El blanco infinito de un glaciar, el cálido anaranjado de la estepa patagónica, el azul intenso de un lago, el verde de árboles únicos, el plateado de las montañas graníticas… La Patagonia chilena es una mezcla de colores en un espacio natural único, habitado por la tranquilidad y la naturaleza en estado puro. Un paraíso extremo por descubrir.
Un paisaje agreste que da lugar a una cordillera de afiladas cimas. El Sur de la Patagonia chilena, en las provincias de Magallanes y Última Esperanza, tiene todos los ingredientes para convertirse en un destino clave para los amantes de la aventura y el desafío. Su latitud hace que la luz del sol se perciba de una forma distinta y pronuncie las tonalidades de los colores. Y es que su situación geográfica, su climatología extrema con inviernos muy duros y los glaciares, que aún hoy dejan oír su atronadora fuerza, han moldeado esta tierra muy cercana a la vecina Argentina.
LA ESTRELLA, LAS TORRES DEL PAINE Un ejemplo de la experiencia única que ofrece la región se encuentra en uno de sus principales atractivos, el Parque Nacional de las Torres del Paine, un paraíso protegido de 227.000 hectáreas cuyo principal atractivo es la cordillera de montañas de imponentes formas. Los glaciares esculpieron estas formas hace más de doce millones de años. Como mínimo, hay que calcular de 4 a 7 días de estancia para disfrutar de las caminatas y de la multitud de actividades que se pueden desarrollar en el parque, declarado Reserva de la Biosfera en 1978.
Las agujas de las Torres del Paine, de unos 2.800 metros, son la razón fundamental que atrae a los turistas a esta zona. Una vez aquí descubren la verdad, que en esta zona se suceden también otros hitos naturales igual de espectaculares: grandes lagos de un profundo azul turquesa, ríos que irrumpen en el silencio y que hay que cruzar por pequeños puentes y majestuosos glaciares.
Uno de los elementos naturales más impresionantes del parque es el lago y el glaciar Gray, con una extensión de 19 kilómetros y un ancho de 6 metros. Es un impresionante bloque de hielo que supone la tercera reserva de agua dulce de la Tierra. Aunque va retrocediendo por efecto del cambio climático, aún mantiene su fachada imponente y casi puede tocarse tras un pequeño paseo en barco.
Hay varios recorridos para conocer el parque. Los más repetidos por los turistas son los conocidos como la “W” o la “O”, que llevan al visitante al encuentro de los principales atractivos como el Lago Gray, el Paso de los Perros, la Laguna amarga o el Valle francés combinando las etapas con los refugios o acampadas distribuidos por el parque. No solo andando se puede conocer el Paine, aunque la caminata es la manera de contactar más directamente con este espacio natural. Para los más cómodos hay rutas en furgoneta y también paseos a caballo. Los amantes de la escalada y otro tipo de deportes de riesgo encuentran en este lugar un espacio privilegiado, donde incluso se puede hacer trekking por el hielo.
Entre las principales recomendaciones, es muy importante estar preparado para cualquier tipo de inclemencia meteorológica, desde fuertes vientos, lluvias y un imponente frío, a días despejados en los que el sol puede llegar a abrasar cualquier tipo de piel.
EN LA CIUDAD Las ciudades de la región son pequeñas y muy peculiares, si bien miran cada vez más al pujante turismo de naturaleza. Punta Arenas y Puerto Natales son dos concentraciones de población con algo más de siglo y medio de historia y que gozan de un bien escaso en estos tiempos: la tranquilidad. En el momento en que se pone el pie en esta región, parece que el reloj frena su lucha con el tiempo.
En el caso de Punta Arenas, es un particular nudo de comunicaciones y punto de partida para conocer la región, pues conecta con Tierra de Fuego, el Paine y la Patagonia argentina. La ciudad está comenzando a desenvolverse en este papel que, junto a su desarrollo industrial, está trayendo cambios a la región. Ya pueden verse mansiones y grandes centros comerciales. Un paseo por la ciudad te lleva, casi sin quererlo, a la plaza Muñoz Gamero, también llamada Plaza de Armas, con los edificios más singulares. También merece una visita la “Costanera” o Paseo Marítimo para adentrarse en algunas de sus calles para encontrar algunas propuestas gastronómicas interesantes. No son muchos los restaurantes, pero el abanico de posibilidades es amplio.
