Ya en el primer acercamiento, cuando el visitante solo lleva unos minutos en la ciudad, puede comprobar que Osaka cumple con todos los tópicos de las urbes japonesas. Los altos edificios, el gentío de acá para allá en sus calles, luces y rótulos de neón… Detrás de todo eso, descubrimos el genuino Osaka.
Cuando se entra en Japón por la ciudad de Osaka, el primer contacto con este país asiático no hace más que confirmar la imagen de meca de la tecnología y la vanguardia que el viajero ya tiene en mente antes de llegar. El motivo no es otro que un original aterrizaje en el aeropuerto internacional de Kansai, ubicado en una isla artificial.
Después, ya en un primer recorrido por la ciudad, se confirma el concepto de país moderno e innovador que todos, conozcamos o no Japón, tenemos de ese país. Sus calles, la gran cantidad de gente que por ellas deambula, sus edificios, las luces, los anuncios, la música
EL AGUA Y aquí, en Osaka, encontramos además algunos símbolos propios de la ciudad, como el agua. Sus canales y puentes, ya sean amplias pasarelas peatonales, ya las carreteras “volantes” que crean una especie de tela de araña sobre las calles de esta ciudad, dan testimonio de ello. Precisamente por su calidad de localidad portuaria, Osaka comenzó un importante comercio con China y Corea, hace ya cientos de años, que le valió el desarrollo comercial y cultural.
En algunos barrios, como Umeda, en el distrito de Kita, estas sensaciones se multiplican. Edificios de oficinas, grandes centros comerciales que albergan a las marcas más internacionales y exhiben lo último en moda en sus escaparates… Y, sobre todo, el ir y venir de la gente en las calles, en el metro, en el tren JR… Esto es Japón.
Un Japón en el que lo que brilla son las cosas más extremas, las más grandes, las más extrañas. Umeda es uno de los lugares más adecuados para sentirlo. Son tantos los centros comerciales que uno se pregunta si en realidad puede haber suficientes habitantes en la ciudad para dar actividad a todos. Pues sí, todos ellos tienen público aquí y allá, incluso filas para pagar en las cajas. Y los hay de todo tipo: El Hep Five tiene una noria de 106 metros y el Whity Umeda, en el subsuelo de la ciudad, es el centro comercial subterráneo más grande de Japón.
JAPÓN GASTRONÓMICO Pero Osaka, que como muchas otras ciudades de Japón tiene en sus calles un auténtico escaparate de jóvenes ataviados según las últimas modas –las últimas porque son decenas las diferentes tendencias- y de grupos de seguidores del manga, sorprende al visitante por el lugar que ocupa la gastronomía.
Un lugar privilegiado que se descubre también en sus calles. Fundamentalmente en ciertos barrios. Porque si el área de Den Den Town, por ejemplo, reúne cientos de tiendas y negocios con las últimas tendencias de la electrónica y con todo lo que se pueda imaginar sobre el manga, hay otras zonas en las que lo que protagoniza la vida, diurna y nocturna, es la gastronomía.
Se puede observar con nitidez en el barrio de Dotombori, que podemos bautizar como el “gastrobarrio” de Osaka. Calles peatonales estridentemente alumbradas, semitechadas, a lo largo de las cuales se ordenan, uno tras otro y a ambos lados, restaurantes grandes y pequeños; de diferentes especialidades que se anuncian con gigantescas figuras de cangrejos, peces o el animal que protagonice la carta del local sobre la puerta y de cuyo interior suelen escapar hacia la calle las músicas más discordantes.
Conviven éstos con pequeños locales, incluso puestos, que prepara comida para llevar a casa o degustar mientras se pasea por la calle.
KUROMON, LA DESPENSA DE LA CIUDAD Pero como un viajero que se precie no se empapa del lugar en el que está si no disfruta y prueba la gastronomía autóctona y, también, si no conoce el mercado de la localidad. No podremos decir que hemos estado en Osaka si no hemos visitado, por la mañana, el mercado Kuromon. Un escenario parecido al descrito anteriormente, de calles peatonales semitechadas, y tiendas de alimentos (pescado fundamentalmente) con el género expuesto en la calle –artísticamente expuesto en algunos casos- constituye una visita turística de las más atractivas. Deambular por allí al comenzar el día, parar en alguno de sus puestos, incluso probar un té amablemente preparado por el vendedor rodeado de decenas de tipos de esta infusión, resulta de lo más placentero.
