No existen pruebas concluyentes de que la ivermectina sea un tratamiento eficaz contra el COVID-19. Sin embargo, su uso se ha incrementado durante la pandemia. La interrogante ahora no es solo el efecto que puede tener en los pacientes con el nuevo coronavirus, sino también sobre el medio ambiente. Estudios previos ya han demostrado que luego de su consumo la ivermectina puede llegar a los ríos y otras fuentes de agua a través de las heces y la orina.
Con el objetivo de evaluar las consecuencias de este fármaco en la naturaleza, Óscar Aguinaga, docente de la carrera de Ingeniería Ambiental de la Universidad Peruana Cayetano Heredia, iniciará un proyecto que medirá las concentraciones de ivermectina en fuentes de agua de Lima. Esta iniciativa, que se realizará a lo largo de este año, ha sido financiada por la National Geographic Society. Conversamos con el especialista al respecto.
—¿El uso masivo de la ivermectina puede representar un riesgo para el medio ambiente?
La ivermectina cuando se elimina del organismo tiene esa capacidad. Es un antiparasitario, y cuando su residuo llega al medio ambiente a través de las heces y la orina –de animal o de ser humano–, todavía tiene esa acción; entonces, empieza a matar a organismos que no debería. Puede acumularse en las plantas, los sedimentos, en las algas, incluso ha llegado a peces, y ya entra a la cadena alimenticia. Esto quiere decir que es capaz de llegar al ser humano otra vez. No se sabe exactamente qué tipo de daños ocasiona, pero es algo que nos debería importar, sobre todo porque está ocurriendo con mayor frecuencia con otros medicamentos, como ciertos antibióticos.
Uso de la ivermectina vuelve a formar parte de la polémica
—Es algo que no se puede ignorar.
Exacto. Los estudios que hay son en condiciones normales. En una pandemia, donde la gente está consumiendo cantidades enormes de ivermectina y de otros medicamentos, ¿cómo estará el agua? Esto ya se ha vivido durante la pandemia de influenza H1N1 del 2009: se liberaron cantidades significativas del antiviral oseltamivir a las fuentes de agua. En ese momento, un comité científico concluyó que se debía tener mucho cuidado en la próxima pandemia con los medicamentos que se consumen, sobre todo en los lugares donde no hay un ingreso de agua limpia o no hay alcantarillado.
—¿Los efectos de este problema podrán observarse a mediano o a largo plazo?
Diría que ya nos está afectando. Hay datos de gente que se enferma y tiene una fuerte correlación con la liberación de medicamentos al medio ambiente. Estoy seguro de que si hacemos un análisis en el agua que consume la gente, debe haber residuos de antibióticos, de medicamentos.
¿Qué sabe la ciencia hasta ahora sobre el uso de ivermectina en pacientes COVID-19?
—¿Cuándo comenzará a tomar muestras de agua para su proyecto?
Esperamos iniciar el trabajo de campo en abril o mayo de este año. Queremos hacer primero una especie de encuesta para determinar en qué zonas de Lima la gente consume más ivermectina. Cuando encontremos estos puntos, iremos y tomaremos muestras del agua para luego medir la concentración del fármaco. Posiblemente analizaremos también desembocaduras de ríos. Otra cosa importante es que no queremos centrarnos solo en Lima. Estamos convocando a universidades, organizaciones y centros de investigación que quieran replicar el estudio en sus regiones. Sería muy interesante contar con Cusco o con Chincha, donde se consume bastante la ivermectina. En esta primera fase mediremos los niveles de ivermectina. En una segunda fase se estudiaría el impacto en el medio ambiente.
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