La sonda estadounidense Osiris-Rex entró brevemente en contacto este martes con el asteroide Bennu, tal y como estaba previsto, confirmó la NASA, aunque el éxito de la operación de toma de muestras no se conocerá hasta dentro de algunos días.
“Aterrizaje confirmado”... “Muestreo terminado”, anunció la agencia espacial durante la retransmisión en directo de las operaciones, arrancando una ovación entre el equipo al terminar esta intervención de algunos segundos, que llega más de cuatro años después del lanzamiento de la sonda.
“Todo fue perfectamente”, explicó minutos más tarde el jefe de la misión, Dante Lauretta, tomado por la emoción.
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“Escribimos una página de la historia esta tarde”, añadió.
Tras arrojar nitrógeno comprimido a la superficie de Bennu, el brazo de la sonda debía recoger las partículas de menos de 2 centímetros de diámetro levantadas por el impulso. El objetivo era acumular al menos 60 gramos durante esos pocos segundos, lo que sería la mayor muestra extraterrestre recogida desde las misiones lunares Apolo.
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Pero la masa exacta de la muestra no se conocerá hasta sábado.
Hasta ahora, Osiris-Rex solo ha podido enviar mensajes de confirmación, pero ninguna imagen: la sonda apenas podrá hacerlo en la noche del martes al miércoles, en cuanto regrese a su órbita y se encuentre a distancia segura del asteroide, tras cargar las baterías.
En las próximas horas y días, enviará numerosos datos e imágenes que darán una estimación del resultado de la toma de muestras.
Existe la posibilidad de que el brazo de la sonda no se haya podido posar sobre una superficie plana y aspirar el polvo, por ejemplo si ha caído sobre una gran roca.
En caso de fracaso, se podría decidir hacer un nuevo intento, en otro punto, en enero.
En marzo de 2021, Osiris-Rex comenzará su largo viaje de regreso hacia la Tierra. Está previsto que suelte el contenedor que lleva las muestras con un aterrizaje en el desierto de Utah (suroeste de Estados Unidos), ralentizado por un paracaídas, el 24 de septiembre de 2023.
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Todo se redujo a 16 segundos críticos de contacto, durante los cuales un brazo se extendió y recolectó muestras.
“En realidad no podemos aterrizar en la superficie de Bennu, así que solo besaremos la superficie”, aclaró Beth Buck, de Lockheed Martin, antes del contacto.
Operación delicada
El interés de analizar la composición de los asteroides del Sistema Solar se basa en que están hechos de los mismos materiales que formaron los planetas.
Es “casi una piedra Rosetta, algo que está ahí fuera y cuenta la historia de toda nuestra Tierra, del Sistema Solar durante los últimos miles de millones de años”, dijo el científico jefe de la NASA, Thomas Zurbuchen.
Las muestras regresarán a la Tierra el 24 de setiembre de 2023, con un aterrizaje planificado en el desierto de Utah. Con ese material, los laboratorios podrán llevar a cabo análisis mucho más potentes de sus características físicas y químicas, dijo la directora de la división de ciencia planetaria de la NASA, Lori Glaze.
No todas las muestras serán analizadas de inmediato. Como las traídas de la Luna por los astronautas del Apolo, que la NASA todavía está estudiando 50 años después.
Las muestras “también permitirán a nuestros futuros científicos planetarios hacer preguntas en las que ni siquiera podemos pensar hoy, utilizando técnicas de análisis que aún no se han inventado”, dijo Glaze.
La operación se dividió en tres fases. Alrededor de las 17H50 GMT (12H50, en el Perú), disparó sus propulsores para alinearse con el lado correcto del asteroide a una distancia de solo 100 metros.
Una segunda maniobra hizo girar la sonda hacia la superficie y la bajó a 50 metros. Y la última, la ralentizó a 10 centímetros por segundo.
A cinco metros sobre el suelo, un sistema automático a bordo puede cancelar la operación si detecta rocas demasiado grandes en el punto de contacto.
Ocurre que Bennu no es el asteroide liso, cubierto por una “playa” inofensiva de arena fina, que esperaba la NASA. En realidad, se eligió este asteroide porque está convenientemente cerca y porque es antiguo: los científicos calculan que se formó en los primeros 10 millones de años de la historia del Sistema Solar, hace 4.500 millones de años.
Después de que Osiris-Rex alcanzara la roca a fines de 2018, los científicos se sorprendieron al recibir fotografías que mostraban que estaba cubierta de guijarros y cantos rodados, a veces de 30 metros de altura.
Desde entonces, mapearon el asteroide a una resolución de centímetros y eligieron el sitio de aterrizaje menos riesgoso: se llama Cráter Nightingale, de 25 metros de ancho, con una zona objetivo de solo 8 metros de diámetro dispuesta para el acercamiento.
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