NORA SUGOBONO

Cachetito de luz es un niño que va por todos los pueblos y tiene los cachetes llenos de estrellas. Y los pueblos están tan oscuros, tan oscuros, que la gente le pide que vaya dejando sus estrellitas para alumbrarlos. Y cuando vuelve a pasar por ahí y siguen estando apagados, la gente de los pueblos le pide de nuevo las estrellitas. Cachetito les dice que no, que ellos tienen que aprender a generar su propia luz, que ya no puede dejarles más estrellitas. Y Cachetito de luz sigue por su camino.

Ese es uno de los cuentos más antiguos que Jimena Lindo tiene con su hijo Aarón, de 4 años. Ella le dice a él Cachetito. Él le dice más cosas a ella, en otras historias que inventan. Como que algunos personajes tienen poderes mandálicos, por ejemplo. Es que yo tengo un mandala colgado en mi cuarto, de ahí lo debe haber sacado, ¿no?”, piensa la actriz. Curiosamente, fue su madre quien la introdujo al mundo de la literatura. Aunque nunca le leyó antes de dormir. Todas las noches, Jimena acuesta al pequeño acompañado de un relato que sale de su propia imaginación. Solo si está muy cansada recurre a los libros. Ella lee mientras él cae en un profundo sueño.

Cansada puede estar estos días. La jornada empieza muy temprano para Lindo, desde hace varios meses. Cuando le toca grabar en set tiene que estar sentada para el maquillaje a primerísima hora de la mañana. A veces solo le pintan la boca. A veces toca que la transformen en pirata. Sale de su casa, coge su carro y toma toda la Brasil hasta Plus TV, canal donde hasta hace un tiempo conducía el magazine Mesa de noche. Pocos recuerdan que Jimena empezó a los 20 años haciendo programas para Cable Mágico. Hoy tiene 36. Desde setiembre es la protagonista de Historias de papel, un proyecto que no era solo actuación ni era solo conducción ni era ninguno de ambos, pero conquistó su corazón desde la primera página. Como sucede con los clásicos.

HABÍA UNA VEZ Su guión y celular están apoyados en el tocador donde se encuentran también unas 12 uñas postizas (intuyo que la cifra obedece a salvar posibles quiebres o enganches con las panties), esmalte negro, sombra azul y una peluca negra. Se está preparando para filmar un capítulo dedicado a Drácula donde, entre otros personajes, deberá también encarnar a la figura del cine de los 50, Vampyra. Enfundada en un ajustado traje negro y aspecto de ultra tumba, Jimena conducirá una escena necesaria para enlazar ciertas partes del libro. Apenas terminan de pintarle las cejas, toma un break para salir a comprar algo de desayuno. Con ella fuera de la habitación, la maquilladora me confiesa una cosa. Ella es de las buenas. No como otras actrices… nunca se queja ni nada, revela.

Jimena vuelve con un pan bien servido, posiblemente de palta. En seguida, repasa sus líneas mientras se mira al espejo, totalmente ajena a la presencia de quien estuviese cerca. Con el director (Gonzalo Benavente), que es también el guionista, ensaya unas tres veces por cada capítulo. No hay mucho lugar para la improvisación. Tratamos de tenerlo todo clarísimo cuando grabamos, explica Lindo. Mejor que sea ordenado, en todo caso. Jimena necesita ese orden. Mientras está dentro del personaje que le toca en el momento, debe estar atenta para transformarse en el siguiente apenas lo indique el guión. Al mismo tiempo, ensaya una historia totalmente distinta para el capítulo que viene. Todo esto a medida que va leyendo el libro del que le sigue a ese programa. Muchas personas para una misma cabeza. ¿O no?

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