Dicen que el Silicon Valley es la tierra de las ideas novedosas y radicales en el campo de la tecnología. Y el ingenio también parece estar a la orden del día para encontrar soluciones a problemas legales.
Frustrados por la limitada cantidad de visas que otorga el gobierno de Estados Unidos a científicos y técnicos extranjeros, un dúo de emprendedores encontró una alternativa: mudar las oficinas de las empresas tecnológicas a altamar.
Así nació Blueseed, un barco-colonia en medio del Océano Pacífico frente a California, donde no aplican las restricciones legales vigentes en el territorio estadounidense.
Mucha gente dice que quiere venir a Silicon Valley a trabajar, tienen buenas ideas y hasta dinero para empezar… pero no hay manera de que lo logren porque no consiguen permisos de trabajo, dice a BBC Mundo Max Marty, cocreador de Blueseed.
Una estructura flotante, a unos 25 kilómetros de la costa y en aguas internacionales, podría entonces servir de escala en el camino: está pensado como un espacio para albergar a start-ups que necesitan contratar expertos sin importar de qué país provengan.
Como queda por ferry a media hora de Silicon Valley, que es fundamental para tener reuniones y contactos, los ocupantes del barco podrían ir y venir con visas de visitantes de negocios o de otro tipo. La idea es que se beneficien de la vida en comunidad, que fomenta la creatividad y el intercambio de información, señala el emprendedor, que espera que el proyecto esté sobre aguas en el segundo trimestre de 2014.
SIN VISAS Marty hijo de un matrimonio cubano exiliado a comienzos de los años ’60 bocetó la idea cuando estudiaba una maestría de negocios en una universidad de Miami.
Ocurrió después de ver cómo muchos de sus compañeros extranjeros tenían que marcharse, contra su deseo, una vez graduados.
Muchos querían crear una compañía aquí pero no podían. Si es difícil conseguir la (visa) H-1B para uno mismo, imagínate lo difícil que es ser esponsor de otros que quieras contratar, recuerda Marty.
Las empresas de tecnología llevan años haciendo lobby en Washington para lograr que se levante la restricción de 65.000 visas anuales H-1B para trabajo temporal especializado, que deben solicitarse para traer expertos de, por ejemplo, India o China, dos de los países que proveen un buen número de empleados extranjeros en el Silicon Valley.
Cada año, esas visas que distribuye el gobierno federal se agotan en cuestión de semanas: en 2012 fueron apenas diez desde que se abrió la postulación en abril, según un informe del Instituto Brookings.
Hace falta encontrar modelos para crear compañías de manera más libre, señala el emprendedor.
Junto a su socio Darío Mutabdzija, el modelo de Blueseed lo tomó Marty de The Seasteading Institute (TSI), un think-tank que promueve el desarrollo de ciudades enteras en el océano.
Los investigadores del TSI, inspirados en la filosofía libertaria, creen que así serán los territorios del futuro: sobre estructuras en aguas internacionales, autosostenibles y autogobernados.
La idea, que ya provocó debates en publicaciones como Time o The Economist, tiene detrás a Patri Friedman, exingeniero de Google y nieto del economista Milton Friedman; también al experto en ingeniería naval George Petrie y al creador de la empresa de pagos por internet PayPal, Peter Thiel, cuyo interés por las colonias flotantes lo ha llevado a aportar dinero para su desarrollo.
INNOVACIÓN SOBRE OLAS Blueseed es, en este sentido, una primera materialización de las ideas del TSI.
Sus responsables aseguran que su ubicación, anclado unos 20 kilómetros al sudoeste de la bahía de San Francisco, le dará una ventaja estratégica para quedar conectado con el Silicon Valley de tierra firme.
Allí calculan hospedar a unos mil trabajadores de 360 compañías y 65 países distintos, según la lista que manejan hasta la fecha.
Muy temprano decidimos contactar a nuestros potenciales clientes e incorporarlos en el proceso de diseño. Luego filtramos a aquellas empresas que no nos interesaban por su modelo de negocios o porque pensamos que no funcionarían a bordo, relata Marty a BBC Mundo.
Para las cuestiones técnicas, cuentan con la experiencia de otros proyectos flotantes, como plataformas petroleras, portaviones o cruceros transoceánicos, todas estructuras donde una comunidad está obligada a convivir en aislamiento por períodos prolongados.
Claro que no sólo se trata de captar el interés de clientes, sino de inversionistas: necesitan recaudar entre US$10 y 30 millones hasta su inauguración. Haber conseguido el respaldo del fundador de PayPal, dicen, es un paso clave.
CARO Y POLÉMICO Pero el plan de vivir en altamar será caro para los varios centenares de emprendimientos tecnológicos que se vuelvan inquilinos: costará a razón de US$2.000 mensuales por persona.
La vida en el océano es cara comparada con la vida en tierra. Hay que llevar comida, hay temas de seguridad y de energía y de comunicación, reconoce Marty.
Sin embargo, el principal obstáculo podría ser la confrontación con las autoridades estadounidenses. Aunque la Oficina de Aduanas y Protección Fronteriza declinó comentar sobre el proyecto, es probable que la reacción no se haga esperar si Blueseed sale a flote.
Después de todo, se trata de un atajo para saltearse normas federales, que dejaría a una comunidad de extranjeros viviendo frente a la costa de California con la clara intención de trabajar, así sea indirectamente, en la industria tecnológica estadounidense.
Quizás la reforma migratoria un tema urgente en la agenda política por estos días traiga una solución anticipada, si mejora la cantidad de visas disponibles para extranjeros especializados.
El presidente Barack Obama, durante su discurso sobre el Estado de la Unión en febrero pasado, declaró que una reforma real debía considerar a los emprendedores altamente calificados e ingenieros que ayudarán a hacer crecer la economía.
Pero si hay visas, no hay necesidad de vivir en altamar: ¿podría la misma reforma acabar con el negocio de Blueseed antes de que comience a navegar?
Sus responsables no lo creen: No tenemos muchas esperanzas de que eso (el aumento de visas) ocurra al nivel que haría falta. Pero si ocurriera, de todos modos muchas empresas se sienten motivadas por el concepto de compartir e intercambiar ideas en una comunidad flotante.