Alimentos crudos, fundamentalmente todo tipo de pescado y mariscos, packs de sushi y otros platos envasados listos para llevar, dulces de todos los tamaños y colores… Allí es donde compran los ingredientes para su menú diario tanto los ciudadanos que elaboran luego el plato en su casa como los chefs que llevan la mercancía hasta las cocinas de sus restaurantes.
DOTOMBORI, EL “GASTROBARRIO” Fue en esta ciudad, en el que hemos definido como “gastrobarrio”, Dotombori, donde se inventó el Sushi go around, una fórmula de restauración que se puede probar en el restaurante Malteen Shushi, en el mismo Dotombori. ¿En qué consiste el Sushi go around? Sencillamente en que las mesas están dispuestas de modo que todas están adosadas a un pequeño mostrador con una cinta desplazadora sobre la que están colocados los platos con pequeñas raciones.
Sin moverse de la mesa, el comensal toma de la cinta lo que le apetece y, si quiere tomar algo que no ve pasar ante él, tiene una pequeña pantalla (en todas las mesas) en la que puede desplegar la carta del restaurante y solicitar el plato que desee para que se lo preparen en el momento. Diferentes tipos de sushi, tempuras de pescados, mariscos o verduras Un auténtico despliegue de la más genuina gastronomía japonesa al alcance de la mano.
También podemos ir “de brochetas” en Osaka. Así podemos definir la oferta del restaurante Kushiya Monogatari, cuya especialidad son los kushikatsu. ¿En qué consiste? Un palito en el que se han insertado los pedazos de carne, pescado, marisco… y que el comensal lleva a la mesa desde los mostradores del autoservicio; una freidora insertada en cada una de las mesas; un par de platos con los ingredientes para rebozar… ¡Y a cocinar y degustar sin esperar que el cocinero prepare tu comanda! Porque tú mismo rebozas y fríes los ingredientes que previamente has elegido. Resulta un original, informal y agradable modo de degustar la gastronomía nipona.
LA TRANQUILIDAD TAMBIÉN EXISTE Pero Osaka no es solo la gastronomía y la modernidad. Es una ciudad japonesa y como cualquier rincón de este país contiene restos de la larguísima historia nipona. Una muestra es su castillo que, aunque ha sido reconstruido varias veces, data del siglo XVI.
Se alza en el centro de un gran parque que es uno de los lugares elegidos por los habitantes de Osaka para pasear cuando se abren sus jardines en la estación de los cerezos en flor. Su torre es un privilegiado mirador desde el que se disfrutan unas magníficas vistas de la ciudad. Y su entorno uno de esos lugares en los que se respira tranquilidad, una paz que no parece posible junto a una ciudad moderna y vibrante como esta.
No se trata de la edificación original, pero el Castillo de Osaka es todo un símbolo del poder y la historia de la ciudad. Y tras sus paredes alberga más de 4.000 objetos históricos que se exponen al visitante.
La oferta de alojamiento en la ciudad es amplia, pero lo más recomendable es hospedarse en un lugar céntrico para que las distancias no sean impedimento para disfrutar de la visita. Junto a la estación de metro de Namba, a muy pocos minutos a pie del mencionado barrio de Dotombori, está el hotel Namba Oriental, que se autodefine como un “oasis en la ciudad”.
Y es así. Se encuentra en una de esas calles peatonales plagadas de restaurantes, tiendas y pachinkos –enormes locales de máquinas recreativas ambientados con estridente música a todo volumen y llenos hasta la bandera de clientes a todas horas- en las que a cualquier hora de la noche parece mediodía gracias a la proliferación de luces y neones.
Cruzar la puerta desde la calle es una sorpresa, puesto que no accedemos directamente al hotel. Hay que tomar un ascensor que nos conduzca a la tercera planta del edificio donde tenemos la recepción y el resto de las dependencias del hotel. Efectivamente, tenemos la impresión de habernos trasladado a un lugar distante de la vida de la ciudad, tranquilo y silencioso. Esta sensación se agudiza más si cabe en el pequeño patio interior, presidido por una fuente central cuyo susurro contribuye a ese ambiente de tranquilidad.
Atención especial merece el buffet del desayuno en el Namba Oriental. Todo tipo de pescados y platos netamente japoneses se ofrecen al comensal. La primera impresión para el visitante occidental es, cuando menos, chocante. Si queremos imbuirnos del espíritu del lugar –por aquello de “donde fueres haz lo que vieres”- habrá que olvidarse del café con tostadas. Para los más inamovibles, no faltan algunos cereales y dulces con los que acompañar el café con leche en un desayuno más “de andar por casa”.