Por su parte, Puerto Natales fue antaño un puerto de pescadores que hoy se ha convertido en refugio de excursionistas. Pese al empuje y el flujo creciente del turismo, ni en la temporada alta aumenta el ritmo lento y relajado de la vida de esta ciudad en la que ya se pueden hacer catas de vino, de cerveza o alojarse en un antiguo frigorífico para la ganadería reconvertido en un hotel de cinco estrellas.
¿QUIÉN VIVE EN LA PATAGONIA? En esta región no viven muchos seres humanos, pero goza de una diversidad animal muy interesante. Muchas de las especies más características esta zona pueden verse en el Paine, donde habitan unas 26 especies de mamíferos. En un breve paseo por el parque el visitante puede cruzarse con varias manadas de guanacos, un animal parecido a la llama que mide en torno a un metro y que, en caso de sentirse amenazada, escupe.
También este parque es territorio del huemul, un animal similar a un ciervo que vive en pequeños grupos en la alta montaña y que está en peligro de extinción pese a tratarse de una especie protegida y símbolo de Chile, pues incluso está representado en el escudo nacional. Otros mamíferos de esta zona son el zorro, los caballos salvajes, el armadillo patagónico y el puma. Dicen los oriundos del parque que esta especie, de pelaje dorado, puede verse cuando sale a cazar por las noches.
Por el cielo del Paine vuelan 118 tipos de aves. Entre los más curiosos, el cóndor andino, el ñandú o el caiquén, una especie muy acomodada a la vida en pareja. Cuando se avista un macho de color blanco en un pequeño radio de distancia se halla la hembra de color negro o viceversa. Su vida es tan parental que dicen que cuando uno de ellos muere, su consorte deja de comer hasta fallecer por inanición, todos unos Romeo y Julieta del reino animal.
En el Estrecho de Magallanes, a 35 km de Punta Arenas, se encuentra la Isla de la Magdalena, una isla de 85 hectáreas donde se ubica el Monumento Nacional de los Pingüinos. Más de 69.000 pingüinos nidifican en este lugar cada año. En el mes de setiembre, la colonia empieza a recibir la llegada de su vecino más numeroso.
En octubre tiene lugar la puesta de huevo y, en noviembre, tras 40 días de incubación, los polluelos salen del cascarón. Entre enero y febrero, las crías comienzan a “independizarse”. En abril salen de esta isla y se marchan a las aguas costeras del Atlántico y el Pacífico, donde se alimentan en alta mar hasta que comienzan un nuevo ciclo reproductivo. Su singular y descuidado caminar hace las delicias de los visitantes que pueden descubrirlos en sus nidos o en busca de alimento para sus crías.
GANADERÍA Pero si hay unas especies animales que son clave para esta región son las domésticas, esto es, las ovejas y vacas que han hecho de la ganadería uno de los principales motores económicos de la región. Se calcula que hay unos 2,5 millones de ovejas en esta región casi desértica. Se crían en ranchos donde, en muchas ocasiones, se sigue viviendo la dura vida de antaño. El imperio comercial y lanar de la zona contó con el esfuerzo de inmigrantes de países como Inglaterra, Irlanda, España, Francia o Alemania que llegaron a estas tierras en busca de una nueva vida. Los numerosos nombres extranjeros de familias y calles dan fe de esta realidad.
Además, la ganadería se ha abierto al turismo de tal modo que hay varias “Estancias” espacios dedicados la cría de ganado que permiten visitas para descubrir algunas de las tradiciones más arraigadas en torno a este animal, como el esquileo o la guía del rebaño con perros pastores. Y, por supuesto, en toda la región se puede degustar el delicioso cordero magallánico.