estos espacios geográficos había que tener todo arreglado desde Lima. “En el caso de los amahuaca, nos pusimos en contacto con un profesor de la universidad Católica que había participado en seminarios para preservar esta lengua. Él nos facilitó el contacto con la comunidad. Felizmente hubo mucha apertura de parte de ellos para participar del trabajo. Todo fluyó con naturalidad”, explica Juanpi Torres, realizador audiovisual.
Y aunque armaron un plan de producción para tener todo bajo control, hubo dos factores que los obligaron a improvisar. El primero de ellos era el clima: no fueron pocas las veces que una lluvia torrencial los sorprendió en plena grabación. Había que tomar un receso y esperar a que la madre naturaleza aplaque su ira. Y el otro tiene que ver con la fauna silvestre, feroz e implacable como su hábitat: casi ven perder horas de grabación cuando un águila amenazó con llevarse su drone.
Cosas que suelen pasar cuando uno se sumerge en lo enigmático y desconocido. //