Efraín Sotacuro es un joven con una meta fija en la cabeza: ganar una medalla para el Perú. Todas las veces que lo visitamos en el Centro de Alto Rendimiento del Programa de Maratonistas del IPD en Junín, estaba siempre ocupado entrenando, a la par con los mejores corredores del país, junto a los Canchanya, a los Pacheco, a Gladys Tejeda y a Inés Melchor. Codo a codo, sin perder el ritmo.
Si bien haber perdido ambos brazos le trae algunas desventajas de equilibrio, sus piernas rápidas de huancavelicano están capacitadas para soportar maratones en condiciones difíciles. Su entrenamiento comprendió sesiones de doble turno y carreras largas de hasta 35 kilómetros. Y sobre todo, subir y bajar cuestas en un circuito que lo llevó por las montañas que rodean Huancayo.
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No por nada estos serán sus segundos juegos paralímpicos. Hace pocos días me dijo una frase que resume su espíritu: en los entrenamientos se gana la medalla, y en las competencias se va a recogerla nada más. Su prueba en maratón T46, amputados, tiene serios rivales, pero Efra ha venido superándose mes a mes.
En Río 2016 quedó a un pelo de ganar medalla. Y en el Mundial de Atletismo de Londres del 2017 tuvo una destacada participación. Nada mal para el adolescente que, por jugar cerca de una torre de alta tensión, recibió una descarga que le causó un trauma físico y mental terrible. Pero su determinación hizo la diferencia. Hoy el atleta de 30 años es un ejemplo para muchos. Podríamos escribir un libro con cada uno de los once deportistas que nos representarán en Tokio 2020.
El maratonista Carlos Sangama también competirá en la categoría T46, como Efraín. En los Parapanamericanos de Lima estaba preparado para una medalla pero una lesión, dos días antes de las pruebas, lo privó de siquiera intentarlo. Tokio será la oportunidad de sacarse el clavo. Cuando le pregunto por su motivación, responde sin dudar que es Aithana, su hija de un año y cuatro meses. Carlos perdió el brazo a los 11 años de edad en un molino de caña en su natal Bellavista, San Martín. Hoy, a los 30, es uno de los 10 parafondistas más veloces del planeta, a pesar de que solo lleva cinco años en los entrenamientos. Su mayor triunfo ha sido una medalla de oro en el open de Medellín. Por eso cree que lo mejor está por venir.
La historia de Dunia es una de las más destacables. Nacida en Sarhua, Ayacucho, tuvieron que amputarle manos y pies a los 13 años de edad debido a un cuadro de reumatismo juvenil y vasculitis sistémica que dejó inútiles sus extremidades. Su pasión por el arte la llevó al ejercicio de la pintura con la boca y también al deporte. Y es que conoció la obra del fotógrafo Michael Stokes, que retrata personas amputadas como si fueran esculturas de la antigua Grecia. Dunia sintió que podía hacer de su cuerpo una obra de superación.
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En el 2017 empezó a entrenar, primero como jugando, y al poco tiempo estaba obteniendo sus primeros triunfos. En agosto de ese año ganó medalla de plata en un abierto de paranatación en Medellín. Y en el 2019 obtuvo la medalla de bronce en los Juegos Parapanamericanos de Lima 2019.
Se han hecho documentales con su historia llena de esfuerzo y arte. Ella competirá en los Juegos Tokio 2020, a pesar de todas las dificultades que impuso la pandemia. Verla entrenar es disfrutar de la destreza sin gravedad ni obstáculos que dan el agua y, por supuesto, el carácter invencible de Dunia. //