A pocas semanas de cumplirse dos años de los primeros casos de COVID-19 en el mundo, el conocimiento que tenemos sobre cómo se transmite el coronavirus SARS-CoV-2 es importante.
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Los científicos conocen mejor las formas de contagios y recomiendan poner los esfuerzos en ciertas prácticas, que son principalmente el uso de mascarillas, la ventilación de espacios cerrados y la higiene de manos. Pero para llegar hasta este punto, hemos pasado por un gran período de incertidumbre, en el que se recomendaron medidas de salud pública que luego se supo tenían poco o nulo impacto.
Sin embargo, algunos de estos procedimientos de prevención aún siguen aplicándose en el país. Por ello, el Ministerio de Salud (Minsa) actualizó esta semana los protocolos que se aplican en el Perú.
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A continuación, hacemos un recuento:
Uso de guantes
Durante el 2020, en el Perú -por un corto período de tiempo- se instauró el uso de los guantes quirúrgicos, una medida criticada por diversos especialistas, quienes alertaban sobre la falta de conocimiento de la población en general respecto a su correcto manejo.
Si bien los guantes impiden que toquemos directamente superficies contaminadas, son barreras que sirven solo cuando los retiramos y desechamos correctamente. El lavado de las manos tras su uso es clave.
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A fines de ese año, la Organización Mundial de la Salud (OMS) dijo que “llevarlos puestos no impide el contagio, ya que si uno se toca la cara mientras los lleva, la contaminación pasa del guante a la cara y puede causar la infección”.
Las personas se tocan la cara un promedio de 20 veces cada 60 minutos, según un estudio publicado en 2015 en la revista American Journal of Infection Control. Una investigación difundida en la misma revista halló que durante la pandemia las personas se tocaron el rostro un promedio de 10 veces por hora, y que el riesgo de contagio fue 1,5 veces mayor en aquellos que no usaban mascarilla.
Los Centros para el Control y la prevención de Enfermedades de EE.UU. (CDC), por su parte, alertaban que los guantes brindaban una falsa sensación de seguridad. Por ello, la recomendación más práctica es lavarse las manos o desinfectárselas, para reducir al mínimo la posibilidad de contagio por superficies, que de por sí es baja.
“El modo principal por el cual las personas se infectan con SARS-CoV-2 (el virus que causa COVID-19) es a través de la exposición a gotitas respiratorias que transportan virus infecciosos. Es posible que las personas se infecten por contacto con superficies u objetos contaminados (fómites), pero generalmente se considera que el riesgo es bajo”, indican los CDC.
Además, como aseguraban organizaciones internacionales como Médicos Sin Fronteras en 2020, el uso de elementos de uso sanitario ponía en peligro el abastecimiento, en momentos en que ya había escasez de ciertos implementos. Ese también fue uno de los motivos que hizo que al inicio de la pandemia la OMS no respaldara el uso generalizado de mascarillas al inicio, pues consideraban que se podría poner en peligro al personal sanitario, que estaba más expuesto. En ese momento, sin embargo, no estaba tan claro como ahora la importancia de la transmisión aérea.
Poco después de la imposición del uso de guantes, esta medida fue retirada en el país.
Desinfección de calles
Esta fue una práctica extendida en decenas de países. Las imágenes de calles vacías siendo desinfectadas con químicos eran comunes durante los primeros meses de la crisis sanitaria global.
De manera gradual, los gobiernos dejaron de aplicar esta medida. Y es que, al final, se comprendió que la principal vía de contagio era de persona a persona.
“Rociar desinfectante, incluso en el exterior, puede ser peligroso para la salud humana”, dijo entonces la OMS respecto a las reacciones alérgicas que pueden causar los químicos pulverizados en espacios públicos con la intención de eliminar el virus.
El país donde inició esta práctica, ya para marzo de 2020, desaconsejaba rociar desinfectante en las calles: “Las superficies exteriores, como carreteras, plazas, céspedes, no deben rociarse con desinfectantes repetidamente. Rociar desinfectantes sobre un área grande y repetidamente puede causar contaminación ambiental y debe evitarse”, dijo Zhang Liubo, un investigador del Centro de China para el Control y la Prevención de Enfermedades, según recoge Science.
Pese a ello, las municipalidades en el país seguían, un año después, con esta práctica.
Desinfección de zapatos
En esa misma línea está la limpieza de zapatos, pues es poco probable que una personas traiga a casa el virus en ellos; desinfectarlos se volvió una práctica habitual cuando no se conocía mucho sobre la transmisión del virus, pero hoy los expertos desaconsejan su aplicación, ya que hace que invirtamos tiempo y dinero en una forma de prevención poco efectiva.
