CATHERINE CONTRERAS

A un extremo de la Riviera Suiza, “La fourchette” despierta la curiosidad. Muy cerca de la estatua de Charles Chaplin (quien pasó su exilio y murió en esta localidad de Vevey), este gigantesco tenedor de acero inoxidable se ha convertido en un atractivo turístico.

Pero más que un elemento para una simpática foto, este símbolo recuerda al visitante que fueron los suizos los primeros en considerar que la práctica alimentaria merecía un museo que tiente el intelecto.

Este se llama Alimentarium. Ocupa un edificio de estilo neoclásico que acogió la Nestlé Anglo-Swiss Condensed Milk Company. En el inmueble ubicado en Vevey, frente al lago Leman (o Ginebra), se fundó en 1985 el primer museo consagrado a la alimentación humana.

Para un peruano, visitarlo genera sorpresa e interrogantes. ¿Cómo un país que no destaca por su gastronomía cautiva con este espacio a sus turistas? ¿Cómo a partir de temáticas cotidianas han sabido nutrirlos y reforzar su información? La respuesta estaría en su ingeniosa propuesta museográfica.

UN MUSEO PARA LOS SENTIDOS En el Alimentarium, el visitante no solo observa el mundo de la cocina; también lo experimenta.

La primera sala es como la de cualquier otro museo: vitrinas que exhiben objetos variados, como utensilios; productos que son parte de la dieta europea y americana; una maqueta de la pirámide alimenticia, etc. El menú se hace más interesante luego de subir las escaleras.

En el sector de la digestión, se pone a prueba los sentidos a través de la degustación de pastillas saborizadas, oliendo tacos aromatizados y escuchando ruidos asociados a la práctica culinaria. El juego es adivinar.

Un cubículo con un sistema computarizado invita a pesarse y tallarse uno mismo para –luego de responder un cuestionario– corroborar si tenemos cuerpo de pera o manzana. Y otro espacio nos anima a jugar adivina quién con personajes históricos de la gastronomía mundial.

Una sala restaurada nos cuenta la historia de Henri Nestlé y el imperio que inició en 1867; una zona tipo supermercado tiene islas con computadoras que narran historias sobre la hambruna o el intercambio comercial; una cocina permite demostraciones culinarias al público

Entretenido, informativo y cautivante: sin duda, un modelo de museo para una culinaria que realmente se respeta.

EL TENEDOR DE VEVEY “La fourchette” fue concebida por el artista plástico Jean-Pierre Zaugg al celebrarse los 10 años de existencia de Alimentarium. Mide 8 m de alto por 1,3 m de largo.

Se instaló en 1995 con la autorización del cantón de Vaud, pero en 1996 la sacaron. El tenedor se fue a la fábrica de cubiertos Berndorf y regresó al lago en el 2007 con la muestra “Cubiertos descubiertos”.

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