En la pelea frontal que está dando la humanidad contra el sobrepeso y la obesidad hay varios frentes de batalla. El primero, visibilizar los riesgos que representan estas condiciones. Luego, dar a conocer conceptos básicos de nutrición como funciones del metabolismo y nutrientes. Y, más adelante, promover la actividad física y la independencia de las pantallas.
En eso parecen estar de acuerdo todos los interesados en tener sociedades más saludables. Pero según deja ver Iván Darío Escobar, endocrinólogo, en paralelo a estas luchas está el hecho de que millones de personas, por perder peso, se someten a cualquier tipo de dieta o recurso, sin el acompañamiento médico necesario.
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Y si bien en el tema de nutrición mandan los nutricionistas y profesionales afines, y un régimen alimentario se debe construir a partir de las necesidades e intereses de cada persona, sí se puede hablar de comidas que hay que abandonar, de una vez por todas, para espantar la obesidad. Todo, claro, a partir de la evidencia científica.
Por ejemplo, un estudio hecho en 170 países y publicado en BMC Nutrition confirmó que el azúcar es el principal factor que explica el aumento sostenido de peso en el mundo, seguido muy de cerca por las carnes procesadas, tal como ratificó un análisis avalado por la Universidad de Harvard y publicado hace poco en 'The New England Journal of Medicine'.
Pero no son los únicos culpables, porque en la medida en que la humanidad se ha industrializado, las comidas procesadas ocupan gran parte de las dietas de las personas en áreas urbanas. A esto se suma que la facilidad para obtenerlas ha desplazado la forma de acceder a la comida natural, afirma el cardiólogo Gabriel Robledo. “Hoy muchas personas basan su alimentación en estos productos, que, tal como se ha probado, son factores de riesgo de obesidad cuando son altos en ingredientes como sal, grasa y azúcar”, apunta.
Por el otro lado, la Organización Mundial de la Salud (OMS) ha recalcado insistentemente en la necesidad de velar por una dieta saludable que, además de proteger contra la mala nutrición en todas sus formas, prevenga enfermedades no transmisibles, como la diabetes, las cardiacas, los accidentes cerebrovasculares y el cáncer.
Si usted quiere bajar de peso o simplemente está interesado en tener una dieta verdaderamente saludable, tenga en cuenta lo que han encontrado varias investigaciones sobre la comida más peligrosa.
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La Organización Panamericana de la Salud (OPS) señaló que los comestibles ultraprocesados no están diseñados para alimentar, sino que muchos de sus ingredientes buscan conservarlos por mucho tiempo y promover deseo de consumo, al punto de que bloquean los mecanismos de control del apetito y la voluntad para dejar de comer.
La OPS también dijo que estos productos son doblemente perjudiciales porque son casi adictivos, lo que favorece su ingesta, y a su vez modifican procesos metabólicos que estimulan la absorción calórica proveniente de otros productos. Si se suma que se eligen por encima de los alimentos frescos, su presencia en las dietas es factor clave en esta epidemia, dice la nutricionista Lucía Correa.
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Un estudio publicado en el 'American Journal of Clinical Nutrition' demostró que una dieta que incluya alimentos fritos predispone al sobrepeso y la obesidad. La investigación siguió a más de 40.000 voluntarios y relacionó el índice de masa corporal y el perímetro de la cintura con el consumo de estos productos y, por ende, con enfermedades cardiovasculares.
Las grasas, dice el cardiólogo Gabriel Robledo, hacen la comida más apetitosa que aquella que es cocida o hervida, además de saciar poco y favorecer la absorción y el metabolismo de otros productos que se ingieren junto con ellos. En conclusión, se sugiere evitar el uso diario de aceites y cocinar a la plancha, al vapor o al horno.
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La Comisión de Salud Pública de Boston, basada en varios estudios, alertó sobre el hecho de que beber en exceso gaseosas y jugos con azúcar añadida aumenta el riesgo de obesidad, desarrollar diabetes tipo II, enfermedades cardiacas y gota. De hecho, las mujeres que consumen uno o más de estos productos duplican el riesgo de desarrollar diabetes, en comparación con las que no lo hacen.
El endocrinólogo Iván Darío Escobar explica que el azúcar que se usa en estos alimentos no alimenta y produce calorías vacías, que no se queman fácilmente y tienden a acumularse en forma de grasas dañinas. En el caso de los niños que las toman diariamente, la posibilidad de ser obeso en la adultez aumenta en un 60 por ciento.
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Galletas, pasteles, donas y bizcochos, y más los hojaldrados, forman parte de la dieta diaria de al menos el 10 por ciento de los niños, que, en una proporción de casi la mitad, los comen dos veces por semana, según el estudio español Aladino.
La mayoría de ellos contienen aceites no saludables, mantequilla, azúcar, dulces como bocadillo o arequipe, que los tornan gustosos, pero que además concentran gran cantidad de calorías, muchas de ellas libres, en pequeñas porciones.
La nutricionista Nohora Bayona explica que son atractivos para todas las edades y mucho más peligroso por presentaciones de varias unidades y a bajo precio, lo que induce a que la gente termine los paquetes después de abiertos. “Son muy riesgosos”, remata.
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Así sean caseros, pequeños y hasta de apariencia inofensiva, estos productos son una trampa porque culturalmente hacen parte del día a día de la gente. ¿O quién no piensa en un postre tras el almuerzo?
Y aunque puestos en dosis pequeñas se pensaría que pueden ser tolerables, el problema, según la nutricionista Bayona, es que se consumen varias veces al día e incluso se convierten en pasabocas entre comidas. Aquí cabe todo el espectro de la confitería industrial: dulces, bombones, almíbares y gomas. La experta indica que los postres caseros, en particular, pueden salvarse, siempre y cuando sean parte integral del contenido calórico de una dieta normal. Lo demás estaría proscrito, sobre todo en niños y adolescentes.
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