“La desinfección de las superficies, principalmente aquellas que muchas persona pudieran tocar, es importante; sin embargo, se ha demostrado que la transmisión es de persona a persona principalmente y las otras formas de transmisión son de mucho menor riesgo, de tal manera que tocar las superficies y llevarse las manos a la cara, a la boca o a la nariz es una vía importante para la transmisión, pero desinfectar los zapatos no es una vía para la prevención del COVID-19″, dijo Ciro Ugarte, director de Emergencias en Salud de la Organización Panamericana de la Salud (OPS), en respuesta a El Comercio.
Tras ello, el ministro de Salud Hernando Cevallos informó que diversas medidas de prevención, entre ellas la desinfección de zapatos al ingresar a un establecimiento, serían actualizadas, pues hoy se cuenta con evidencia que desaconseja su aplicación.
Toma de temperatura
Otra de las medidas implementadas en el país, y que ya ha sido retirada en varios países, es la toma de la temperatura al ingreso de lugares públicos, como aeropuertos o supermercados. En algunos lugares, incluso, se comenzó a verificar la saturación con el oxímetro de pulso. Todo ello con el objetivo de detectar personas con síntomas de COVID-19, como fiebre o descenso en la saturación de oxígeno.
Hoy, luego de varios meses, los expertos consideran que estas medidas no tienen un rol decisivo en la detección de personas que pueden contagiar. Según información reciente, se estima que hasta el 75% de las personas que tienen un PCR positivo no presentarán síntomas. Es decir, estas personas asintomáticas -y también las presintomáticas, que son las que están en el período previo a presentar los primeros síntomas- pueden ingresar a lugares públicos cerrados y contagiar, pero pasarían los controles porque no sería posible identificar sus síntomas.
Ya en diciembre de 2020, investigadores de la Escuela de Medicina de la Universidad de Johns Hopkins criticaban esta medida en un editorial de la revista Open Forum Infectious Diseases: la consideraban “ineficaz”, pues los datos disponibles hasta entonces mostraban una ínfima detección de casos en aeropuertos de miles de personas sometidas a tomas de temperatura.
“Para desarrollar mejores programas para distinguir a las personas infectadas de las no infectadas, será necesario abordar la gran cantidad de factores que afectan negativamente a la detección térmica NCIT (diglas en inglés de termómetro de infrarrojos sin contacto)”, decían los investigadores en relación a los problemas de utilizar estos aparatos de manera masiva sin distinción de grupos de riesgo.
Medicamentos ‘preventivos’
Si bien no fue un protocolo establecido para prevenir el contagio, sí recibieron el respaldo de las autoridades. La lista de medicamentos que se presentaron como preventivos fue larga. Y no solo fueron aplicados en ensayos clínicos, sino que -como sucedió en el Perú- su uso fue aprobado cuando no había evidencia suficiente. Es el caso de la ivermectina e hidroxicloroquina, que fueron recomendados por un comité de expertos al inicio de la epidemia en el país y avalados por el Ministerio de Salud. En base a ello, se realizaron compras de estos medicamentos, que fueron distribuidos en campañas organizadas por autoridades locales, e incluso repartidos como parte de kits de prevención del Minsa y EsSalud, como reportó este Diario.
Hoy se conoce que ninguno de estos dos medicamentos previene el contagio del coronavirus, ni sirven como tratamiento para personas ya infectadas.
Luego de diversos ensayos clínicos que mostraban que no era eficaz para el COVID-19 y solo después de los pronunciamientos de la Organización Mundial de la Salud y la Agencia Europea de Medicamentos (EMA), el Gobierno peruano decidió retirarlas de las guías de tratamiento.
Sobre la ivermectina abunda la información inexacta y falsa en internet. Esto generó que entidades como la Administración de Drogas y Alimentos de EE.UU. (FDA) se pronunciaran al respecto:
“La FDA no ha autorizado ni aprobado la ivermectina para el tratamiento o la prevención del COVID-19 en personas o animales. La ivermectina no ha demostrado ser segura ni eficaz para estas indicaciones. […] Incluso los niveles de ivermectina para usos humanos aprobados pueden interactuar con otros medicamentos, como los anticoagulantes. También puede sufrir una sobredosis de ivermectina, que puede provocar náuseas, vómitos, diarrea, hipotensión (presión arterial baja), reacciones alérgicas (picor y urticaria), mareos, ataxia (problemas de equilibrio), convulsiones, coma e incluso la muerte”.
En suma, coinciden los expertos y entidades de salud, es importante actualizar los protocolos de prevención del COVID-19 tomando como base la evidencia científica.
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