El Barrio Alto, símbolo de la Lisboa bohemia, cumple 500 años sumido en una rehabilitación urbana que le ha permitido salir de la decadencia y rentabilizar para el turismo el encanto del vecindario de toda la vida.

Nació como el lugar donde convivían clases humildes y aristocracia. Luego, los artistas e intelectuales ilustrados lo hicieron suyo con sus teatros y tabernas, y los grandes periódicos portugueses se fundaron en sus palacios.

Pero durante los años setenta y ochenta del siglo XX, la falta de renovación de su parque inmobiliario y la pérdida de población provocaron un acentuado abandono y degradación de su espacio.

SALVAVIDAS CULTURAL En 1994, la declaración de Lisboa como capital europea de la cultura facilitó al Ayuntamiento de la ciudad la inversión de los fondos que necesitaba y se emprendió su rehabilitación bajo el proyecto Séptima Colina.

La limpieza y una renovación cosmética de fachadas y calles, la ampliación de los transportes y la restauración de edificios históricos mejoraron la imagen de una zona de la que hasta entonces desconfiaban los lisboetas.

Nuevas galerías de arte, librerías, tiendas de diseño y de moda se abrieron junto a los comercios tradicionales que sobrevivían en medio de una población cada vez más envejecida.

TURISMO, MOTOR DEL BARRIO Hoy el turismo es el gran motor del barrio, sobre todo, durante la famosa noche de bares y fiesta, que ha despertado también críticas y quejas por el ruido y los problemas cívicos asociados a la marcha.

Los hoteles, albergues y apartamentos para turistas se han multiplicado en las dos últimas décadas. Según un estudio de la arquitecta Fabiana Favel, existen más de mil plazas turísticas en un barrio de 3.000 habitantes.

Es desproporcionado. Hay una sobreexplotación turística y corremos el riesgo de que se convierta en un parque temático de diversión, considera en declaraciones a Efe la experta, que investiga los procesos de rehabilitación del barrio.

CINCO SIGLOS DE HISTORIA A pesar de las alteraciones, el entramado de calles empedradas y estrechas respira por el día la tranquilidad de un pueblo de cinco siglos encapsulado en el centro de la capital portuguesa.

Durante 500 años, no hubo grandes cambios de planos urbanísticos, se mantuvo la estructura y el barrio mantiene consigo su identidad, afirma Pavel.

Su fundación se remonta a la expansión del reinado de Manuel I en ultramar y la explosión demográfica de la capital del imperio portugués, que exigía nuevas edificaciones.

El 15 de diciembre de 1513, los dos propietarios de la colina donde se sitúa el barrio negociaron un contrato para edificar sus terrenos. Fue el pelotazo urbanístico de la época, explica Pavel.

Nuevas infraestructuras de alcantarillado e iluminación, y calles anchas y diseñadas sobre una malla cuadriculada atrajeron a los aristócratas y a la burguesía pujante encandilada por las ventajas de la vida moderna.

Con la cercanía del puerto al que llegaban barcos de África y Madeira, poco tardaron en abrirse tabernas y casas de prostitución pobladas por una concurrida clientela de marineros. La vida nocturna estuvo siempre presente desde sus orígenes, apunta la arquitecta.

En el siglo XVIII, el terremoto que devastó Lisboa en 1755 dejó prácticamente intacto el barrio, pero la aristocracia se alejó del centro de la capital y abandonó sus palacetes por los problemas de la ciudad.

VIDA Y BOHEMIA Los grandes periódicos de Portugal aprovecharon entonces esos espacios amplios para instalar sus negocios y la vida de intelectuales y periodistas floreció. La bohemia se instaló hasta principios del siglo XX.

Pese a que la dictadura asfixió ese movimiento cultural en las décadas siguientes, el Barrio de Alto renació con la Revolución de los Claveles que llevó la democracia al país en 1974.

La energía de la época lo transformó y atrajo de nuevo a la bohemia de la ciudad. Se revitalizó la vida cultural, fue la movida lisboeta. Desde entonces siempre ha sido el barrio de moda de la capital portuguesa Lisboa, señala la experta.